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Beato Domingo Lentini, presbítero

25 de febrero

El beato Domingo Lentini nace en la ciudad de Lauria, el 20 de noviembre de 1770, de Macario y Rosalía Vitarella, de pobre condición económica. Ya a los 14 años sigue su vocación religiosa. En 1793 es ordenado diácono, y al año siguiente presbítero. Inflamado por el Espíritu Santo, es descrito por contemporáneos como «un ángel en el altar», incluso por sus frecuentes éxtasis. Domingo se dedica con todas sus fuerzas a la confesión, evangelización, predicación y catequesis, no sólo en Lauria, sino en los pueblos de los alrededores. Las predicaciones cuaresmales, misiones, homilías, tocan el corazón de todos, infundiendo la fe en sus auditorios.

Junto a Jesús crucificado, tiene tierna devoción a la Madre Dolorosa. Hombre de profunda cultura, que se pone a disposición de todos. Por treinta años, niños y jóvenes convierten su pobre casa en una verdadera escuela católica. Enseña gratuitamente letras y ciencia, mientras observa una estrictísima pobreza voluntaria. Viendo a Cristo en los necesitados, dona cuanto modestamente posee: vestimentas, panes y el poco dinero. Vive en continua y áspera penitencia: comida frugal, mortificación corporal, vestimenta sencilla, cilicios y flagelaciones, poquísimo sueño y el suelo por colchón. Con éstas y otras obras penitenciales, se ofrece a Dios Padre en expiación por nuestros pecados. El Señor lo dota con variados carismas: de profecía, de escudriñamiento de corazones, de milagros. El 25 de febrero de 1828, después de una agonía vivida en completo abandono místico, el siervo bueno y fiel es llamado a tomar parte en la alegría de su Señor.

La glorificación de Domingo Lentino comienza inmediatamente, con sus funerales, celebrados en Lauria por siete días consecutivos, y con gran participación de pueblo. Su cuerpo permanece todo el tiempo flexible y cálido, y exhala un suave perfume. Curaciones prodigiosas y numerosas conversiones ocurridas frente a su tumba consolidan y acrecientan la fama de santidad. Es finalmente beatificado por SS Juan Pablo II en Roma, el 12 de octubre de 1997.

Sintetizado y traducido para ETF de un artículo de Ferdinando Del Duca.