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Beatos Ángel Cuartas Cristóbal y cinco compañeros, seminaristas y mártires

Mariano Suárez Fernández, Jesús Prieto López, César Gonzalo Zurro Fanjul, José María Fernández Martínez, Juan José Castañón Fernández

Ángel Cuartas Cristóbal

Nació el 1 de junio de 1910 en Lastres. Su padre era pescador y su madre, ama de casa. Era el octavo de nueve hijos. Antes de ir al Seminario, estudió en la escuela de Lastres con los maestros nacionales. Era una familia humilde en la que todos tenían que trabajar en cuanto hubiera edad para ello. El padre era pescador y tenía un sueldo escaso, por lo que su hermana Elvira lo llevaba a trabajar con ella a la fábrica de pescado del pueblo, donde ganaba algo de dinero con el que compraba libros. Su amigo Benito decía de él: “Él entró en el Seminario por vocación. Ya se le veía de antes. Era igual que un santo. Nunca tuvimos una mala palabra, éramos más amigos y él nos defendía muchas veces y cuando reñíamos entre nosotros siempre nos decía: pero que hacéis, hombre. En la amistad no hay que reñir unos con otros. Él ponía paz entre nosotros”. Entró en el Seminario de Valdediós en 1923 y seis años más tarde, llegó a Oviedo. En ambos destacó por su carácter noble y franco, pero al mismo tiempo, tímido y respetuoso con sus superiores. Era alegre y divertido como el que más. Sabía que corrían peligro desde 1931, pero nunca quiso abandonar el Seminario.

Ángel Cuartas salió de su casa el último domingo de septiembre de 1934. Comenzaba el 5º curso de Teología. Fue asesinado en Oviedo el 7 de octubre de 1934. Tenía 24 años de edad.

 

Mariano Suárez Fernández

Nació en la parroquia de San Andrés de Linares (El Entrego) en 1910. Su padre era natural de Sotrondio, minero, y su madre, de El Entrego. Tuvieron cinco hijos. Junto con su hermano, entró en el colegio de los Maristas de Oviedo, desde donde ingresaron en el Seminario. Según su hermana Ángeles, “en su carácter era serio, al mismo tiempo alegre, entreabierto, bastante responsable y muy cariñoso. (…) En casa estudiaba, leía mucho e iba al río a bañarse y a pescar. Nuestro padre era minero y cuando estalló la República, en 1931, les dijo a los dos: “mirad que ahora entran tiempos muy difíciles y muy malos y ya veréis cómo va a ser perseguida la Iglesia”. Ellos dijeron que había que demostrar que se era de verdad y que no dejaban el Seminario”. Juan Ramón, el hermano, tuvo que dejar el Seminario hacia 1931 o 1932, porque después de una gran gripe le quedó una mancha en el pulmón.

Al igual que sus compañeros, Mariano era consciente de que llegaban tiempos difíciles, pero ante el planteamiento de sus familiares de esperar a que pasar la revolución para volver al Seminario, éste se negaba. Las últimas palabras que le oyeron tenían su origen en una frase que había pronunciado su abuelo el año anterior. Hablaba con sus tíos, que le aconsejaban que se lo pensara bien antes de dar un paso decisivo. Y el abuelo había dicho “el buen artillero debe morir junto al cañón”. Esta frase la repitió Mariano a su hermano en el momento de despedirse, al aconsejarle que pidiera unos diez o quince días de permiso, mientras pasaba el movimiento revolucionario que se avecinaba. En el momento de su muerte tenía 24 años.

 

Jesús Prieto López

Nacido en 1912 en Bodecangas, parroquia de Santa María de La Roda (Tapia de Casariego). Sus padres tuvieron once hijos, y Jesús era el séptimo. Su entonces párroco pagó la mayoría de los gastos que entonces el seminarista ocasionó a su familia. Ingresó con unos 12 años en el Seminario.

Según su hermana Beningna: “marchó a gusto al Seminario, nadie le obligó. Era cariñoso y amable y cuando estaba de vacaciones iba al catecismo y ayudaba como sacristán. Rezaba el rosario en casa con todos nosotros. Era bueno porque para él todo estaba bien, nunca discutía con los hermanos. Era muy trabajador”. Su hermano Francisco recordaba sus años de Seminario: “Él hablaba del seminario de Valdediós contando cómo comía, que trato le daban. En aquella fecha se comía regular, pero el trato era bueno. Nunca suspendió ninguna nota. Contaba también cosas de los amigos, y cuando estaba de vacaciones, se iban a ver los seminaristas amigos que estaban más cerca. Se veían los domingos, a la tarde. Cuando estaba aquí de vacaciones su vida era estudiar todo el tiempo con don Jesús y en casa. Era sacristán”.

En el momento de su muerte, el 7 de octubre de 1934, era alumno de 3º de Teología. Tenía 22 años cuando falleció.

