La Sagrada Biblia

Jeremías

  1. Jer 1
  2. Jer 2
  3. Jer 3
  4. Jer 4
  5. Jer 5
  6. Jer 6
  7. Jer 7
  8. Jer 8
  9. Jer 9
  10. Jer 10
  11. Jer 11
  12. Jer 12
  13. Jer 13
  14. Jer 14
  15. Jer 15
  16. Jer 16
  17. Jer 17
  18. Jer 18
  19. Jer 19
  20. Jer 20
  21. Jer 21
  22. Jer 22
  23. Jer 23
  24. Jer 24
  25. Jer 25
  26. Jer 26
  27. Jer 27
  28. Jer 28
  29. Jer 29
  30. Jer 30
  31. Jer 31
  32. Jer 32
  33. Jer 33
  34. Jer 34
  35. Jer 35
  36. Jer 36
  37. Jer 37
  38. Jer 38
  39. Jer 39
  40. Jer 40
  41. Jer 41
  42. Jer 42
  43. Jer 43
  44. Jer 44
  45. Jer 45
  46. Jer 46
  47. Jer 47
  48. Jer 48
  49. Jer 49
  50. Jer 50
  51. Jer 51
  52. Jer 52
  1. 1
    ¡Oh, si mi cabeza se tornase aguas, y mis ojos fuentes de aguas, para que llore día y noche los muertos de la hija de mi pueblo!
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  2. 2
    ¡Oh, quién me diese en el desierto un mesón de caminantes, para que dejase mi pueblo, y de ellos me apartase! Porque todos ellos son adúlteros, congregación de rebeldes.
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  3. 3
    E hicieron que su lengua, como su arco, tirase mentira; y no se fortalecieron por verdad en la tierra; porque de mal en mal procedieron, y me han desconocido, dijo el SEÑOR.
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  4. 4
    Guárdese cada uno de su compañero, ni en ningún hermano tenga confianza; porque todo hermano engaña con falacia, y todo compañero anda con falsedad.
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  5. 5
    Y cada uno engaña a su compañero, y no hablan verdad; enseñaron su lengua a hablar mentira, se ocupan de hacer perversamente.
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  6. 6
    Tu morada es en medio de engaño; de muy engañadores no quisieron conocerme, dice el SEÑOR.
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  7. 7
    Por tanto, así dijo el SEÑOR de los ejércitos: He aquí que yo los fundiré, y los ensayaré; porque ¿cómo he de hacer por la hija de mi pueblo?
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  8. 8
    Saeta afilada es la lengua de ellos; engaño habla; con su boca habla paz con su amigo, y dentro de sí pone sus asechanzas.
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  9. 9
    ¿No los he de visitar sobre estas cosas? Dijo el SEÑOR. ¿De tal gente no se vengará mi alma?
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  10. 10
    Sobre los montes levantaré lloro y lamentación, y llanto sobre las moradas del desierto; porque desolados fueron hasta no quedar quien pase, ni oyeron bramido de ganado; desde las aves del cielo y hasta las bestias de la tierra se transportaron, y se fueron.
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  11. 11
    Y pondré a Jerusalén en montones; en morada de dragones; y pondré las ciudades de Judá en asolamiento, que no quede morador.
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  12. 12
    ¿Quién es varón sabio que entienda esto? ¿Y a quién habló la boca del SEÑOR, para que pueda declararlo? ¿Por qué causa la tierra ha perecido, ha sido asolada como desierto, que no hay quien pase?
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  13. 13
    Y dijo el SEÑOR: Porque dejaron mi ley, la cual di delante de ellos, y no escucharon mi voz, ni caminaron por ella;
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  14. 14
    antes se fueron tras la imaginación de su corazón, y en pos de los baales que les enseñaron sus padres;
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  15. 15
    por tanto, así dijo el SEÑOR de los ejércitos, Dios de Israel: He aquí que a este pueblo yo les daré a comer ajenjos, y les daré a beber aguas de hiel.
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  16. 16
    Y los esparciré entre gentiles que no conocieron ellos ni sus padres; y enviaré espada en pos de ellos, hasta que yo los acabe.
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  17. 17
    Así dijo el SEÑOR de los ejércitos: Considerad con atención, y llamad endecheras que vengan; y enviad por las sabias que vengan;
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  18. 18
    y dense prisa, y levanten llanto sobre nosotros, y córranse nuestros ojos en lágrimas, y nuestros párpados en aguas se destilen.
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  19. 19
    Porque voz de endecha fue oída de Sion: ¡Cómo hemos sido destruidos! En gran manera hemos sido avergonzados. ¿Por qué dejamos la tierra? ¿Por qué nos han echado de sí nuestras moradas?
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  20. 20
    Oíd, pues, oh mujeres, palabra del SEÑOR, y vuestro oído reciba la palabra de su boca; y enseñad endechas a vuestras hijas, y cada una a su amiga, lamentación.
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  21. 21
    Porque la muerte ha subido por nuestras ventanas, ha entrado en nuestros palacios; para talar los niños de las calles, los jóvenes de las plazas.
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  22. 22
    Habla: Así dijo el SEÑOR: Los cuerpos de los hombres muertos caerán como estiércol sobre la faz del campo, y como manojo tras el segador, que no hay quien lo recoja.
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  23. 23
    Así dijo el SEÑOR: No se alabe el sabio en su sabiduría, ni se alabe el valiente en su valentía, ni el rico se alabe en sus riquezas.
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  24. 24
    Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy el SEÑOR, que hago misericordia, juicio, y justicia en la tierra, porque estas cosas quiero, dijo el SEÑOR.
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  25. 25
    He aquí que vienen días, dijo el SEÑOR, y visitaré a todo circuncidado junto con el de prepucio:
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  26. 26
    A Egipto, y a Judá, y a Edom, y a los hijos de Amón y de Moab, y a todos los arrinconados en el postrer rincón, que moran en el desierto; porque todos los gentiles tienen prepucio; y toda la Casa de Israel tiene prepucio en el corazón.
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