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Beato Facio, laico

Fazio

En esa extraordinaria joya arquitectónica que es la catedral de Cremona, a poca distancia de la urna que custodia las reliquias de san Homobono, patrono de los sastres, hay sepultado otro santo laico, auténtico modelo de cómo pueden ser vividas cotidianamente las enseñanzas evangélicas. Facio, llamado también Fazio, nació en Verona en el 1200, de una familia muy religiosa. Fue confiado, todavía joven, a un maestro orfebre para que bajo su guía aprendiese la profesión. Sus grandes dotes de trabajador, su buen carácter y la joven edad lo hacían, a sólo los 26 años, famoso en toda la ciudad. Se atrajo, sin embargo, la envidia de los otros orfebres, y los ataques fueron tantos que Facio decidió trasladarse a Cremona. Volvió tiempo después a su ciudad con el propósito de reconciliarse con sus enemigos, pero el clima no había cambiado, y algunos le procuraron injustamente la cárcel. En ocasión de una guerra, y por pedido de los cremonenses, que lo consideraban su conciudadano, fue liberado y retornó a la ciudad lombarda. En un clima finalmente sereno, la ofebrería cedió su puesto al apostolado. Su corazón generoso lo llevaba a ayudar a cuantos estuvieran en necesidad, y fundó para ello la fraternidad laical Del Espíritu Santo, reservando un lugar en su propia casa, que con el tiempo llegará a ser el Hospital General de la ciudad.

El obispo, que lo estimaba muchísimo, lo eligió visitador general de los monasterios de la diócesis, hecho excepcional para un no consagrado. Cubrió el encargo con el máximo empeño hasta su muerte. En 1240 el beato fundó un hospital en Soncino, a cuyo costado se fundó la iglesia del Espíritu Santo, en seguida dedicada a su nombre (hoy lleva el título de San Antonio Abad).

Murió, aclamado santo por todos, el 18 de enero de 1272. En el obituario del Cabildo de la Catedral, en el cual Facio es llamado «Hermano», hay una relación detallada sobre su muerte. Pocos años después un sacerdote de nombre Juan escribió una «Vita» en latín, aportando en apéndice una larga lista de milagros -con muchos testimonios- que el pueblo de Cremona obtenía gracias a su intercesión. La primera biografía impresa fue escrita en 1606 por Leonardo Gregorio. El beato papa Pío IX confirmó el culto en 1873. Las reliquias, muchas veces objeto de reconocimiento, fueron primero veneradas en la iglesia a él dedicada, y ahora están en la cripta de la catedral, en cuyo tesoro se conservan algunas preciosas piezas de orfebrería hechas a mano por el beato.

Traducido para ETF de un artículo de Daniel Bolognini.