Padre, en tus manos encomiendo mi Espíritu.
Yo me refugio en ti, Señor,
¡que nunca me vea defraudado!
Yo pongo mi vida en tus manos,
Tú me rescatarás Dios fiel.
Soy la burla de mis enemigos,
la risa de mis propios vecinos;
soy espanto para mis amigos,
por la calle al verme huyen de mí.
Pero yo confío en Ti, Señor,
y te digo: "Tú eres mi Dios,
mi destino está en tus manos".
Líbrame de mi enemigo.
Sobre mí brille tu rostro,
sálvame por tu misericordia.
Sean fuertes, valerosos,
los que esperan en su Dios.