santos

San Francisco María de Camporosso, religioso

Juan Croese

En Camporosso, pequeña ciudad sobre la costa de Liguria, vivía hacia los inicios del siglo XIX una familia apellidada Croese, formada por campesinos y cultivadores de olivos en pequeña escala. En 1804, nació en el seno de aquella familia un hijo al que se bautizó con el nombre de Juan. Era el segundo de los cuatro hijos del matrimonio Croese y recibió, igual que sus hermanos, una educación religiosa muy simple. Como era de esperarse, comenzó a trabajar en la granja y las plantaciones de su padre en cuanto tuvo la edad para hacerlo. Sin embargo, al cumplir los dieciocho años, Juan conoció a un hermano lego del convento de los frailes menores, quien despertó la vocación del joven por la vida religiosa. Al poco tiempo. Juan se presentó en el convento franciscano de Sestri Ponente, donde fue aceptado como terciario y recibió el nombre de Antonio. Pasó dos años en el servicio de aquella casa y, como aspiraba a llevar una vida de mayor austeridad, solicitó su ingreso entre los frailes menores capuchinos. Se le envió a hacer el noviciado en Génova y, en 1825, recibió el hábito de hermano lego, con el nombre de Francisco María. Al año siguiente, hizo su profesión y se le envió a trabajar en la enfermería, de donde se le sacó para darle el cargo de gestor, cuyo oficio consistía en pedir limosna para la comunidad, de puerta en puerta. Aquel trabajo resultaba tan desagradable para el hermano Francisco, que pensó seriamente en pedir a sus superiores que se lo cambiaran; sin embargo, tal vez por espíritu de sacrificio, cuando el padre guardián le propuso que desempeñase el cargo de gestor en la ciudad de Génova, aceptó inmediatamente.

Por cierto que no todos los genoveses estaban bien dispuestos a ayudar a los religiosos, y no fueron pocas las veces en que el hermano Francisco recibió piedras en vez de pan, pero perseveró con inagotable paciencia durante diez años y llegó a ser el limosnero mejor conocido en la ciudad, donde ninguno de los habitantes le negaba algo o le trataba mal. Su figura escuálida era familiar en los muelles y las gentes iban ahí a buscarle porque tenía fama de poder dar informaciones precisas y ciertas sobre las gentes que se hallaban en tierras lejanas y a las que nunca había visto. Los genoveses le acosaban con pedidos de noticias sobre los amigos y parientes que habían emigrado. También se le atribuían al hermano Francisco diversos milagros, sobre todo de curaciones a enfermos deshauciados y, si bien algunos extranjeros le insultaban o se burlaban de él, en toda Génova se le llamaba el «Padre santo». Era en vano que él protestase por aquel tratamiento y alegase que no era más que un hermano lego y no un sacerdote, porque «Padre santo» siguieron llamándole todos, y en verdad que era un padre para los pobres y los afligidos que acudían a él.

Durante dos años, el hermano Francisco padeció de várices, sin decir nada a nadie hasta que su cojera lo traicionó. En el examen se le encontró una pierna en muy mal estado. Ya para entonces, el hermano tenía sesenta años, estaba agotado por una vida de mortificaciones y así soportó una dolorosa operación, que no mejoró el estado de su pierna para nada. En agosto de 1866, Génova fue azotada por una devastadora epidemia de cólera, y los capuchinos, lo mismo que los otros religiosos de la ciudad, salieron a atender a los enfermos. El hermano Francisco, que casi no podía moverse, se sintió tan conmovido por los horrores que presenció que, con toda solemnidad, ofreció a Dios su vida para que cesara la epidemia. Aquel mismo día, predijo con todo detalle las circunstancias de su próxima muerte. El 15 de septiembre le atacó la enfermedad y, dos días más tarde, entregó el alma al Señor. Desde aquel momento, la fuerza de la epidemia disminuyó hasta cesar completamente, La tumba del hermano Francisco llegó a ser muy famosa por los milagros que en ella se realizaban. En 1929 fue solemnemente beatificado. El Papa Juan XXIII lo canonizó el 9 de diciembre de 1962.

El decreto de beatificación, impreso en el Acta Apostolicae Sedis, vol. XXI (1929), pp, 485-488, incluye un esbozo biográfico. En la fecha de su beatificación, se publicaron o se reeditaron varias biografías del hermano Francisco. La más digna de consideración es la que escribió en italiano Fr. Luigi da Porto Maurizio, así como la del fraile francés Constara de Pélissanne (1929).