La piedad como don del Espíritu Santo
La piedad es un don del Espíritu Santo que se traduce en una virtud que provoca devoción hacia todo lo que se relaciona con lo santo. Esta virtud se guía por el amor que se siente hacia Dios y se manifiesta en acciones impulsadas por el amor y respeto que se siente hacia los padres, los padres hacia los hijos y la compasión hacia el prójimo.
El don de la piedad procede de Cristo, Cabeza de la Iglesia, y es distribuido por el Espíritu Santo a todos los creyentes que han recibido la unción del Espíritu. Como menciona la Biblia, "Todos los creyentes, habiendo recibido la unción del Espíritu" (2 Co 1:21).
Características del don de la piedad
El don de la piedad sana el corazón de la dureza y la arrogancia y lo abre a la ternura para con Dios y para con los hermanos. También infunde un sentimiento de ternura, como actitud sinceramente filial para con Dios, que se expresa en la oración.
Esta experiencia de la propia pobreza existencial y del vacío que las cosas terrenas dejan en el alma, suscita en el hombre la necesidad de recurrir a Dios para obtener gracia, ayuda y perdón. El don de la piedad orienta y alimenta dicha exigencia, enriqueciéndola con sentimientos de profunda confianza para con Dios, experimentado como Padre providente y bueno.
La ternura y la mansedumbre
La ternura, como apertura auténticamente fraterna hacia el prójimo, se manifiesta en la mansedumbre. Con el don de la piedad, el Espíritu infunde en el creyente una nueva capacidad de amor hacia los hermanos, haciendo su corazón de alguna manera participar de la misma mansedumbre del corazón de Cristo.
El cristiano piadoso siempre sabe ver en los demás a hijos del mismo Padre, llamados a formar parte de la familia de Dios, que es la Iglesia. Por esto, él se siente impulsado a tratarlos con la solicitud y la amabilidad propias de una genuina relación fraterna y amorosa con el Padre.
El don de la piedad en la comunidad cristiana
El don de la piedad extingue en el corazón aquellos males del alma como la amargura, la cólera, la impaciencia y lo alimenta con sentimientos de comprensión, de tolerancia y de perdón. Dicho don está en la raíz de aquella nueva comunidad humana que se fundamenta en la civilización del amor y el servicio con generosidad al prójimo.
El don de la piedad y nuestra relación con Dios
Como dijo el Papa Francisco, "Es necesario aclarar inmediatamente que este don de la piedad, no se identifica con el tener compasión de alguien, tener piedad del prójimo, sino que indica nuestra pertenencia a Dios y nuestro vínculo profundo con Él, un vínculo que da sentido a toda nuestra vida y que nos mantiene firmes, en comunión con Él, incluso en los momentos más difíciles y tormentosos".
La gratitud y la alabanza
Ante todo, el don de piedad suscita en nosotros la gratitud y la alabanza. Es esto, en efecto, el motivo y el sentido más auténtico de nuestro culto y de nuestra adoración. Cuando el Espíritu Santo nos hace percibir la presencia del Señor y todo su amor por nosotros, nos caldea el corazón y nos mueve casi naturalmente a la oración y a la celebración.
Oración final
Queridos amigos, pidamos al Señor que el don de su Espíritu venza nuestro temor, nuestras inseguridades, también nuestro espíritu inquieto, impaciente, y nos convierta en testigos gozosos de Dios y de su amor, adorando al Señor en Espíritu y verdad y también en el servicio al prójimo con mansedumbre y con la sonrisa que siempre nos da el Espíritu Santo en la alegría.