Emmanuel Sicre

Emmanuel Sicre

Emmanuel Sicre es jesuita, sacerdote. Profesor de Lengua y Literatura. Misionero digital también!

Emmanuel Sicre es jesuita, sacerdote. Profesor universitario de Lengua y Literatura (UNCuyo, Mza), Licenciado en Filosofía (USAL, San Miguel), Bachiller en Teología (PUJaveriana, Bogotá). Director de Pastoral en el Colegio del Salvador (CABA). ¿Cómo nació tu interés por la educación? Hace poco hice el ejercicio de recordar a qué cosas jugaba cuando era chico. Entre esas cosas apareció que jugaba a ser docente. Mi interés por la educación, creo que tiene que ver con el acompañamiento, con la interacción con las personas, con la guía, con el estímulo. También con sentirme capaz de hacer florecer cosas en la gente, en los grupos. Considero que venía asociado con una especie de capacidad de liderazgo, de gusto por “llevar la batuta”, por así decirlo. Me empecé a vincular con la educación de manera lúdica. Después de que terminé el colegio comencé a estudiar la carrera de Letras que contenía tanto lo docente como la investigación. La docencia tenía que ver con el medio interactivo. Después, otras experiencias más informales como la de dar catequesis en la parroquia. Más adelante, ya siendo jesuita, como todos, pasé por una etapa de formación, llamada “magisterio”, en donde la educación es una parte integrante del carisma (nuestra identidad). La mayoría de esas experiencias se hacen en colegios porque son buenos laboratorios de trabajo para aprender. Lo institucional, el contacto con los chicos, familias, colegas, la formación y la exposición al transmitir un discurso, aprender ideas. También enseñé filosofía. Cuando fui al Colegio del Salvador ya tenía una experiencia de docente porque había trabajado como profesor de lengua y literatura. En un principio, me tocó dar menos clases y estuve más enfocado en las tutorías que tienen que ver con un acompañamiento más personalizado del alumno. Lo pedagógico, en términos de transmisión y preocupación por la formación del sujeto, siempre estuvo impregnado en mí, es algo que viene con mi vocación jesuita. El aula es algo que me encanta: crear posibilidades para comunicar un contenido, facilitar una experiencia, detectar competencias en los chicos, estimularlas. ¿Cuál es tu mirada acerca de este momento que estamos viviendo en el ámbito educativo? Creo que es una etapa de tránsito hacia algo nuevo que no sabemos bien qué es. Este contexto que estamos atravesando por el confinamiento por el Coronavirus ha delatado que, en algunos contextos, es posible tener un tipo de educación que esté más allá de los muros. Y también ha demostrado que no se puede cortar con la educación. Es descubrir que el sistema educativo está caduco, pero también que es imposible reemplazarlo por completo. Está caduco porque persiste en la dimensión cognitiva/enciclopédica como la única dimensión en la formación. No está mal para el contexto en el que nació el sistema educativo como lo conocemos. Pero el contexto cambió, evolucionó hacia determinados ámbitos y ahora tiene que asumir otras características. Sobre todo por la complejidad con la que se nos exige habitar la realidad que vivimos. La gestión de emociones, por ejemplo, ya no es un plus, es fundamental. Sin embargo, no tenemos la capacidad de ofrecer otros espacios más que en el aula que casi siempre está desbordada. La familia no está pudiendo alcanzar todos los objetivos que se necesitan para el contexto complejo en el que vivimos. La realidad se ha complejizado tanto que el sistema educativo muestra que ya no solo es aprender a leer, sumar o aprender un determinado contenido. Este supramundo de lo digital en el que vivimos ha roto con la verticalidad del “yo sé” y “vos no”. Está siendo reemplazado por el “yo sé cuáles cosas son importantes para formarte y te puedo ayudar a encontrarlas”. Internet tiene toda la información que necesitamos y la función de los docentes es acompañar ese proceso de descubrimiento y ver qué de todo eso te puede servir. Junto con esa apertura a ese mundo del conocimiento que ya está accesible a todos por medio de un click, los docentes no están siendo formados para el discernimiento de qué es lo que vale la pena rescatar y qué no, de cara a la formación de la persona. Me parece que vamos camino a una formación más personalizada desde el discernimiento humano. Esto, además, está en la matriz del carisma de los jesuitas. Descubrir qué es lo necesario para la vida y qué ayuda más para que sea plena. Considero que vamos camino a eso, con las