La Iglesia debe promover una economía justa y solidaria, que respete la dignidad de la persona y el bien común.
Para lograr esto, es fundamental considerar los siguientes principios:
La Iglesia ha enseñado consistentemente que la economía debe estar al servicio de la persona y de la sociedad, y no al contrario. Como dice el Evangelio: > "No pueden servir a Dios y al dinero" (Lucas 16, 13). La economía justa y solidaria se basa en la justicia, la equidad y la solidaridad, y busca promover el bien común y la dignidad de la persona.