Lam
Cuando era pequeño Jesús me llamó
Lam Lam
y, por el bautismo, su amistad me dio.
Hoy que soy más grande me vuelve a llamar
Lam Lam
para regalarme toda su bondad.
Yo quiero
decirte: “aquí estoy, Señor”,
Lam
Lam
porque me
llamaste y escuché tu voz.
Quiero darte gracias, querido Jesús,
y amar este mundo como lo amas Tú;
y tu voz amiga me hará comprender
toda la alegría que me da la fe.