dificultades de los contextos en los que se encuentra, al menos idealmente. No he tenido oportunidad de entrar del todo en el mundo de los colegios públicos, de zonas más marginales. Sí conozco de cerca el caso de “Fe y Alegría”, pero no son colegios públicos sino privados de cuota cero. Trabajan en contextos complejos y difíciles y es ahí en donde más se nota la contención de la escuela a nivel social, a nivel personal, como algo fundamental. Hoy en día es posible, a través de ciertas tecnologías, aprender habilidades cognitivas que la escuela hasta ahora siempre había tenido el poder de impartir. Las apps o el contacto inmediato de los chicos desde muy temprana edad con las pantallas hace que muchos, por ejemplo, puedan aprender a leer mucho más rápido. Entonces, lo que tenemos que desarrollar es un sistema de cuidado de las personas, de ayuda, de evolución sana del desarrollo. La escuela, se va convirtiendo en una escuela más “hogar” y más integral, pero con la imposibilidad de suplantar a la familia. ¿Cuál creés que es la función de la escuela? Es gestar aprendizajes de cualquier tipo para la vida. Vitales, significativos. Estamos varios años educándonos, gastando tiempo en algo que actualmente no nos sirve para ser parte activa de una sociedad más justa, más equitativa, más amplia, ni siquiera para conocerse y aceptarse un poco más a uno mismo y a los demás. Eso tiene su arraigo en el siglo pasado cuando la filosofía se preguntaba acerca de esto y llega a la conclusión de que existe un divorcio entre las ciencias y la vida. Edmund Husserl desde la fenomenología delata esa separación entre el mundo de las ciencias y el mundo de la vida que repercute en la educación. Enseñamos cosas que solo alimentan a la ciencia para sí misma y no para la vida concreta. De hecho hoy, el paradigma económico en el que estamos, no está hecho para una vida sustentable. Los recursos no llegan a todos, son repartidos de manera desigual, hay una acumulación de la riqueza en pocas manos vergonzosa. Hay un problema ahí. Ya sea en el desarrollo tecnológico desmedido de la ingeniería informática o de la bioenergía que se desconectan de la vida. A la educación le pasa lo mismo, enseñamos contenidos que los chicos preguntan el para qué de los mismos. Los chicos muchas veces no saben para qué aprenden la historia argentina o cualquier otra. Y es vital eso. El otro día, por ejemplo, leí un ensayo de historia de un alumno. Había visto en esa materia tantas veces la historia de la guerra mundial, la de las pestes de Europa, y ahora él estaba viviendo una pandemia. Él iba a pasar a ser parte de un manual de historia. Logró, rasguñando, intentar explicar que él iba a ser parte de esa historia. ¡Qué bueno que haya llegado por sus propios medios a eso! Pero si no tenemos una referencia en el mundo de la realidad se vuelve muy difícil estimular el conocimiento por el conocimiento mismo. El deseo de saber empieza por descubrir el sentido que tiene una investigación para uno. Muchos chicos que van a la escuela y tal vez no les va bien, de repente, te encontrás con que tienen un conocimiento sobre determinados temas que deja a cualquiera sorprendido. Ahí está el interés motivando el deseo de conocer. ¿Cuáles son las dimensiones en las que buscan formar a los estudiantes? ¿Qué comprende para vos una educación integral? La educación integral como lema dentro de nuestra propuesta como jesuitas es la educación de la persona en tanto un ser integrado por varias dimensiones. En el Colegio del Salvador puntualmente están presentes la cognitiva, la socio-afectiva y la dimensión espiritual religiosa. La física (el cuerpo, la sensibilidad), si bien no está desarrollada como dimensión, está integrada en las otras. Una educación integral es una educación que atiende a una persona en la mayor parte de sus dimensiones. La disección que hacemos académicamente de un elemento del conocimiento, es eso, una disección de un todo, una parte de un conjunto que es indisoluble. Por eso, cuando registrás algo emocionalmente, repercute tanto en lo socio-afectivo como en lo cognitivo. Lo integral es advertir que somos seres humanos complejos y un mundo de dimensiones que están en permanente movimiento e interrelacionadas. ¿Es un poco también lo que plantea la pedagogía ignaciana? La pedagogía ignaciana parte de la experiencia como base del conocimiento, de la reflexión, situada en un contexto. Una vez me pasó que, en una misión, unos jóvenes propusieron un juego donde imaginaban subir a un ascensor a chicos que vivieron toda su vida