La Intercesión de los Santos: Una Comprensión Bíblica
Algunos hermanos separados creen que nosotros los católicos consideramos a los santos como dioses y todopoderosos porque les pedimos intercesión. Sin embargo, resulta claro que los católicos nunca hemos pensado ni enseñado eso. Esa es una idea que los protestantes divulgan falsamente acerca de lo que creemos los católicos.
Los santos, no las imágenes, simplemente son intercesores con el Poder de Dios. La Biblia habla claramente sobre la intercesión de los santos: “La oración del justo tiene mucho poder” (Stgo. 5,16).
¿Cómo pueden escucharnos si ellos no son omnipresentes y no pueden estar en todos los lugares al mismo tiempo? Muy sencillo. San Pablo dice: “Me siento apremiado por las dos partes: por una parte, deseo partir y estar con Cristo, lo cual, ciertamente, es con mucho lo mejor” (Fil 1,23). Hermanos, San Pablo estaba convencido de que si moría, estaría junto a Jesús. Si Jesús, como Dios, está en todas partes, entonces los santos estarán junto a Él. Por eso pueden oír nuestra oración.
Dice en Ef 4, 16 que todos los de Cristo, que tienen su Espíritu, forman una misma Iglesia y están unidos entre sí en Él. “Aquél que es la cabeza, Cristo. El da organización y cohesión al cuerpo entero, por medio de una red de articulaciones, que son los miembros, cada uno con su actividad propia, para que el Cuerpo crezca y se construya a sí mismo en el amor” (Ef 4,16).
Esta condición de estar unidos a Cristo no se pierde al morir. Esto queda demostrado con lo que nos dice San Pablo en Fil 1, 23: “Me siento urgido de ambas partes: deseo irme para estar con Cristo, porque es mucho mejor.” ¿Los protestantes dicen que ahora los apóstoles y María están muertos y que por eso no hay que pedirles? Falso. Dios no es un Dios de muertos sino de vivos.
Muchos cristianos evangélicos están confundidos. De manera común, ellos utilizan la cita de Eclesiastés 9. 5-6: “Porque los que viven saben que han de morir; pero los muertos nada saben, ni tienen más paga; porque su memoria es puesta en el olvido. También su amor y su odio y su envidia fenecieron ya; y nunca más tendrán parte en todo lo que se hace debajo del sol.”
Resulta hermanos que la Revelación fue progresiva, y en la época anterior a Jesús, los justos no iban al cielo, iban al Sheol, o “Seno de Abraham” (Leamos: “Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en Él” (1Tes 4, 13-14).
En este texto, la palabra “Dormir” hace referencia a que es el cuerpo el que duerme, por lo cual cuando habla de “Dormir en Él (Cristo), es abandonar este mundo en gracia de Dios.
Mostraremos citas donde nos hablan de los fallecidos en estado de conciencia: “Abajo, se estremeció el Abismo al anuncio de tu llegada; por ti, él despierta a las sombras, a los potentados de la tierra; hace levantar de sus tronos a todos los reyes de las naciones. Todos ellos hablan a coro y te dicen: “¡Tu también has perdido las fuerzas como nosotros, te has vuelto igual que nosotros!” (Is 14, 9-10).
¿Cómo es posible que se estremezca el abismo si es que están “dormidos”? Otro ejemplo: San Pablo nos dice que quiere ir a Cristo, no habla de dormir hasta el fin de los tiempos. “Me siento urgido de ambas partes: deseo irme para estar con Cristo, porque es mucho mejor” (Fil 1,23).
Otro ejemplo más: “Estos irán al castigo eterno y los justos a la vida eterna” (Mt 25.46). Aquí vemos que el castigo y recompensas son eternas, no habla de un período en el que se duerman.
También en la Parábola del rico Epulón, el rico epulón estaba bastante consciente, como bien podrán ustedes leer en sus casas el texto del Evangelio Según San (Lc 16, 19-31).
Jesús mismo hablaba con dos fallecidos (Moisés y Elías) (Lc 9, 30-31). Si de verdad eres cristiano, te invito a seguir la plenitud del nuevo testamento. Nuestro maestro principal no es Moisés, sino Jesucristo. Cuidado hermano, no te quedes estancado en el antiguo testamento como los judíos. Avanza y mira a Jesucristo, dándonos la plenitud de la revelación (Mt 5,17).
