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Beata Humiliana, viuda

Humiliana de Cerchi

Humiliana nació en Florencia en 1219 hija de Oliverio dei Cerchi, descendiente de los antiguos señores de Ancone in Val di Sieve. En tierna edad perdió a su madre, fue educada por su madrastra Ermelina di Cambio dei Benizi, consanguínea de san Felipe. En 1234, cuando todavía no tenía dieciséis años, por voluntad de sus parientes fue dada como esposa a un noble usurero. Fue un matrimonio de interés. Vivió en el matrimonio cinco años, y tuvo dos hijas. De natural enteramente diverso del de su esposo, Humiliana fue apoyada en este período por su óptima parienta Ravenna, dando a todos ejemplo de admirable piedad cristiana. Cada día se dedicaba muy temprano a la oración mental y se privaba del alimento y de vestidos para alimentar y vestir a los pobres.

En 1239, a los veinte años quedó viuda, renunció a parte de su dote para saldar las deudas de su difunto esposo y se dedicó con amor a la educación de sus niñas. Transcurrido el año de viudez, volvió a la casa paterna, forzada a dejar las hijas a los consanguíneos de su esposo. Reconfirmó entonces su propósito de vivir en castidad, rechazando las propuestas y las amenazas de los familiares que querían que pasara a nuevas nupcias. Varias veces pidió a la clarisas de Monticelli ser admitida entre ellas, pero en vano. Resignada a vivir en el mundo, se puso bajo la dirección espiritual del Franciscano Fray Miguel degli Alberti, progresando en la contemplación de Jesús crucificado. En 1240 en la Basílica de Santa Cruz recibió el hábito franciscano de la penitencia: fue la primera terciaria florentina, seguida de una larga serie de santas mujeres. En 1241 pidió y obtuvo del Papa el poder vivir apartada en la torre de los Cerchi, cerca de la Piazza della Signoria. También en este aislamiento sufrió persecuciones y contrariedades. Privada de todos sus bienes por medio del engaño, se alegró de ello, dio gracias a Dios y se dedicó a la penitencia y a la limosna, distribuyendo a los pobres cuanto le quedaba. Fueron muchos los carismas con que fue favorecida por Dios: éxtasis, espíritu profético y poderes taumatúrgicos.

Rodeada de aureola de santidad, murió el 19 de mayo de 1246 a la edad de 27 años y fue sepultada en la iglesia de Santa Cruz. Su culto fue aprobado por Inocencio XII el 24 de julio de 1694.

Nota de ETF: el elogio del Martirologio Romano menciona que «como esposa soportó muy malos tratos con una paciencia y una mansedumbre admirables». Si bien la Iglesia nos ofrece los santos como intercesores ante el trono de Dios, como anticipos de la gloria futura, y también como modelos para nuestra vida presente, no significa eso que debamos pretender que "lo santo cristiano" consiste en repetir lo que ellos hicieron: ni es necesariamente santo comerse un plato de loza para afirmar la obediencia, como hizo san Alonso Rodríguez, ni se debe aceptar como modelo de santidad el soportar malos tratos domésticos. El mundo parece haberse comprometido por fin a luchar activamente contra los malos tratos en el seno de la familia, y lo mismo corresponde hacer a cualquier creyente, sin que de ninguna manera se nos cuele la peregrina idea de que porque Dios aceptó el camino de santidad de una Humiliana u otros, signado por la lacra del maltrato, entonces el maltrato puede ser aceptado, tolerado, o simplemente pasado por alto. Contra el maltrato familiar deben ponerse en cada época todos los medios posibles para erradicarlo activamente, comenzando por los medios legales, sin que pueda ser puesta como excusa la religión para no luchar contra él.