en el medio del campo y no conocen un ascensor. ¿Cuál es el problema de ese juego? ¿Por qué no iba a ser completa la diversión para ellos? Esa lógica contextual situada es lo que nos pasa en los curriculums. El estudio de la historia, por ejemplo. ¿Qué historia enseñamos? ¿Desde dónde? ¿Cuáles países seleccionamos o hacemos énfasis? ¿Enseñamos más historia europea o de América Latina? Siempre es fundamental partir de un contexto. Parte de la experiencia es no desconocer eso, el punto de partida. Y reflexionar sobre aquello que suscita. Esa reflexión te va dando una conceptualización y ahí aparece el constructivismo como corriente pedagógica. No le das un concepto a una persona para que lo conozca, sino que le hacés descubrir y llegar a formular un concepto. La reflexión busca eso. Llegar a conceptualizar una porción de la realidad que fue experimentada y que te permite aprehender. Ese aprendizaje que se hizo desde una experiencia en un contexto que se reflexiona, también tiene que llevarte a una acción, a una posibilidad de realización o a una racionalidad práctica. Y se produce un círculo en el mayor conocimiento cuando vos podés evaluar, sopesar, valorar qué aprendiste y cómo. Haciendo una pausa y una evaluación en el sentido amplio de la palabra de qué significó todo eso. Esa recuperación del proceso te lleva devuelta a plantearte nuevos conocimientos, nuevas búsquedas. Por eso, las dimensiones que planteaba anteriormente no son pasos estrictamente. Se va dando todo junto en cada uno de los acentos. “Me parece que vamos camino a una formación más personalizada desde el discernimiento humano (…) Descubrir qué es lo necesario para la vida y qué ayuda más para que sea plena.” ¿Tenés la oportunidad de compartir el día a día con alumnos. ¿Qué transmiten? ¿Qué sienten? ¿Cómo responden a los cambios? Por lo general, los alumnos asisten a una educación que les ha enseñado casi exclusivamente la pasividad del banco y, por tanto, piensan que no estar en el banco significa estar en hora libre o recreo. A veces, es difícil cambiar su cabeza cuando les propones algo nuevo. Un cambio funciona, cuando el vínculo del acto educativo, es decir, el vínculo docente-estudiante, está funcionando. Todos alguna vez hemos hecho el ejercicio de decir: ¡qué linda hora! o ¡qué buena materia con tal profesor/a! Al no ser robots, no es algo que salga automáticamente. Influye cómo el/la docente se relaciona con el grupo, cómo entra en la dinámica y si cree en verdad que no estar en el banco es también aprendizaje cuando se plantea una buena dinámica de forma completa. A los chicos les cuesta asimilar los cambios, sobre todo, cuando los hacen trabajar demasiado y no hay placer, gusto, estímulo positivo, retribución. Con esta situación que estamos viviendo del confinamiento y haciéndoles hacer trabajos a los chicos desde su casa, no perciben la contención emocional que tienen en su grupo de amigos dentro del aula, el juego, el comentario, el humor y tienen que trabajar solos. Pero el trabajo se tornó pesado y no les queda otra que hacerlo, ya no pueden zafar de eso. Aquí se nota que el amplio umbral de aprendizaje es un entramado de relaciones entre el tiempo, el espacio y las personas dispuestos para ello. Otro punto importante es tratar de lograr que sean autónomos que es la gran deuda de toda formación, incluso la universitaria. Generar procesos autónomos de aprendizaje, en donde el autodidactismo, que fue el que llevó a los grandes a conocer y a encontrarse con el mundo, realmente funcione. Pero desde chiquitos nosotros vamos limándoles las iniciativas, las búsquedas propias. No por maldad, sino porque el sistema no está preparado para acogerlas. Si vos tenés 30 iniciativas distintas que le llegan a un/a docente que no fue preparado para poder desarrollar en sistemas alternativos, funcionando al mismo tiempo, colapsa por todos lados. Entonces, el/la docente a veces piensa que si el alumno no está en el banco, no aprende. ¿Cómo haces para cambiar eso? El sistema educativo va a cambiar en la medida en que cambie la formación docente y, por ahora, no veo que el sistema de formación sea tan flexible. Sí sé que hay nuevas experiencias y que la realidad se impone, pero es un tránsito generacional también muy largo. Hay estudios que indican que la hiperconectividad lleva a los jóvenes a una situación de desconocimiento de sí mismos ya que les falta tiempo de introspección. ¿Coincidís? En parte sí, en parte no. Coincido en el diagnóstico general, el mundo digital, el de las aplicaciones, el mundo