La Formación Cristiana en la Familia
La familia es el pilar fundamental de la sociedad, y la Iglesia reconoce que a través de ella se deben formar y educar los pilares que sostendrán no sólo a la sociedad, sino a la Iglesia misma. Observemos lo que nos dice el Catecismo sobre ellos:
El Papel Fundamental de la Familia
En nuestros días, en un mundo frecuentemente extraño e incluso hostil a la fe, las familias creyentes tienen una importancia primordial en cuanto faros de una fe viva e irradiadora. Por eso el Concilio Vaticano II llama a la familia, con una antigua expresión, «Ecclesia domestica» (LG 11; cf. FC 21). En el seno de la familia, «los padres han de ser para sus hijos los primeros anunciadores de la fe con su palabra y con su ejemplo, y han de fomentar la vocación personal de cada uno y, con especial cuidado, la vocación a la vida consagrada» (LG 11).
El Sacerdocio Bautismal del Padre de Familia
Aquí es donde se ejercita de manera privilegiada el sacerdocio bautismal del padre de familia, de la madre, de los hijos, de todos los miembros de la familia, «en la recepción de los sacramentos, en la oración y en la acción de gracias, con el testimonio de una vida santa, con la renuncia y el amor que se traduce en obras» (LG 10). El hogar es así la primera escuela de vida cristiana y «escuela del más rico humanismo» (GS 52,1). Aquí se aprende la paciencia y el gozo del trabajo, el amor fraterno, el perdón generoso, incluso reiterado, y sobre todo el culto divino por medio de la oración y la ofrenda de su vida.
Pilares para la Formación Cristiana en la Familia
Tomando como punto de partida lo anterior, debemos esbozar algunos pilares que como padres nos deben de servir como una guía para poder llevar a cabo esta función a la que la Iglesia nos invita. Teniendo en cuenta que algunos de estos pasos son indispensables para la buena formación y educación cristiana que debemos inculcarles a nuestros hijos.
1. Tiempo
Una de las excusas más comunes que ponemos como padres para no formar a nuestros hijos es que el tiempo no alcanza. Pero luego nos andamos quejando de que los hijos no están haciendo las cosas de acuerdo a cómo se les indicó. Para ello podemos ver lo que el pueblo judío tenía en cuenta.
Que estas palabras que yo te dicto hoy estén en tu corazón. Las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas cuando estés sentado en casa y al ir de camino, al acostarte y al levantarte. (Deuteronomio 6,6-7)
Podemos observar claramente que el pueblo judío tenía que transmitir cada una de las palabras que Dios había dictado. Deben de ser transmitidas a los hijos para que de esa manera puedan seguir lo que Dios tiene planeado para cada uno de ellos. En este sentido, también nosotros debemos de comenzar a formar a nuestros hijos, por medio de la transmisión que nosotros hagamos de lo que Dios nos ha revelado a cada uno. Claro está, que para poder hacer esto necesitamos un tiempo prudencial de formación y educación hacia nuestros hijos y debemos de hacerlo con amor y caridad.
2. Comunicación
Otro punto a tener en cuenta dentro de la formación cristiana de nuestros hijos es que tiene que haber realmente una comunicación que permita que cada uno de los elementos que forman parte de un diálogo tengan el tiempo suficiente para poder enumerar sus necesidades. Si no se conocen no se puede entablar un diálogo. Si solamente los padres son los únicos que se comunican o hablan, esto se convierte en un monólogo y no es en sí un diálogo.
Bien lo sabéis, hermanos míos queridísimos. Que cada uno sea diligente para escuchar, lento para hablar y lento para la ira; (Santiago 1,19)
Muchas ocasiones nuestros hijos más que un sermón quiere ser escuchados. Dejemos que ellos hablen y nos expliquen cuál es la realidad que están viviendo, cuáles son las necesidades y de esta manera nosotros poder orientarlos de la mejor manera posible. Todo esto sería recomendable que lo hagamos bajo la oración para que Dios a través del Espíritu Santo nos pueda guiar e iluminar de la mejor manera posible para dar palabras sabias a cada uno de nuestros hijos.
3. Disciplina
Éste va a ser un punto de controversia ya que muchos lo van a entender de una forma errónea. Pero la verdad es que si no disciplinamos a nuestros hijos nunca van a poder ser corregidos. Es decir, que necesitamos aplicar disciplina dentro de ellos para que puedan de otra manera vivir lo que Dios tiene planeado para sus vidas.
Toda corrección, al momento, no parece agradable sino penosa, pero luego produce fruto apacible de justicia en los que en ella se ejercitan. (Hebreos 12,11)
Quien escatima la vara odia a su hijo, pero quien lo ama lo corrige a tiempo. (Proverbios 13,24)
La escritura es clara al decirnos que tenemos que darle una corrección a nuestros hijos. Pero también tenemos que hacerlo bajo el criterio de la Caridad. No simplemente por castigarlos, no simplemente por demostrar quien tiene autoridad y muchas veces más que autoridad quien tiene poder. Verdad es que nosotros tenemos que educar a nuestros hijos de la mejor manera posible y que ellos comiencen a entender quién es Dios.
4. Dar el Ejemplo
Este punto es de vital importancia ya que nosotros podemos tener el tiempo, podemos tener la comunicación idónea, estamos haciendo la disciplina de la mejor manera posible. Pero si nuestro ejemplo no es el correcto, de nada ha servido todo lo anterior.
Mostrándote tú mismo como modelo de buenas obras en todo: pureza de doctrina, dignidad, (Tito 2,7)
Dentro del actuar de nuestra vida cristiana tenemos que tener nosotros en cuenta de que estos son pilares fundamentales para poder hacer una verdadera vida cristiana. Dentro de nuestra familia tenemos que comenzar a vivir lo de la mejor manera posible y de esta manera darle buenos cristianos a la Iglesia.