La dificultad habitual para la oración es la <i>distracción</i>, que separa de la atención a Dios, y puede incluso descubrir aquello a lo que realmente estamos apegados. Nuestro corazón debe entonces volverse a Dios con humildad. A menudo la oración se ve dificultada por la <i>sequedad</i>, cuya superación permite adherirse en la fe al Señor incluso sin consuelo sensible. La <i>acedía</i> es una forma de pereza espiritual, debida al relajamiento de la vigilancia y al descuido de la custodia del corazón.