de hiperconectividad está pensando también para evadirnos, entretenernos y generar una alternativa al vacío, al aburrimiento, que hoy en día parece ser el gran enemigo. ¿Qué hago cuando estoy solo? ¿Cuando no tengo nada para hacer? Todo esto viene a ocupar ese lugar y de a poco va desplazando los lugares de importancia que tienen que ver con la autocomunicación, ¿Qué me está pasando? ¿Qué estoy viviendo? ¿Qué estoy sintiendo? ¿Qué nombre tiene? La naturaleza humana, la conciencia humana, siempre llega a un momento de crisis, de pregunta. Existencialmente algunos resortes nos delatan, la memoria puede hacer su trabajo de traer cosas para tener que procesar sí o sí. Emociones que no se pueden controlar o situaciones como las adicciones (algo no dicho). En términos generales pienso que los chicos están abandonados a la hiperconectividad y los adultos no sabemos cómo hacer para resolverlo, ellos tampoco. Supongo que en un futuro, cuando la hiperconectividad sea tan familiar para los padres como para los chicos, ya no exista un choque generacional, estemos más acostumbrado y no sea algo absorbente. Por otro lado, si las tecnologías están acompañadas, potencian el conocimiento de uno mismo. Lo estamos viendo con el confinamiento. Lo virtual, es otro canal de comunicación, que no suple, sino que está montado sobre el otro. ¿Qué opinás del abordaje por proyectos? ¿Cómo lo están trabajando en el Colegio Del Salvador? El conocimiento en la escuela y la clasificación de los conocimiento en partes con especificidades, es ficticia, es una forma metodológica para poder acercarse al conocimiento. Pero todo está conectado con todo. El abordaje por proyectos busca mostrar la inter-, la trans- y la intradisciplinariedad del saber y la imposibilidad de autogestionarlo por eso el proyecto se desarrolla cooperativamente. Segmentar el conocimiento en disciplinas es un método de acercamiento, de análisis de mayor proximidad hacia un objeto, ese objeto está inserto en una interconexión en donde todo está relacionado con todo. Más aún si ese objeto es la resolución de un problema real y concreto que puede mejorar la vida de alguien. En el universo las cosas nos vienen dadas de manera conjunta y simultánea. Entonces, lo que hace la formación, una escuela, una universidad, es separar para conocer mejor y llegar a un conocimiento concreto. El aprendizaje basado en proyectos lo que busca es descubrir esa interdisciplinariedad y hacerla manifiesta y poder mostrarle a los chicos que la geografía tiene que ver con la biología, con la economía, con la política, etc. ¿Contame un poco de “aprendizaje en servicio” dentro del Colegio del Salvador? ¿Cuál es el objetivo? En principio, es un programa para enseñar el valor de la solidaridad, en donde uno aprende la experiencia de servir a otro. El esfuerzo que estamos intentando hacer es poder vincularlos curricularmente cada vez más. Que las disciplinas tengan un para qué y que esa finalidad sea ética, sea el servicio al otro, a la comunidad. Entonces, cada vez buscamos aproximarlo más a la currícula, pero hay que romper un montón de barreras mentales, prejuicios, comprensiones estancas y poco flexibles que entienden que por un lado hay que ser solidarios y por otro estudiar y aprobar. ¿Y si lo que aprendemos nos hace servir mejor, no se da más integralmente el proceso? Lo ideal del “Aprendizaje en Servicio” es que un grupo pueda hacer un diagnóstico sobre cómo servir a una comunidad. Entonces vos tenés que saber cómo hacer ese diagnóstico, qué elementos mirar. Por razones metodológicas nosotros damos ese diagnóstico, a través de las asociaciones y ONGs, ya resuelto. En un proyecto de primaria donde se trabajó con chicos con discapacidad visual de una institución, recuerdo uno de los juegos que hicimos. Nuestros alumnos se tenían que tapar los ojos y, entre otras acciones, tenían que identificar objetos dentro de una cartuchera, tomar un lápiz y escribir su nombre, y todo se tenía que hacer a través del tacto quedando igualados en sus sentidos. Jugaban e interactuaban poniendo en acción diversas dimensiones, capacidades, aptitudes, destrezas al mismo tiempo, desde la perspectiva de la empatía y el descubrimiento. Al final de los juegos se hizo una reflexión sobre lo que habían vivido y cómo. Fue hermoso escucharlos compartir. En definitiva, “Aprendizaje en servicio”, es una forma de aprendizaje basada en proyectos, pero con una finalidad ética solidaria. Lo solidario aparece, pero no como una obligación de serlo porque vos vas a un Colegio privado, católico