Católicos Parteros
La paz y el amor de Cristo resucitado estén con todos nosotros. Bendecido día a día, les saluda su hermano en Cristo.
Hoy Dios nos concede la gracia de reunirnos nuevamente en torno a su palabra, para hablar de un tema que se presenta comúnmente en nuestras iglesias y grupos de apostolado. Este tema hace referencia a los católicos inconstantes, aquellos que asisten al templo cuando "les nace hacerlo".
Ciertamente, la fe no puede entrar obligada en el corazón de nadie. También es cierto que aunque nuestra convicción es trabajar para que todos se salven, la salvación en sí es una decisión personal (nadie lleva a otro obligado al cielo). Pero también es cierto que debemos insistir en animar a estos hermanos que viven esta situación.
¿Qué te Mueve? La Emoción o la Convicción?
Debemos determinar por qué estamos aquí. Las emociones son sentimientos pasajeros y variables de acuerdo a nuestro estado de ánimo, en cambio la convicción es la certeza y decisión firme de creer en algo. Muchas veces nuestra fe se basa más en emociones que en convicción. Un ejemplo claro de esto es cuando estamos en una situación difícil de salud o sentimental y nos abocamos a la oración constante para que Dios nos ayude a salir de esa situación, pero que luego que esa situación mejora nos olvidamos de ir a misa y de seguir con la oración constante.
El Doble Ánimo
El doble ánimo es cuando la persona es inconstante, es cuando hoy dice sí y mañana no, es cuando hoy cree en Dios porque está bien y mañana no tanto porque está enfermo(a). Es cuando hoy es una persona de fe y mañana no lo es, es cuando hoy tiene la convicción de algo y mañana ya no está convencido de nada.
El libro de Santiago nos dice que una de las cosas con las que trabaja el doble ánimo es con la duda: (Santiago 1:6) “Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra.”
Santiago compara a este tipo de personas con una onda del mar, si se fijan en el mar, las olas no se crean por sí mismas, las olas no tienen voluntad propia sino que cualquier ráfaga de viento las mueve de un lugar a otro, la ola es inconstante, es flexible, está ahorita aquí y luego allá.
Santiago no le estaba escribiendo a un montón de desconocidos, Santiago le estaba escribiendo a cristianos, a sus hermanos en la fe. Él mismo les advierte que el que sea de esta manera, o sea como una ola del mar que hoy sí y mañana no, que no espere nada de Dios, pues termina diciendo que la persona de doble ánimo es inconstante en TODOS sus caminos (Santiago 1:8). O sea, no es de fiar, es una persona insegura, es una persona falta de dominio propio, es una persona que cualquiera le dice algo y ya la saca de su convicción, es una persona que cualquier problemita lo tira al suelo, es una persona que hoy se sabe la Biblia entera y mañana cuando tiene el problema no se acuerda ni de un solo verso, ni de lo que Dios puede hacer en su vida.
Constancia o Inconstancia
Se pueden tener grandes propósitos para alcanzar una virtud, iniciar el camino correcto o realizar actos concretos que dispongan para ella. Sin la constancia, todo quedará en un manojo de buenas intenciones, excelentes intuiciones y un puñado de frutos verdes e inmaduros arrancados por el viento.
La constancia es la firmeza y la perseverancia del ánimo. En palabras muy elegantes del poeta y literato italiano, Arturo Graf, “la virtud por la cual todas las otras virtudes dan su fruto.”
Los hombres estamos llamados a ser la tierra buena donde la semilla de la voz de Dios y las virtudes puedan crecer y dar fruto con perseverancia (cf. Lc 8,15). Por ello es bueno tener a la mano algunos elementos que pueden ayudar para formar esta virtud.
Formar la Virtud de la Constancia
Tener un fin concreto y una motivación profunda. En los actos que realizamos, el fin es lo primero que pone en movimiento al hombre aunque sea lo último que consiga. ¿Por qué quiero conquistar esta virtud? Habrá muchas motivaciones muy válidas en el plano humano, pero a fin de cuentas, en el plano sobrenatural, buscamos agradar a Dios. Él a su vez, como nos dice san Pablo, a los que con perseverancia en el bien busquen gloria, honor e inmortalidad, les dará la vida eterna (cf. Rm 2,5-8).
Para actualizar este fin y motivación puede valerse de un lema o una frase que le ayude a recordar la virtud que desea alcanzar. Allí entra nuestra amiga la constancia. Grandes hombres y mujeres en la historia se han ayudado de este medio y han escrito lemas como: “obediencia y paz”, “en Ti confío”, “cooperador de la verdad”, “en todo amar y servir”, “dar siempre con alegría”, etc.
Otro aspecto que puede servir es “dejar constancia” de la virtud que buscamos, hacer un pequeño programa para dicha virtud. No hay que tener miedo de escribirla en un papel, en la agenda y, sobre todo, en el corazón. Una sola virtud, aunque en realidad conseguiremos dos, la virtud propuesta y la virtud de la constancia. Tomás de Kempis, en La Imitación de Cristo, dice que “si cada año desarraigásemos un vicio, presto seríamos perfectos” (Libro I, IX, 3). Así que una virtud al año, a nadie le hace daño.
En Resumen
Podemos determinar que los católicos parteros son aquellos inconstantes que los mueven el sentimiento y no la convicción. También hablamos del valor de la constancia como virtud necesaria para nuestra fe y de cómo podemos lograr esta virtud.
Conclusión
Espero que este mensaje pueda servir para que sigas adelante en tu camino. Te invito a seguirnos en las redes sociales del Rincón de Apologética Católica y en mis redes personales:
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Como siempre, les invito a seguir juntos viviendo por Jesús resucitado.