El Matrimonio en el Plan de Dios
El matrimonio es un sacramento entre bautizados elevado por Cristo a la dignidad de sacramento por su misma índole natural al bien de los cónyuges y a la generación y educación de la prole (CIC can. 1055, §1).
El Matrimonio en el Orden de la Creación
La íntima comunidad de vida y amor conyugal está fundada por el Creador y provista de leyes propias. Dio al hombre y a la mujer como una imagen de su amor, dándoles la vocación a ser fecundos y a multiplicarse, y someter a la tierra (Gn 1,26-27; 1,28).
El matrimonio no es una institución puramente humana, sino que tiene sus orígenes en la naturaleza misma del hombre y de la mujer, según salieron de la mano del Creador. A pesar de las variaciones culturales y sociales, el matrimonio tiene un sentido común y permanente que debe ser preservado.
El Matrimonio bajo la Esclavitud del Pecado
El primer pecado, ruptura con Dios, tiene como consecuencia la ruptura de la comunión original entre el hombre y la mujer. Sus relaciones quedan distorsionadas por agravios recíprocos y el amor mutuo se cambia en relaciones de dominio y de concupiscencia.
Sin embargo, el orden de la creación subsiste aunque gravemente perturbado. La gracia de Dios, en su misericordia infinita, jamás les ha negado a los hombres y mujeres la ayuda necesaria para sanar las heridas del pecado. El matrimonio ayuda a vencer el egoísmo y a abrirse al otro, a la ayuda mutua y al don de sí.
El Matrimonio bajo la Pedagogía de la Antigua Ley
La conciencia moral relativa a la unidad e indisolubilidad del matrimonio se desarrolló bajo la pedagogía de la Ley antigua. La Ley dada por Moisés se orienta a proteger a la mujer contra un dominio arbitrario del hombre, aunque la Ley misma lleva las huellas de la dureza del corazón de la persona humana.
El Matrimonio en el Señor
La alianza nupcial entre Dios y su pueblo Israel había preparado la Nueva y Eterna Alianza mediante la que el Hijo de Dios, encarnándose y dando su vida, se unió en cierta manera con toda la humanidad salvada por Él.
Jesús enseñó sin ambigüedad el sentido original de la unión del hombre y la mujer, tal como el Creador la quiso al comienzo: la autorización dada por Moisés de repudiar a su mujer era una concesión a la dureza del corazón. La unión matrimonial del hombre y la mujer es indisoluble: Dios mismo la estableció.
La Virginidad por el Reino de Dios
Cristo es el centro de toda vida cristiana. El vínculo con Él ocupa el primer lugar entre todos los demás vínculos, familiares o sociales. La virginidad por el Reino de Dios es un desarrollo de la gracia bautismal, un signo poderoso de la preeminencia del vínculo con Cristo, de la ardiente espera de su retorno.
II. La Celebración del Matrimonio
La celebración del matrimonio entre dos fieles católicos tiene lugar ordinariamente dentro de la Santa Misa, en virtud del vínculo que tienen todos los sacramentos con el Misterio Pascual de Cristo. En la Eucaristía se realiza el memorial de la Nueva Alianza, en la que Cristo se unió para siempre a la Iglesia, su esposa amada.
III. El Consentimiento Matrimonial
El consentimiento de los esposos es un acto humano por el cual se dan y se reciben mutuamente, uniendo sus vidas en la unión de la carne. El consentimiento debe ser un acto de la voluntad de cada uno de los contrayentes, libre de violencia o de temor grave externo.
La Iglesia exige la forma eclesiástica de la celebración del matrimonio para sus fieles, ya que el matrimonio sacramental es un acto litúrgico. La celebración del matrimonio debe ser válida, digna y fructuosa, y conviene que los futuros esposos se dispongan a la celebración de su matrimonio recibiendo el sacramento de la Penitencia.
Para que el "Sí" de los esposos sea un acto libre y responsable, y para que la alianza matrimonial tenga fundamentos humanos y cristianos sólidos y estables, la preparación para el matrimonio es de primera importancia. El ejemplo y la enseñanza dados por los padres y por las familias son el camino privilegiado de esta preparación.
La Iglesia debe instruir a los jóvenes sobre la dignidad, tareas y ejercicio del amor conyugal, especialmente en el seno de la misma familia, para que puedan pasar, a la edad conveniente, de un honesto noviazgo al matrimonio.