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Beata Verónica Antal, mártir

24 de agosto

Verónica nació el 7 de diciembre de 1935, en Nisiporesti, ayuntamiento de Botesti. Sus padres fueron Gheorghe y Eva, siendo Verónica el primero de cuatro hijos con los que Dios va a bendecir a esta familia de sencillos trabajadores de esta región de Moldova (Rumanía). Al día siguiente, 8 de diciembre, solemnidad de La Inmaculada Concepción, según la costumbre de la época, la niñita fue llevada a la parroquia romano-católica de Halaucesti donde fue bautizada.

Apenas comenzó a balbucear, su madre, pero sobre todo su abuela Zarafina, comenzaron a enseñarle las oraciones más sencillas y propias de esta edad. Según el testimonio de los parientes y de cuantos la conocieron de niña, Verónica es descrita como persona de constitución física robusta, social, piadosa e inteligente. Con mucho gusto jugaba con los demás niños vecinos suyos, pero no olvidaba tomar parte, junto con sus padres y su abuela, en las celebraciones sagradas que tenían lugar en la pequeña iglesia de Nisiporesti. Hacia los siete años comenzó a frecuentar la escuela primaria de la localidad donde aprendió a leer, a contar y a descubrir los secretos de la Literatura, la Geografía, la Historia etc. Hasta esta edad no se apreció nada singular en la niña a no ser la especial devoción que manifestaba a Jesús Eucaristía y a la Santísima Virgen María.

A la edad de 16 años se apuntó en el coro parroquial de Nisiporesti y también por esta época entró a formar parte de la Asociación Mariana fundada por San Maximiliano Kolbe y otros Hermanos franciscanos, entre los que se cuenta Fray Iosif Petru María Pal, nacido en el mismo pueblo que Verónica. Por estos años, Verónica comienza a pensar en su futuro, que deseaba realizar en el convento de las Hermanas Franciscanas Misioneras de Halaucesti, pero su intento estaba llamado al fracaso, pues una vez instaurada la dictadura comunista, todas las órdenes y congregaciones católicas del país fueron suprimidas y sus conventos cerrados. Imposibilitada para llevar a cabo su deseo y de seguir la vocación hacia la que sentía la llamada de Dios, la de ser religiosa, no perdió la esperanza y pensó cómo dar respuesta a esta llamada. Siguiendo el consejo de su director espiritual, el P. Alois Donea, se inscribió en la Tercera Orden de San Francisco (Terciarios) e hizo voto privado de castidad. Para poder dedicarse mejor a la vida espiritual construyó una celdita junto a su casa donde se retiraba cada vez que podía. No faltó nunca a la Sta. Misa. Cuando no se celebraba en su pueblo, por ser iglesia filial de la de Halaucesti, se levantaba de la cama a las 4,00, tanto en invierno como en verano, y junto con un grupo de jóvenes, caminaba cerca de ocho kilómetros para oir la Sta. Misa y recibir a Jesús sacramentado.

Al atardecer del día 23 de agosto de 1953 salió hacia hacia Halaucesti junto con un grupo de amigas pues al día siguiente iba a tener lugar la ceremonia de la Confirmación. Participó en la Sta. Misa en la que el Sr obispo, Mons. Petru Plesca, con gran solemnidad, administró la Confirmación a un gran grupo de jóvenes de esta parroquia. Después de la Sta. Misa Verónica ayudó a recoger las cosas en la sacristía y después se fue a comer a casa de una de sus amigas de Halaucesti. Al atardecer, sus amigas querían volverse a sus casas, pero ella les dijo que fueran por delante que ya les alcanzaría… Poco después se despidió de su amiga y marchó hacia Nisiporesti. Por el camino se encomendó a Dios y con el Rosario en la mano comenzó a recorrer deprisa los ocho kilómetros que la separaban de su casa. A mitad del camino se encontró con el joven Pavel Mocanu, quien ardiendo de pasión la abordó y comenzó a hacerle propuestas indecentes. Verónica intentó seguir su camino, pero el joven insistió en sus prpósitos con descaro. Arrojándola sobre el campo de maíz en las proximidades del pozo llamado „de Vangheaua” empezó a forcejear con ella. Poco después, no consiguiendo satisfacer sus deseos impuros, sacó un cuchillo y después de darle 42 cuchilladas por todo el cuerpo, Verónica cayó muerta. Era el 24 de agosto de 1958. Unos lugareños que iban a trabajar al campo la encontraron al día siguiente con la cabeza hacia abajo, sin respiro y llena de sangre, con el Rosario apretado en la palma de la mano derecha y con una cruz sobre la espalda, hecha con plantas de maíz.

Una vez que llegó la policía y que se hicieron las investigaciones de rigor, fue llevada a casa donde dos médicos la hicieron la autopsia. Uno de ellos, una vez que la examinó, no pudo menos de exclamar: ¡Dichosa la madre que te engrendró! ¡Virgen has sido y virgen has muerto!. He aquí una confirmación del hecho de que el asesino no consiguió llevar a cabo sus propósitos indecentes. La noticia de la muerte de Verónica se extendió rápidamente tanto en su pueblo natal como en las localidades del entorno, de tal modo que el 27 de agosto, día en que tuvo lugar el entierro, la iglesia de Nisiporesti resultó pequeñísima. „Santa Verónica” Así dicen los cristianos de Nisiporesti y alrededores. Inmediatamente después de su muerte, de los labios de todos se oía decir: „Ha vivido como una santa y como una santa ha muerto”. Desde entonces los niños, los jóvenes y los adultos de cualquier condición social no cesan de visitar su sepulcro y el lugar donde fue asesinada para pedir su mediación en diferentes necesidades; los resultados no se han dejado esperar. Se ha extendido cada vez más la noticia de esta joven cristiana, que prefirió dar la vida por Cristo antes que perder el don de la virginidad.

El P. Anton Demeter, estando en la parro-quia romano-católica de Barticesti, localidad próxima a Nisiporesti, a partir del año 1980 comenzó a reunir un gran número de testimonios de diferentes fieles de Nisiporesti y de cuantos habían recurrido a la intercesión de Verónica y también a acondicionar de algún modo el lugar donde la joven dio su vida. Es el inicio del proceso que concluye en 2018 con la beatificación de Verónica como mártir en defensa de la castidad.