 

César Gonzalo Zurro Fanjul

Nacido en Avilés en 1912. Su padre era natural de Valladolid, su madre de Avilés. Tuvieron otra hija, y pronto fueron a vivir a Figaredo. Tenía otra hermana, llamada Cecilia. Ella recordaba que “era un niño muy bueno. Siempre fue muy dócil. Un poco rubio, con los ojos azules y blanco, bastante alto”. A los 11 años ingresó en el Seminario de Valdediós. Doña Guadalupe de Figaredo, de familia de empresarios de la mina, le pagaba los estudios. Mostraba especial devoción a la Virgen Milagrosa y según sus compañeros era “ un alma de temple apostólico, siendo entusiasta de las Obras Misionales”. Sus compañeros aportaron muchos datos sobre él: “joven de brillante porvenir por sus excelentes dotes intelectuales. De vocación sacerdotal decidida, no aspiraba sino a prepararse en ciencia y virtud para tan sublime dignidad. Su talento y dotes lo inclinaban también a especializarse en estudios sociales para poder ser útil a los obreros y mineros el día de mañana, sin dejar por eso de trabajar durante las vacaciones en propagandas sociales y misionales. Era un joven de la Acción Católica, todo un carácter, un seminarista de cuerpo entero. Amante de los estudios históricos y literarios, se iba revelando como un literato, poeta y dramaturgo destacado, como lo demostró con el drama original suyo titulado “El traidor Dolfus”, que se representó, con general aplauso, en la velada de Santo Tomás, patrón del Seminario, en el paso marzo de ese mismo año 1934”.

Su hermana Cecilia recordaba que, cerca de la fecha de la revolución, “un año iba a venir Gil Robles a un chalet, a comer, y los mineros no trabajaron aquel día, y siempre me acuerdo. Ese día hubo un funeral en Figaredo, y yo, que estaba a la ventana, veo a Gonzalo con el sacerdote pasar. Yo le dije “no lo acompañes, Gonzalo, que está la gente muy excitada y te van a zurrar”. Dicho y hecho. A los dos minutos ya veo a la gente correr por ahí abajo. Yo tiré por el camino de arriba y mi madre por la carretera. Y junto al lavadero, en la carretera ya le estaban pegando a mi hermano. Después vino para casa y se arregló y se puso otra ropa. Aquel día llevó un gran palizón. Al sacerdote lo dejaron, no le pegaron, Le quitaron el bonete y las cosas que traía, una insignia, pero nada más. Gonzalo no tuvo nada más que ese accidente, porque él aquí tenía muy buenas amistades con los chicos y todos. Incluso con unos que eran socialistas aquí cerca y Gonzalo decía que eran muy buenos chicos y se llevaba muy bien con ellos y hablaban mucho”. Él sabía que la revolución se acercaba, porque se lo había manifestado en diferentes ocasiones a su padre. “Conocía el sentir de los mineros”, y llegó a dar a conocer cuál sería su comportamiento, si llegara el caso de ser una víctima.” Murió con 21 años, el 7 de octubre de 1934, gritando “Viva Cristo Rey”.

 

José María Fernández Martínez

Nacido en Muñón Cimero (Pola de Lena) en 1915. Su padre fue Pedro Fernández, y al quedarse viudo volvió a casarse. Durante su infancia acudió al colegio de los Maristas de Pola de Lena. Sus amigos le recuerdan como “muy majo, alegre y amigo de jugar. Era muy sociable y se llevaba bien con todos”. Ingresó en el Seminario en 1927. Allí sus compañeros le recordaban como “dotado de un carácter afable y reposado, huía de todo altercado y disputa en que pudiera herirse la caridad, condición ésta que le captaba la amistad y simpatías de sus compañeros, de quienes era muy apreciado. Vivía preocupado por la situación política y social que cada vez era más peligrosa. Era consciente porque al proceder de la cuenca minera sabía bien qué se estaba preparando. Además, en el Seminario no podían salir al patio porque decía que les insultaban y les tiraban piedras. Cuando falleció, tenía 19 años de edad.

 

Juan José Castañón Fernández

Nacido en Moreda el 6 de agosto de 1916. Sus padres tenían cinco hijos. Es el más joven de los Seminaristas mártires. Estudió primeramente en el colegio de La Salle en Caborana. Ingresó en el Seminario de Valdediós en 1928. Por su carácter y su aspecto de niño le llamaban con cariño “Castañín”. Allí era muy apreciado por su carácter de niño candoroso y atrevido. Se le notaba una devoción especial a la Virgen y un amor decidido a su vocación sacerdotal, de la cual dio pruebas inequívocas contestando a algunas personas que se reían de él y pretendían apartarlo de sus propósitos: “estudiaré para sacerdote y no cesaré hasta llegar a la meta”. En vacaciones, ayudaba a sus padres en el trabajo de la hierba, que hacía falta para recogerla para el ganado. Auudaba a su padre a segarla, a esparcerla y metarla en el pajar. Tenía 18 años de edad cuando lo fusilaron. Como curiosidad, dos años más tarde, en 1936, fue ejecutado también su tío, Baltasar rodríguez Fernández, párroco de Santa María del Naranco.