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San Auberto de Cambrai, obispo

Autberto

Existe una biografía de san Auberto, escrita a principios del siglo XII. Algunos autores la atribuyen a san Fulberto de Chartres, pero eso con stituye probablemente un error. Por otra parte, dicha biografía da tan pocos datos, que las cuatro páginas que Alban Butler consagra a san Auberto se reducen a generalidades o a datos históricos que nada tienen que ver con el tema. Lo primero que sabemos sobre el santo es que fue elegido obispo de Cambrai el año 633 o más tarde. El año 650, san Gisleno, que era entonces un ermitaño desconocido, empezó a fundar un monasterio cerca de Mons. No faltaron quienes quisiesen indisponerle con san Auberto; pero éste se negó a emitir un juicio sin oírle y, el resultado de la entrevista fue que san Auberto apoyó la empresa y consagró la iglesia construida por san Gisleno. Entre los que se preparaban para el sacerdocio en Cambrai, había un joven llamado Landelino, que escapó y llevó una vida licenciosa. Al cabo de algún tiempo, se arrepintió de su locura. San Auberto supo tratar el caso con tal habilidad, que Landelino se hizo monje, fundó varios monasterios y su nombre figura en el Martirologio Romano. San Auberto ayudó a abrazar la vida religiosa a varios distinguidos personajes de la época, como san Vicente Madelgario y su familia y Santa Amalburga, la madre de Santa Gúdula. Más seguro es el dato de que san Auberto asistió a la traslación de las reliquias de san Fursey a Peronne; San Eligio llevó a cabo dicha traslación hacia el año 650. San Auberto fue sepultado en la iglesia de San Pedro de Cambrai, que más tarde se transformó en una abadía de canónigos regulares y tomó el nombre del santo.

Ghesquiére publicó íntegra la biografía que se atribuye erróneamente a Fulberto, en Acta Sanctorum Belgii, vol. III, pp. 529-564. Hay un catálogo de milagros en Analecta Bollandiana, vol. XIX (1900), pp. 198-212. Acerca de la confusión entre el obispo de Cambrai, Auberto, y el conde de Ostrevant, Audeberto, véase Analecta Bollandiana, vol. II (1933), pp. 99-116.