La Sagrada Biblia

Isaías

  1. Is 1
  2. Is 2
  3. Is 3
  4. Is 4
  5. Is 5
  6. Is 6
  7. Is 7
  8. Is 8
  9. Is 9
  10. Is 10
  11. Is 11
  12. Is 12
  13. Is 13
  14. Is 14
  15. Is 15
  16. Is 16
  17. Is 17
  18. Is 18
  19. Is 19
  20. Is 20
  21. Is 21
  22. Is 22
  23. Is 23
  24. Is 24
  25. Is 25
  26. Is 26
  27. Is 27
  28. Is 28
  29. Is 29
  30. Is 30
  31. Is 31
  32. Is 32
  33. Is 33
  34. Is 34
  35. Is 35
  36. Is 36
  37. Is 37
  38. Is 38
  39. Is 39
  40. Is 40
  41. Is 41
  42. Is 42
  43. Is 43
  44. Is 44
  45. Is 45
  46. Is 46
  47. Is 47
  48. Is 48
  49. Is 49
  50. Is 50
  51. Is 51
  52. Is 52
  53. Is 53
  54. Is 54
  55. Is 55
  56. Is 56
  57. Is 57
  58. Is 58
  59. Is 59
  60. Is 60
  61. Is 61
  62. Is 62
  63. Is 63
  64. Is 64
  65. Is 65
  66. Is 66
  1. 1
    ¡Oh, si rompiese los cielos, y descendieras, y a tu presencia se escurriesen los montes,
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  2. 2
    como fuego que abrasando derrite, fuego que hace hervir el agua, para que hicieras notorio tu nombre a tus enemigos, y los gentiles temblasen a tu presencia!
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  3. 3
    Como descendiste, cuando hiciste cosas terribles cuales nunca esperábamos, que los montes escurrieron delante de ti.
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  4. 4
    Ni nunca oyeron, ni oídos percibieron; ni ojo ha visto Dios fuera de ti, que hiciese otro tanto por el que en él espera.
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  5. 5
    Saliste al encuentro al que con alegría obró justicia. En tus caminos se acordaban de ti. He aquí, tú te enojaste porque pecamos; tus caminos son eternos y nosotros seremos salvos.
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  6. 6
    Que todos nosotros eramos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia; y caímos todos nosotros como la hoja del árbol ; y nuestras maldades nos llevaron como viento.
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  7. 7
    Y nadie hay que invoque tu nombre, ni que se despierte para tenerte, por lo cual escondiste de nosotros tu rostro, y nos dejaste marchitar en poder de nuestras maldades.
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  8. 8
    Ahora pues, SEÑOR, tú eres nuestro padre; nosotros lodo, y tú el que nos obraste, así que obra de tus manos somos todos nosotros.
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  9. 9
    No te aíres, oh SEÑOR, sobremanera; ni tengas perpetua memoria de la iniquidad. He aquí, mira ahora, pueblo tuyo somos todos nosotros.
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  10. 10
    Tus santas ciudades son desiertas, Sion desierto es, y Jerusalén soledad.
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  11. 11
    La Casa de nuestro Santuario y de nuestra gloria, en la cual te alabaron nuestros padres, fue quemada al fuego; y todas nuestras cosas preciosas fueron destruidas.
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  12. 12
    ¿Te estarás quieto, oh SEÑOR, sobre estas cosas? ¿Callarás, y nos afligirás sobremanera?
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