Con las manos extendidas,
el Obispo pide a Dios
Rem
que descienda a nuestras almas
el Espíritu de amor.
En la frente nos señala
con la cruz del Salvador,
con el Crisma nos infunde
el Espíritu de Dios.
Nuestros rostros acaricia
con cariño paternal
y nos dice, como Cristo:
“Que contigo esté la paz”.
Somos templos consagrados
donde habita el mismo Dios,
bautizados en la Gracia,
confirmados en Amor.
Que la Cruz de nuestra frente,
nos de fuerza celestial;
que este Crisma nos preserve
del pecado y la maldad.
Soy soldado de la Iglesia,
soy apóstol de la Cruz
lucharé toda mi vida
por el Reino de Jesús.