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San Epifanio de Pavia, obispo

21 de enero

La fama de la santidad y milagros de Epifanio le ganó las simpatías de los débiles emperadores romanos de su tiempo, así como el favor de los reyes Odoacro y Teodorico, aunque los intereses de tan grandes y poderosos señores eran totalmente opuestos. Epifanio conquistó con su elocuencia y su caridad a los salvajes bárbaros, obtuvo la vida y la libertad de millares de cautivos y la abolición de muchas leyes opresivas, así como la disminución de los elevados impuestos públicos. Su generosa caridad salvó la vida de muchas gentes castigadas por el hambre, y su celo ayudó a que se mitigara el torrente de iniquidades en aquellos agitados tiempos.

Epifanio desempeñó una embajada ante el emperador Antemio, y otra ante el rey Eurico en Toulouse, con la esperanza de evitar la guerra. Reconstruyó Pavia, que había sido destruida por Odoacro, y mitigó el ímpetu de Teodorico en sus victorias. Epifanio emprendió un viaje a Borgoña para rescatar a los cautivos de Gondebaldo y Godegisilo, y murió de fiebre y de frío, a su vuelta a Pavia, a la edad de cincuenta y ocho años. Su muerte fue la de un mártir de la caridad. En vida, su rebaño le honraba con una profusión de nombres de cariño y encomio: «el pacificador», «la gloria de Italia«, «luz de los obispos», y también «papa», es decir «padre». Su cuerpo fue trasladado a Hildesheim, en la Baja Sajonia, el año 963. Brower opina que sus reliquias se hallan en el ataúd de plata cercano al altar.

En Acta Sanctorum, enero II, 365ss se reproduce la extensa biografía escrita por Ennodio, su sucesor, considerada su mejor obra; también en MGH, Auctores Antiquissimi, vol. VII, pp. 84-110. Cf. Analecta Bollandiana, vol. XVII (1898), pp. 124-127.