Orar o rezar: diferencia y validez
Las palabras rezar y orar son aceptadas tanto por la Real Academia Española como por la Asociación de Academias de la Lengua Española como sinónimos.
Lingüísticamente hablando, ambos términos poseen el mismo significado; acción de dirigirse oral o mentalmente a una figura religiosa superior para pedir, agradecer o comunicar algo.
No obstante, dentro de la tradición religiosa judeo-cristiana, ambas palabras tienen acepciones distintas.
Orar es dirigirse a Dios, hablar con Dios cara a cara, aceptando su omnipresencia, su bondad y confiando en su juicio cómo Padre.
Al orar se lleva a cabo un diálogo que puede materializarse de muchas formas.
Una de estas es rezando.
Orar viene del latín orare; y rezar, del latín recitare, del que también proviene el español recitar.
Ya en latín, los verbos orare y recitare tienen sentidos muy próximos: el primero significa “pronunciar una fórmula ritual, una oración, una defensa en un juicio”; el segundo, “leer en voz alta y clara” Según el uso corriente, en los países latinos y en las lenguas románicas prevaleció para orare el sentido de rezar, o sea, decir o hacer una oración o súplica religiosa.
Los católicos le damos al verbo rezar un sentido bastante amplio y genérico, y reservamos la palabra oración más especialmente, pero no exclusivamente para los diversos géneros de oración mental, como la meditación, la contemplación, etc.
Del punto de vista católico, en el Catecismo de la Iglesia Católica, en sus numerales 2558-2654) el término oración engloba a todos los géneros de oración, desde la de petición hasta las oraciones de alabanza y glorificación a Dios.
Lo vemos en la oración del padre nuestro. Cf C.I.C 2607) (MT 6.9-13. LC 11. 1-4)
Los protestantes, sin embargo, resaltan esa diferencia por dos motivos.
Primero, porque para ellos sirve de seña.
En efecto, acentuando arbitrariamente esa pequeña diferencia de matiz entre las palabras, ellos utilizan orar en vez de rezar;
y así inmediatamente se identifican como protestantes (como se les llamaba hasta hace poco) o cristianos.
Esto tiene la ventaja, para ellos, de detectar entre los asistentes a otros protestantes que ahí estén.
Es un recurso al cual recurren todas las sectas dotadas de un fuerte deseo de expansión, como es el caso de los protestantes en América Latina.
Por otro lado, la oración para los protestantes no tiene el mismo alcance que para nosotros los católicos.
Mientras que para nosotros el término oración engloba a todos los géneros de oración desde la oración de petición hasta las oraciones de alabanza y glorificación de Dios, los protestantes descartan la necesidad de la oración de petición, que para ellos tiene poco o ningún sentido.
Mas los católicos sabemos que la vida en esta tierra es una lucha ardua, en que debemos pedir a Dios en primer lugar los bienes eternos y después los bienes terrenos de que tenemos necesidad.
Los protestantes prefieren decir “orar”, porque tienen en vista preponderantemente la oración gratulatoria y doxológica (de alabanza y gloria a Dios).
En cuanto a los bienes de esta vida, tampoco tiene mucho sentido para ellos la oración de petición. Pues, según la doctrina protestante, si tenemos fe ya somos salvos, indicio de que estaríamos en la lista de los predestinados, Dios nos premia también con el éxito en la vida terrena.
Jesucristo, nuestro Señor, dio ejemplo de una oración larga y repetitiva en el Huerto de los Olivos. Mateo 26
39 Y adelantándose un poco, se postró con el rostro en tierra, orando y diciendo: «Padre mío, si es posible, pase este cáliz lejos de Mí; mas no como Yo quiero, sino como Tú».
40 Y yendo hacia los discípulos, los encontró durmiendo. Entonces dijo a Pedro: «¿No habéis podido, pues, una hora velar conmigo?
41 Velad y orad, para que no entréis en tentación. El espíritu, dispuesto (está), mas la carne, es débil».
42 Se fue de nuevo, y por segunda vez, oró así: «Padre mío, si no puede esto pasar sin que Yo lo beba, hágase la voluntad tuya».
