La Iglesia debe apoyar y promover la integración de los migrantes, y defender sus derechos y su dignidad.
La Iglesia Católica ha enseñado siempre que todos los seres humanos son hijos de Dios y, por lo tanto, hermanos entre sí.
La Iglesia se esfuerza por acompañar a los migrantes en su camino, brindándoles apoyo espiritual y material. La Iglesia también busca sensibilizar a las comunidades locales sobre la importancia de acoger y respetar a los migrantes, y promover una cultura de encuentro y solidaridad.
"Amarás al extranjero, pues ustedes también fueron extranjeros en la tierra de Egipto" (Deuteronomio 10, 19). La Iglesia sigue el ejemplo de Jesucristo, quien enseñó que "el extranjero es nuestro hermano" y que debemos tratar a todos con dignidad y respeto. La Iglesia también se inspira en la enseñanza de San Pablo, quien escribió: "No hay judío ni griego, no hay esclavo ni libre, no hay varón ni mujer, porque todos son uno en Cristo Jesús" (Gálatas 3, 28). La Iglesia busca promover la justicia y la dignidad de los migrantes, y anima a todos a unirse en esta misión de amor y compasión.