Somos cristianos, al morir no se acaba todo. Esto lo enseña claramente la Biblia: “Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob / Dios no es un Dios de muertos, sino de vivos” (Mt 22,32).
Ya que hemos sido salvados por Cristo, nuestro destino ya no es el Sheol (como en el antiguo testamento). En la biblia podemos encontrarnos que hay: Almas siendo conscientes de lo que vivieron en la tierra clamando a Dios justicia (Ap 6, 9-11).
Una muchedumbre de pie delante del trono alabando a Dios (Ap 7,9). Los ancianos y seres vivientes delante del Cordero presentando las necesidades de los santos en sus copas (Ap 5,8).
Jesucristo fue claro: TODOS viven para Dios, y esto incluye a vivos y muertos. Cuando estamos en vida, podemos interceder por nuestros hermanos, pero San Pablo nos da una luz sobre nuestra situación al morir: “Por eso, nos sentimos plenamente seguros, sabiendo que habitar en este cuerpo es vivir en el exilio, lejos del Señor, porque nosotros caminamos en la fe y todavía no vemos claramente” (2Cor 5, 6-8).
Hermanos, si estando en este cuerpo podemos interceder por los demás, cuánto más podremos hacerlo estando junto a Él?
Veamos ahora Ap 18, 19-20: “Y echándose tierra sobre su cabeza, llorando y lamentándose, decían: “Ay, ay, ¡La gran Ciudad! / Con su opulencia se enriquecieron todos los que poseían barcos en el mar. ¡Y en una hora ha sido arrasada!” “Que se alegre el cielo a causa de su ruina, y alégrense ustedes, los santos, los apóstoles y los profetas, porque al condenarla, Dios les ha hecho justicia.”
Pregunta hermanos: ¿Cómo pueden alegrarse los profetas, apóstoles y santos de algo que ha sucedido en la Tierra? ¿Acaso no están dormidos?
La Unidad del Cuerpo de Cristo
Todos los bautizados formamos en Cristo un solo Cuerpo. Leamos el siguiente texto bíblico y pongamos atención cada vez que se mencione el texto “En Él”:
“Bendito sea Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bienes espirituales en el cielo, y nos ha elegido en Él, antes de la creación del mundo, para que fuéramos santos e irreprochables en su presencia, por el amor” (Ef 1,3-4).
Él nos predestinó a ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo, conforme al beneplácito de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, que nos dio en su Hijo muy querido. “En Él hemos sido redimidos por su sangre y hemos recibido el perdón de los pecados, según la riqueza de su gracia, que Dios derramó sobre nosotros, dándonos toda sabiduría y entendimiento” (Ef 1,7-8).
Él nos hizo conocer el misterio de su voluntad, conforme al designio misericordioso que estableció de antemano en Cristo, para que se cumpliera en la plenitud de los tiempos: reunir todas las cosas, las del cielo y las de la tierra, bajo un solo jefe, que es Cristo.
“En Él hemos sido constituidos herederos, y destinados de antemano —según el previo designio del que realiza todas las cosas conforme a su voluntad— a ser aquellos que han puesto su esperanza en Cristo, para alabanza de su gloria” (Ef 1,11-12).
“En Él, ustedes, los que escucharon la Palabra de la verdad, la Buena Noticia de la salvación, y creyeron en Él, también han sido marcados con un sello por el Espíritu Santo prometido” (Ef 1,13).
Los cristianos al ser bautizados quedamos incorporados a Cristo y unidos a Él. De este modo, todos somos un solo Cuerpo en donde Cristo es la cabeza (Se recomienda leer texto de Col 1, 18).
Esta condición de estar unidos a Él no se pierde cuando termina nuestra vida terrenal. Los santos en el cielo, siendo testigos, conscientes de lo que sucede en la Tierra, y aun más, por ser parte del mismo Cuerpo de nosotros, pueden interceder por nuestras necesidades.
¿Escucha Jesucristo la intercesión que los santos hacen por nosotros? Por supuesto que sí, Jesucristo escucha las oraciones de su iglesia, a la cual pertenecemos todos aquellos que hemos sido unidos a Él a través del bautismo, y quienes están gozando de la presencia del Señor forman parte también de esa Iglesia.
Veamos que nos dice el Señor en Jn 14, 13-14: “Y todo lo que pidan en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré.”