Tal como nos lo relata el Libro del Génesis, Dios creó al hombre a su imagen y semejanza (Ver Gen. 1,27) para que fuera feliz en la tierra, alabando a Dios y dominando la naturaleza, de la que fue hecho Señor (Ver Gen. 1,29-30). Dios creó al hombre por amor, y todo lo creado era expresión de este amor de Dios por el hombre. Por ello, hasta antes del pecado, el hombre vivía en plena armonía, reconciliado con Dios, consigo mismo, con los seres humanos y con todo lo creado. El hombre vivía, por tanto, en estado de felicidad.