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San Frutos, eremita

Fructus

Sepúlveda era un caserío de Castilla la Vieja, encaramado sobre las pendientes rocosas de la Sierra de Guadarrama, a la entrada del paso de Somosierra. Más o menos 20 km al noroeste de Sepúlveda, hay una enorme roca que domina un precipicio de casi cien metros de profundidad, estrecho y oscuro cañón, en cuyo fondo corre el río Duratón, que las gentes del lugar conocen desde tiempos inmemoriales con el nombre de Cuchillada. En aquella peña agreste y aislada del resto del mundo, vivían a fines del siglo VII los hermanos Frutos y Valentín y su hermana Engracia. Dice la tradición que aquella Cuchillada se abrió en las rocas milagrosamente para proteger a Frutos, perseguido de cerca por los moros. En aquel nido de águilas se estableció Frutos. Le siguieron sus hermanos: Valentín fue a morar en un vecino nicho de piedra y Engracia se refugió en una gruta abierta en el muro de roca que caía sobre el río. Al imaginarla allí, joven, hermosa y llena de devoción y amor a Dios, se evocan las palabras del Cantar de los Cantares: «Paloma mía, en las grietas de la roca, en escarpados escondrijos, muéstrame tu semblante, déjame oír tu voz; porque tu voz es dulce, y gracioso tu semblante» (2,14).

Frutos murió en paz sobre su observatorio de eternidad, hacia el año 715, poco después de la invasión de los árabes, pero su hermano y su hermana perdieron la vida a manos de los invasores. Frutos fue sepultado en un pequeño santuario al que inmediatamente comenzaron a acudir los fieles cristianos de los alrededores. Alfonso VI de Castilla cedió aquella capilla con sus terrenos a Fortunio, abad de Silos, en la diócesis de Burgos, en el año de 1076 y, en el curso de los veinte años siguientes se edificó en el lugar una nueva iglesia, consagrada el año 1100, y que aún existe.

Buena parte de las reliquias de san Frutos fue trasladada a la ciudad de Segovia, al pie de la Sierra de Guadarrama, de donde se le nombró patrono. En 1681, una de las reliquias del santo tuvo el honor de ser venerada en el Escorial. A fines del siglo XIX, la iglesia de san Frutos era el santuario más frecuentado en la diócesis de Segovia, y los días 25 de octubre, fecha de su fiesta, el templo era pequeño para contener a tantos peregrinos.

El investigador benedictino Dom Férotin publicó una inscripción grabada en el año 1019 por tres peregrinos en una piedra de la ermita de San Valentín, que atestigua la popularidad del culto a este santo y sus hermanos. En 1570, un abad de Silos escribió un relato de los numerosos milagros obrados en aquel lugar santo. Se cuenta, por ejemplo, que en 1225, cuando llegaron los peregrinos para las fiestas de la Santísima Trinidad, venía entre ellos un caballero de Segovia con su esposa. El hombre tenía profundos agravios contra su mujer y estaba dispuesto a matarla. Cuando ambos ascendían por la pendiente, hacia la ermita de San Valentín, empujó a la mujer hacia el abismo. La infortunada profirió un grito desgarrador y cayó hasta el fondo. Los peregrinos y los religiosos bajaron a toda prisa y encontraron a la dama ilesa, arrodillada junto al río dando gracias a Dios y a san Frutos por su salvación. Después de aquel prodigio, la mujer abandonó a su esposo para ingresar a un monasterio y no pasó mucho tiempo sin que su esposo, arrepentido, hiciera lo propio.

En 1476, una bula de Sixto IV dio a los dos hermanos el título de mártires para su culto en Silos. Un misal de Segovia impreso en 1500 nombra a Valentín, confesor, y a Engracia, virgen. Más tarde, a los tres se los veneró como mártires en la diócesis de Segovia. En la actualidad, sin embargo, el Martirologio sólo inscribe a san Frutos, aunque los dos hermanos, Valentín y Engracia, siguen recibiendo culto local, en Segovia, el día 26 de octubre.

Acta Sanctorum, oct. vol. XI, pp. 692-704. Lo que ahí dice se complementa con la obra de M. Férotin, Hist. de l'abbaye de Silos, 1897, pp. 217-223, 293-294, 339 y 343. La Bio-bibliographie, vol. I, 1905, cols. 1621-1622, de U. Chevaliere. En cuanto al milagro de la mujer arrojada al precipicio, véase Le Sacrement de l'amour, tercera ed. 1950, de Ch. Massabki. Aquí puede verse una serie de fotos del entorno y la ermita de San Frutos.