Dios y el Mal: Un Misterio Profundo
La creación del mundo es un hecho glorioso, según nos dice la Biblia: «Vio Dios cuanto había hecho, y era muy bueno» (Gen 1.31). Sin embargo, el mal ha invadido la tierra, y el hombre se encuentra esclavo de sus deseos y pasiones. Esta oposición entre el bien y el mal plantea una pregunta fundamental: ¿de dónde viene el mal en este mundo creado bueno?
La Biblia misma ofrece una respuesta: el mal no es una mera ausencia del bien, sino una fuerza negativa que esclaviza al hombre y corrompe el universo (Gen 3.17). Dios no lo creó, pero ahora que ha aparecido, se opone a él. Comienza una guerra incesante, que durará tanto tiempo como la historia: para salvar al hombre, Dios todo poderoso deberá triunfar del mal y del maligno (Ez 38.39; Apoc 12.7-17).
La Bondad de Dios
La bondad de Dios es una revelación capital del Antiguo Testamento. Habiendo conocido el mal en su paroxismo durante la servidumbre de Egipto, Israel descubre el bien en Yahvéh, su libertador. Dios lo arranca de la muerte (Ex 3.7s; 18,9) y lo conduce a la tierra prometida, un lugar donde fluye leche y miel, y donde Yahvéh tiene constantemente los ojos (Dt 8.11-19; 11.8-12.18-28).
La Providencia de Dios
Debemos pedir a Dios muy a menudo que nos proteja en las necesidades de la vida. Dios tiene en su mano todos los acontecimientos de la vida y los gobierna con amorosa Providencia. Debemos tener confianza de que todo lo que Dios hace o permite es en bien nuestro, aunque algunas veces con nuestro pequeño entendimiento no comprendamos los planes de Dios.
La Divina Providencia consiste en las disposiciones por las que Dios conduce, con sabiduría y amor, todas las criaturas hasta su último fin. Dios está siempre presente en nuestras vidas, nos ayuda y protege continuamente. Sin embargo, muchas personas sólo se acuerdan de Él cuando lo necesitan, lo mismo que con el aire, que sólo nos acordamos de él cuando nos falta para respirar.
La Libertad Humana
El hombre es libre para elegir el bien o el mal. Sin embargo, si bien somos libres para elegir lo que se nos antoje, jamás podremos decidir las consecuencias de nuestra elección. El mal es un misterio que supera el entendimiento humano. Nos debe bastar el saber que Dios saca bienes de los males. Por ejemplo, para que el pecador reconozca su falta y se arrepienta, para que el justo expíe sus faltas en este mundo, gane así mayor gloria en el cielo, y dé buen ejemplo al prójimo con su paciencia.
La respuesta al Mal
La respuesta al dolor es Cristo crucificado. Al que sufre no se le puede ir con razonamientos, se le acompaña y se le consuela. La Redención de la humanidad se ha hecho por el dolor. Por eso muchos santos han amado el dolor. El calvario se ha convertido en la meta ideal, según aquello de San Pablo que no quería gloriarse de «otra cosa que no fuera la cruz de Cristo» (Fil 3.8).
La Fe en la Providencia de Dios
La fe nos da la certeza de que Dios no permitiría el mal si no hiciera salir el bien del mal mismo, por caminos que nosotros sólo conoceremos plenamente en la vida eterna (Rom 8.28). Dice San Pablo: «Sabemos que Dios hace converger todas las cosas para el bien de aquellos que le aman » (Rom 8.28). Evidentemente que Dios pudo haber hecho un mundo con otras leyes físicas. Pero todo mundo imaginable es perfectible. Para no poder ser superado hay que ser Dios, que es el único ser Omniperfecto.
Conclusión
La respuesta a la pregunta del mal en este mundo creado bueno es un misterio profundo. Sin embargo, sabemos que Dios tiene Providencia, aunque desconozcamos sus caminos. Debemos aceptar de buena gana la Providencia de Dios y confiar en que los planes de Dios son siempre para nuestro mayor bien. La respuesta al dolor es Cristo crucificado, y la fe en la Providencia de Dios nos da la certeza de que Dios saca bienes de los males.