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Beata Juliana de Collalto, abadesa

1 de septiembre

Juliana nació en Collalto (que es parte hoy de la comuna de Susegna, provincia de Treviso) en 1186: sus padres eran el conde Rambaldo VI y la condesa Juana de Sant'Angelo de Mantua. Fue educada cristianamente, y jovencísima, con sólo 12 años, vistió el hábito benedictino de Santa Margarita de Salaeola. Vivió los primeros años de vida religiosa de modo ejemplar. En 1220 hizo su ingreso en el mismo monasterio la beata Beatriz I d'Este; entre las dos almas elegidas nació una profunda amistad.

En la potente y rica República Véneta incluso los monasterios tenían su importancia, así sea porque tras sus muros se encontraban jóvenes de las más importantes y nobles familias. En la isla de Spinalonga (hoy Giudecca) se encontraba la derruída iglesia de San Cataldo. Juliana, cuyo nombre ilustre por origen era aún más notorio por la excelencia de sus virtudes, fue encargada de la fundación, a su costado, de un monasterio. Nació así, en aquel lugar abandonado, una comunidad claustral que por siglos se dedicará a la oración. La iglesia fue dedicada a San Biagio. Juliana, nombrada abadesa, además del respeto de la regla para la propia santificación y de las hermanas, tuvo siempre particular cuidado de los pobres. Su caridad era conocida en toda la ciudad y realizó, incluso en vida, muchos prodigios. Del monasterio de los santos Biagio y Cataldo de la Giudecca dependía también "en tierra firme", el de Pianiga, que Juliana hizo restaurar en torno a la mitad del siglo. Con las leyes de supresión de las órdenes religiosas de fines del siglo XVIII el edificio fue transformado en la Villa Albarea.

Durante los últimos años de su vida la beata padeció de fuertes dolores de cabeza, que le hicieron tener el patrocinio de aquellos que sufren del mismo mal. Murió el 1 septiembre de 1262, a la edad de 76 años de los cuales 64 vivió dedicada al Señor. Fue sepultada en el cementerio de la iglesia. Su recuerdo quedó vivo y sobre todo su fama de taumaturga contra las migrañas. Hacia el 1290 el cuerpo, encontrado incorrupto, fue colocado en un artístico sarcófago de madera. En 1733 las reliquias fueron puestas en un altar de la iglesia mientras exactamente 20 años después, el 30 mayo 1753 el papa Benedicto XIV confirmó su culto.

Traducido para ETF, con algunos cambios, de un artículo de Daniele Bolognini.