Lam
Esa flor que vi en el campo
Lam
y el sol de ese atardecer,
me hablaron de tu belleza,
Señor, y te quise ver.
Y por eso, por eso, oh Señor,
Lam
Lam
te adoré, te adoré, en silencio.
Y en los ojos de mi amigo,
brillando de amor sincero,
yo he podido imaginar
el poder de tu “te quiero”.
Y por eso, por eso, oh Señor,
más te amé, más te amé, en silencio.
Pero dimensión de amor
como la cruz de tu hijo,
no podía imaginar;
fue su amor el dolor vivo.
Y por eso, por eso, oh Señor,
me entregué, me entregué, en silencio.