43 Y vino otra vez y los encontró durmiendo; sus ojos estaban, en efecto, cargados.
44 Los dejó, y yéndose de nuevo, oró una tercera vez, diciendo las mismas palabras. (C.I.C 2607-2615)
Para sustentar que “no debemos orar repetitivamente”, (vanas repeticiones) los protestantes, como bien lo indica la consulta, apelan a la Biblia. Probablemente se refieren al Evangelio de San Mateo 6, 7 “En la oración no afectéis [queráis] hablar mucho, como hacen los gentiles, que se imaginan haber de ser oídos a fuerza de palabras”. Para ellos son solo vanas repeticiones Y se olvidan de:
Apocalipsis 4.
[8]Los cuatro Vivientes tienen cada uno seis alas, están llenos de ojos todo alrededor y por dentro, y repiten sin descanso día y noche: «Santo, Santo, Santo, Señor, Dios Todopoderoso, «Aquel que era, que es y que va a venir».» Y por ahí se ve como los protestantes, abandonando la sabiduría de la Iglesia fundada por Jesucristo y arrogándose el derecho al libre examen, se apartan de la recta interpretación de las Sagradas Escrituras, haciendo aluciones lineales, sin tomar en cuenta otros pasajes sobre el mismo tema,
lo cual es indispensable para llegar al verdadero sentido de todos ellos.
En cuanto a la negación del valor del Rosario, por vanas repeticiones una vez más es el resultado del análisis torcido que caracteriza toda la teología protestante.
El Rosario está compuesto de las más sublimes oraciones: el Padre Nuestro, el Ave María y el Gloria al Padre. Con todo, no se restringe a la repetición de esas oraciones.
Su concepción es otra: mientras los labios profieren palabras sublimes, la mente se eleva a la contemplación de los principales misterios de nuestra Fe y el corazón se abrasa en el amor a Dios y a la Santísima Virgen.
El Rosario es una suave importunación que enternece al Corazón de la Madre de Dios,
una aparente contradicción de términos ¡importunación enternecedora! que para los católicos no constituye ninguna dificultad pero que no entra en una cabeza protestante.
¡Da pena! Sobre todo da pena que ellos no tengan a la Virgen por Madre.
Ya que Jesús nos la deja en la cruz en aquel Viernes Santo.
Cf (Jn 19. 25-27)
Sin María no podemos ir al hijo y sin el hijo no podemos ir al Padre.
Si miramos al hombre moderno, vemos que trabaja, se afana, se ocupa. Y no tiene tiempo para Dios, para escucharlo, para conversar con Él, para hablarle, para rezar.
No se puede separar nuestro rezar de nuestra vida cristiana; siempre van juntas.
San Agustín expresa esta relación interior entre vida de oración y vida cristiana de la siguiente manera: Quien reza bien, vive bien. Y por el contrario se puede decir: quien reza mal, vive mal.
También Santa Teresa explica: Para mí siempre es lo mismo: rezar y encontrar el camino hacia Dios. Quien, por eso, no reza, no encontrará nunca el camino hacia Dios.
Así entendemos, por qué muchos de nuestros contemporáneos no viven como cristianos, no tienen una relación personal con Dios: ellos no se esfuerzan por orar. A estos hombres San Alfonso les dice una palabra muy dura: Quien no reza, quien deja de rezar, no debe ser condenado, porque ya está condenado.
Aún cuando no perdamos nunca la esperanza de salvación para estos hombres, sin embargo sentimos que la oración es absolutamente necesaria para un cristiano es vital, para un hombre nuevo.
Nuestra oración es impersonal, cuando sólo es una repetición sin reflexión, como vanas repeticiones cuando sólo es un mover de los labios,sus oraciones vanas cuando no hay interés interior en lo que decimos exteriormente. Es lo que dice Dios al pueblo judío, por medio del profeta Isaías: Este pueblo me honra con sus labios, pero su corazón está lejos de mí. (Is 29,13)
Hay un proverbio que dice: Mejor es rezar con mucho corazón y pocas palabras, que con muchas palabras y poco corazón.
Porque rezar con el corazón es signo de un amor maduro y de una vinculación profunda a Dios. Y a medida que el amor se vuelva más profundo, menos necesita de gestos y palabras, para expresarse.