santos

Santos Octavio, Solutor y Adventor, mártires

20 de noviembre

«Así como debemos, hermanos, celebrar con gran devoción a todos los santos mártires, debemos tratar con veneración más solemne a los que derramaron su sangre entre nuestras casas. Porque si bien todos los santos están presentes en todas partes y para todos, los que han sufrido el suplicio por nosotros son nuestros especiales intercesores...»

Así comienza el Sermón 12 de san Máximo de Turín en el que evoca los tres mártires turineses Octavio, Adventor y Solutor. Lamentablemente, no da en el sermón ningún dato concreto con el que podamos situar mejor los santos en la histroia, ni enterarnos de detalles concretos de su gesta por la fe; san Máximo pronuncia su sermón recién entrado el siglo IV: para él y sus oyentes la historia de estos mártires no era algo tan lejano, y seguramente no era desconocida, pero por ese mismo motivo lo quedó para nosotros, que sólo podemos en la actualidad asegurar que existieron y dieron su vida por nuestra fe, porque así fue atestiguado de forma ininterrumpida.

Una leyenda posterior nos dice que estos tres santos formaban parte de la gloriosa Legión tebea o tebana. Nos cuenta Butler que, según esta misma leyenda, «[...] los pocos miembros de la legión que no fueron exterminados en la matanza general por haberse hallado ausentes en aquellos momentos, como San Alejandro de Bérgamo, los santos Octavio, Adventor y Solutor, en Turín, y San Gereón, en Colonia, fueron igualmente localizados y muertos por su fe. [...]». Debe tenerse presente, de todos modos, que la pertenencia a la Legión es incierta, y puede deberse el dato a la mera necesidad popular de rellenar un hueco del saber, como ocurrió tantas veces en las historias de vida que se le atribuyeron a los santos. Si tuvieron alguna relación con la Legión Tebea, su martirio tuvo lugar en torno al 302, en la persecución de Maximiano.

Según tradiciones locales turinesas, Octavio y Adventor fueron muertos en Turín, mientras que Solutor huyó, pero fue atrapado y muerto; una piadosa matrona romana de Ivrea hizo transportar el cuerpo de nuevo a Turín, y dio sepultura a los tres juntos, quedando señalado el lugar con una capilla. A partir de allí, la tradición de sucesivas iglesias es ininterrumpida: en 490 se amplía el templo, en 1009 se construye allí mismo un monasterio benedictino. Luego, en 1536 las reliquias son trasladadas a la Conssolata de Turín, hasta que en 1619 se construye en la misma ciudad la iglesia De Los Santos Mártires, donde reposan hasta la actualidad.

Basado en un artículo de Fabio Arduino en Santi e beati.