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San Fortunato de Nápoles, obispo

14 de junio

No se conoce con precisión la fecha de su episcopado, que debió haber transcurrido a mediados del siglo IV, al tiempo que arreciaba la herejía arriana. Ésta había sido difundida por el hereje Arrio de Alejandría (280-336), que afirmaba que el Verbo, encarnado en Jesús, no era de la misma sustancia que el Padre, sino que era la primera de sus criaturas. La herejía desencadenó una lucha, por momentos violenta, entre las dos posiciones que tomaron partido en la Iglesia de aquel tiempo -llegó a haber realmente dos iglesias-, y a las cuales no fue extraño el poder civil. El obispo de Nápoles, Fortunato, hizo todo lo posible por preservar su diócesis del contagio arriano, no obstante las tentativas de unos obispos orientales favorables a la herejía, huídos del Concilio de Sárdica, que querían ponerlo de su parte.

Se sabe que hizo construir una basílica-cementerio que tomó su nombre, en el Valle della Sanità, cerca de las catacumbas de san Gaudioso, y que esta basílica tuvo gran importancia. Allí mismo fue sepultado el santo tras su muerte, y en el mismo lugar fueron depositados los restos de san Máximo, 10º obispo de Nápoles, que, víctima de la dicha herejía arriana, había muerto en el exilio, en Oriente, y a quien su sucesor, el obispo san Severo, había hecho trasladar de nuevo a Nápoles.

Bajo el episcopado de Juan el Escriba (+ 849), las reliquias de san Fortunato y de san Máximo fueron trasladadas a la «Stefania», la antigua catedral de Nápoles. De este mismo período es el famoso «Calendario marmóreo» de Nápoles -un calendario santoral antiguo, del siglo IX, que es una fuente importantísima para determinar qué santos se veneraban en aquella importante diócesis-, que se conserva actualmente en la Catedral napolitana. Allí se reporta a san Fortunato el 14 de junio, y en esa misma fecha quedó inscripto tanto en los demás calendarios napolitanos como en el Martirologio Romano.

Incluso ahora muchos napolitanos llevan el nombre de Fortunato, lo que testimonia el largo e incesante culto gozado a través de los siglos por este santo obispo, del cual, lamentablemente, no es posible dar más noticias.

Traducido para ETF, con escasos cambios, de un artículo de Antonio Borrelli.