y tuviste muchas oportunidades, sino que está inserto en la misma dinámica del saber, del conocer, del vincularse y entrar en relación al contexto. ¿Cómo ves el sistema de evaluación actual? ¿Lo considerás justo? ¿Qué nuevos sistemas tienen en consideración en el Colegio Del Salvador? La evaluación fue el primer indicador que nos permitió darnos cuenta que el sistema no estaba funcionando. El problema es que solamente evaluamos de una manera enciclopédica/cognitiva. El mundo de las inteligencias múltiples reveló que nadie aprende de la misma forma. En general, todos están siendo evaluados de la misma manera teniendo capacidades receptivas distintas y eso claramente es injusto. Tiene que pasar mucho tiempo, hasta que los/las docentes sean evaluados como después tendrán que evaluar. Estamos frente a un largo camino. Para mí fue una conversión personal el tema de la evaluación en la universidad cuando daba clases. Hasta que no hice el click me fue difícil prescindir de la calificación. Descubrir que la nota era lo que el alumno busca y no lo que yo busco o, por lo menos, que no era el único sistema de medición. Tenés que cambiar mucho de lo que creés que es la educación o creés que es enseñar y cotejar qué es lo que sabe y qué no. Es cierto que en una disciplina como la mía, humanística, quizás puedas tener más flexibilidad que en una de corte científico instrumental. El problema es la uniformidad del sistema. No se puede evaluar una sola cosa y no se puede evaluar lo que no se enseña. Entonces si buscamos evaluar, por ejemplo, la creatividad, tendríamos que proponer que esa competencia sea desarrollada durante un tiempo determinado. La evaluación es el término de un proceso o un estadío del mismo, que se va a desarrollar a lo largo de la misma persona. En definitiva, pienso que el sistema de evaluación es la gran cuenta pendiente y el que más revela la dificultad en la que nos encontramos. “Los alumnos asisten a una educación que les ha enseñado casi exclusivamente la pasividad del banco y, por tanto, piensan que no estar en el banco significa estar en hora libre o recreo. A veces, es difícil cambiar su cabeza cuando les propones algo nuevo.” En Latinoamérica existe una concepción de la escuela como refugio del mundo exterior, de protección frente al daño que el afuera puede causarle a los/as alumnos/as. Una vez que logramos tener a los/as estudiantes adentro, ¿Qué hacemos con ellos? Parece un planteo rousseauniano como afirmando que la sociedad perjudica en el aprendizaje. No creo que sea así. La sociedad es parte del aprendizaje, los chicos aprenden en sus casas, a través de los medios, en la escuela. Todo enseña. Para un niño todo es un “aula”. Está todo el tiempo aprendiendo de lo que ve, de lo que siente. Hay una cuestión conceptual y otra metodológica. El aula es un método, necesitamos tener un momento en el que estudiamos. Si partimos de que tenemos que aislar al chico porque el mundo es peligroso y la realidad lo absorbe, esa es una concepción un poco maniquea. En definitiva los vas a tener en un aula, pero a la larga eso fracasa. La educación tiene que ser una educación para la vida en sociedad, para un proyecto de vida personal humanizante. Los jesuitas fueron pioneros en educación. Inventaron por ejemplo, el currículum Ratio Studiorum (Plan de estudios). ¿Cuál crees que puede ser el aporte de los jesuitas en estos nuevos tiempos que corren? Considero que una parte del trabajo que nosotros carismáticamente hacemos, tiene que ver con la frontera, con el hecho de estar siempre en el límite. Pienso que podemos aportar tradición, innovación y una búsqueda de cómo afrontar la situación. Porque una pedagogía como la nuestra, que busca desde un contexto situado, te hace discernir sí o sí en qué es lo que podés hacer en determinadas coordenadas. Creo que esa flexibilidad y esa búsqueda de hacer lo mejor que se pueda en un contexto tiene que ver con nuestro carisma. “Fe y alegría” es eso, trabajar por el derecho a una educación de calidad en sectores marginales, atendiendo el contexto y conteniendo lo que más se pueda. Provocando accesos, posibilidades, puentes en un mundo dividido. Otro punto es la humanización, el humanismo. Que sirva para la vida, que sirva para la formación de la persona. Eso ha sido histórico, clásico en la Compañía de Jesús. Reconocer la existencia de un otro y de sí mismo. Mucha veces se culpa a los docentes y se los considera principales responsables del estado de la educación. ¿Qué pensás? No me parece que los docentes sean los principales, sí