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Y aconteció un día, que enseñando él al pueblo en el Templo, y anunciando el Evangelio, llegaron los príncipes de los sacerdotes y los escribas, con los ancianos;
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y le hablaron, diciendo: Dinos: ¿Con qué potestad haces estas cosas? ¿O quién es el que te ha dado esta potestad?
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Respondiendo entonces Jesus, les dijo: Os preguntaré yo también una palabra; respondedme:
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El bautismo de Juan, ¿era del cielo, o de los hombres?
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Mas ellos pensaban dentro de sí, diciendo: Si dijéremos, del cielo, dirá: ¿Por qué, pues, no le creisteis?
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Y si dijéremos, de los hombres, todo el pueblo nos apedreará; porque están ciertos que Juan era profeta.
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Y respondieron que no sabían de dónde.
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Entonces Jesus les dijo: Ni yo os digo con qué potestad hago estas cosas.
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Y comenzó a decir al pueblo esta parábola: Un hombre plantó una viña, y la arrendó a labradores, y se ausentó por muchos tiempos.
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Y al tiempo, envió un siervo a los labradores, para que le diesen del fruto de la viña; mas los labradores le hirieron, y enviaron vacío.
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Y volvió a enviar otro siervo; mas ellos a éste también, herido y afrentado, le enviaron vacío.
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Y volvió a enviar al tercero; mas ellos también a éste echaron herido.
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Entonces el señor de la viña dijo: ¿Qué haré? Enviaré mi hijo amado; quizás cuando a éste vieren, tendrán respeto.
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Mas los labradores, viéndole, pensaron entre sí, diciendo: Este es el heredero; venid, matémosle para que la heredad sea nuestra.
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Y le echaron fuera de la viña, y le mataron. ¿Qué pues, les hará el señor de la viña?
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Vendrá, y destruirá a estos labradores, y dará su viña a otros. Cuando ellos oyeron esto , dijeron: ¡Que no sea así!
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Pero él mirándolos, dice: ¿Qué pues es lo que está escrito: La piedra que condenaron los edificadores, ésta fue por cabeza de esquina?
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Cualquiera que cayere sobre aquella piedra, será quebrantado; mas sobre el que la piedra cayere, le desmenuzará.
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Y procuraban los príncipes de los sacerdotes y los escribas echarle mano en aquella hora, porque entendieron que contra ellos había dicho esta parábola; mas temieron al pueblo.
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Y acechándole enviaron espías que se simulasen justos, para sorprenderle en palabras, para que le entregasen al principado y a la potestad del gobernador.
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Los cuales le preguntaron, diciendo: Maestro, sabemos que dices y enseñas bien, y que no tienes respeto a persona; antes enseñas el camino de Dios con verdad.
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¿Nos es lícito dar tributo a César, o no?
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Mas él , entendiendo la astucia de ellos, les dijo: ¿Por qué me tentáis?
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Mostradme un denario. ¿De quién tiene la imagen y la inscripción? Y respondiendo dijeron: De César.
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Entonces les dijo: Pues dad a César lo que es de César; y lo que es de Dios, a Dios.
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Y no pudieron reprender sus palabras delante del pueblo; antes maravillados de su respuesta, callaron.
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Y llegaron unos de los saduceos, los cuales niegan haber resurrección, le preguntaron,
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diciendo: Maestro, Moisés nos escribió: Si el hermano de alguno muriere teniendo mujer, y muriere sin hijos, que su hermano tome la mujer, y levante simiente a su hermano.
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Fueron, pues, siete hermanos; y el primero tomó mujer, y murió sin hijos.
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Y la tomó el segundo, el cual también murió sin hijos.
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Y la tomó el tercero; asimismo también todos siete, y no dejaron simiente, y murieron.
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Y a la postre de todos murió también la mujer.
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En la resurrección, pues, ¿mujer de cuál de ellos será? Porque los siete la tuvieron por mujer.
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Entonces respondiendo Jesus, les dijo: Los hijos de este siglo se casan, y son dados en casamiento;
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mas los que son tenidos por dignos de aquel siglo y de la resurrección de los muertos, ni se casan, ni son dados en casamiento;
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porque no pueden ya más morir; porque son iguales a los ángeles; y son hijos de Dios, cuando son hijos de la resurrección.
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Y que los muertos hayan de resucitar, aun Moisés lo enseñó junto a la zarza, cuando llama al Señor, Dios de Abraham, y Dios de Isaac, y Dios de Jacob.
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Porque Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, porque todos viven para él.
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Y respondiéndole unos de los escribas, dijeron: Maestro, bien has dicho.
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Y no osaron más preguntarle algo.
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Y él les dijo: ¿Cómo dicen que el Cristo es hijo de David?
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Y el mismo David dice en el libro de los Salmos: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra,
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entre tanto que pongo tus enemigos por estrado de tus pies.
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Así que David le llama Señor; ¿cómo pues es su hijo?
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Y oyéndole todo el pueblo, dijo a sus discípulos:
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Guardaos de los escribas, que quieren andar con ropas largas, y aman las salutaciones en las plazas, y las primeras sillas en las sinagogas, y los primeros asientos en las cenas;
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que devoran las casas de las viudas, poniendo por pretexto la larga oración; éstos recibirán mayor condenación.