Pedimos a Dios Padre que no nos deje solos y a merced de la tentación. Pedimos al Espíritu saber discernir, por una parte, entre la <i>prueba</i>, que nos hace crecer en el bien, y la <i>tentación</i>, que conduce al pecado y a la muerte; y, por otra parte, entre <i>ser tentado</i> y <i>consentir</i> en la tentación. Esta petición nos une a Jesús, que ha vencido la tentación con su oración. Pedimos la gracia de la vigilancia y de la perseverancia final.