tienen un rol importante. Las políticas educativas que tenemos son del conjunto de la sociedad. Los docentes son actores que representan parte de la obra. El guionista tiene que ver con las políticas públicas educativas. El público/destinatario tiene que ver con las familias. No creo que ellos sean los únicos responsables del problema. Es un tema social, no está aislado del resto de los temas. Así como podemos decir que la salud está en decadencia. Está decadente ¿por qué? Porque hacemos un mal uso, por sus políticas, porque no pagamos impuestos, no sé, por muchos factores. Con la educación pasa algo similar. Es un problema social. Las sociedades tienen muchos problemas. Y como la escuela funciona como un espacio de contención social, no se puede prescindir de la escuela. “La educación continúa fuera de los muros” decía un video que ví hace unos días. Los docentes tienen un papel principal, pero no el único. No podemos cargarle el fardo de todo a los/las docentes. En un artículo de tu Blog, afirmás que en la vocación del docente, radica la fuerza del cambio. La vocación tiene que ver con una fuerza existencial que te mueve a salir de vos mismo y a hacer algo en pos de eso que sentís que es lo mejor que podés hacer vos. El cambio educativo necesita personas conectadas con esa fuente, con ese deseo de enseñar, de jugarse la vida por los alumnos y de querer resistir a los embates del contexto. La resiliencia juega un papel fundamental. Cuando en formaciones docentes, te encontrás con ellos y les preguntás: ¿Vos, por qué sos docente? Te cuentan cosas bellísimas. Entonces ese regreso al origen de la vocación es fundamental, hace que uno se dinamice desde lo que te sostiene, de lo que te hace ir a laburar cada día. Por eso creo que el cambio está en reconectarse con la fuente, volver al origen de por qué estoy haciendo esto. Si bien es imposible saberlo con certeza, te propongo un juego. ¿Qué imaginás que va a pasar con la instituciones educativas? ¿Se transformarán por completo? ¿Se resignificarán? ¿Desaparecerán? Desaparecer no creo que suceda. Se transformarán, encontrarán nuevos énfasis, nuevos enfoques. Dentro de 15, 20 años puede ser que haya algunos indicios de escuelas más flexibilizadas. Con más ensayos sobre posibilidades de aprendizaje. Todo va a depender del contexto social en el que el centro educativo esté y cómo se desarrolle el sistema educativo en ese lugar. Si el Coronavirus hace una debacle económica que resulta difícil levantarse por 5 años, la educación resistirá como pueda. Hay un esfuerzo desde los docentes más jóvenes que están viendo nuevas alternativas y de ahí pueden surgir cosas lindas. En un futuro sin precedentes en donde aparecen paradigmas nuevos y todo se vuelve tan incierto: Algoritmos, big data, realidad virtual, desaparición de empleos. En este escenario en el que cada vez la tecnología día a día está más presente, cada vez sabe más de nosotros y nos condiciona e influencia a la hora de tomar decisiones. Parecería que confiar demasiado en las experiencias de los adultos ya no se presenta como una alternativa ya que no sería garantía de nada. ¿Hacia dónde vamos y qué hacemos? ¿En quién confiamos? Me parece que la tecnología está logrando que lo que antes funcionaba como una pantalla ahora funciona como una realidad. Somos en el mundo virtual lo que somos en el mundo real. Ya no podemos escapar de eso. Hace poquito leía a Yuval Noah Harari con respecto al coronavirus. En algunos países se están desarrollando sistemas para ver desde el teléfono si estás infectado o no, midiendo el calor. Cuando esto pase, ¿que se va a hacer con todos esos datos? Son sistemas de control de las sociedades. Si logran meterse en nuestras vidas o si ya estamos involucrados de esa manera, no queda más que formar a las personas, ser lo que somos. Creemos que podemos crear un perfil distinto a nosotros y en realidad somos ese perfil cada vez más. Tenemos que hacernos cada vez más responsables de lo que hacemos, decimos y somos. Para eso es que la educación es fundamental. Confiar en los adultos desde ya que sí. Porque la humanidad que está detrás de una pantalla es una humanidad que se forma a base de afecto, vínculos, de historia, de resiliencia, de reconciliaciones con su propio pasado, su propia vida. Para mí la educación tiene ese trabajo de formar personas libres que no tengan que mostrar un perfil que no existe. Porque va a ser imposible mentirle a estos sistemas. Porque si ven todo y nos están vigilando tendremos que ser buenos, no queda otra (risas).