La Idea de Género y la Doctrina Cristiana
En la actualidad, la llamada "ideología de género" ha alcanzado una situación de facto, convirtiendo a quienes piensan de manera diferente en supuestos homófobos. Sin embargo, como cristianos católicos, es nuestro deber defender la familia y no quedarnos callados.
Recuerda que según el libro de San Mateo: "Bienaventurados cuando os injurien, os persigan y, mintiendo, digan contra vosotros todo tipo de maldad por mi causa" (Mateo 5, 11-12).
Además, según Sor Lucía, la vidente de Fátima, la batalla final entre el Señor y el reino de Satanás se centrará en el matrimonio y la familia.
Uno de los temas más difundidos por los seguidores de la ideología de género es que el género es una construcción cultural (autopercepción). Por ejemplo, si una persona se define como hombre, es porque se percibe a sí mismo como tal. Sin embargo, Monseñor Auza, representante del Vaticano en la ONU, asegura que "Antiguamente había una clara comprensión de lo que significaba ser una mujer, era una cuestión de cromosomas. Hoy en día, esta claridad se ha visto empañada por la ideología de género que hipotetiza una identidad personal desvinculada del sexo".
Esta idea se refleja en el libro del Génesis: "Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y mujer los creó" (Génesis 1:27).
El documento "Varón y mujer los creó" de la Congregación para la Educación Católica, firmado por el Cardenal Giuseppe Versaldi, destaca que "Al final, esta oscilación entre lo masculino y lo femenino se convierte en una exposición solamente ‘provocativa’ contra los llamados ‘esquemas tradicionales’ que no tienen en cuenta el sufrimiento de quienes viven en una condición indeterminada. Tal concepción busca aniquilar la naturaleza (todo lo que hemos recibido como fundamento previo de nuestro ser y de todas nuestras acciones en el mundo), mientras que lo reafirmamos implícitamente."
Por el contrario, la idea de la autopercepción como una construcción cultural y social se menciona en el documento citado anteriormente (Punto 27) como la formación de la identidad tiene su base en el reconocimiento de mi esencia y "la confrontación inmediata con el tú". Sin embargo, esta idea es evidentemente contraria a la doctrina cristiana debido a que al rechazar la visión del género hombre y mujer, no solo borra y afecta la visión de la creación que concibe Dios, sino que nos hace una "persona abstracta" que luego culturalmente elegirá para sí mismo su naturaleza.
Lo anterior genera un problema bastante grave, ya que al no reconocer que exista esta distinción o "dualidad" tampoco existiría la familia tal y como Dios nos la concibió desde el principio de los tiempos.
Según el libro de San Mateo: "Él respondió: -¿No habéis leído que al principio el Creador los hizo hombre y mujer, y que dijo: Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne?" (Mateo 19, 4-5).
Además, el documento citado anteriormente en el punto 35 agrega que "En esta perspectiva, educar a la sexualidad y a la afectividad significa aprender ‘con perseverancia y coherencia lo que es el significado del cuerpo’ en toda la verdad original de la masculinidad y la feminidad; significa ‘ aprender a recibir el propio cuerpo, a cuidarlo y a respetar sus significados […]. También la valoración del propio cuerpo en su femineidad o masculinidad es necesaria para reconocerse a sí mismo en el encuentro con el diferente […], y enriquecerse recíprocamente’".
Finalmente, vale la pena recordar las contundentes palabras del Papa Emérito Benedicto XVI ante la curia romana el 21 de diciembre de 2012: "El gran rabino de Francia, Gilles Bernheim, en un tratado cuidadosamente documentado y profundamente conmovedor, ha mostrado que el atentado, al que hoy estamos expuestos, a la auténtica forma de la familia, compuesta por padre, madre e hijo, tiene una dimensión aún más profunda. Si hasta ahora habíamos visto como causa de la crisis de la familia un malentendido de la esencia de la libertad humana, ahora se ve claro que aquí está en juego la visión del ser mismo, de lo que significa realmente ser hombres. Cita una afirmación que se ha hecho famosa de Simone de Beauvoir: ‘Mujer no se nace, se hace’ (‘On ne naît pas femme, on le devient’). En estas palabras se expresa la base de lo que hoy se presenta bajo el lema ‘gender’ como una nueva filosofía de la sexualidad. Según esta filosofía, el sexo ya no es un dato originario de la naturaleza, que el hombre debe aceptar y llenar personalmente de sentido, sino un papel social del que se decide autónomamente, mientras que hasta ahora era la sociedad la que decidía. La falacia profunda de esta teoría y de la revolución antropológica que subyace en ella es evidente. El hombre niega tener una naturaleza preconstituida por su corporeidad, que caracteriza al ser humano. Niega la propia naturaleza y decide que ésta no se le ha dado como hecho preestablecido, sino que es él mismo quien se la debe crear.
Según el relato bíblico de la creación, el haber sido creada por Dios como varón y mujer pertenece a la esencia de la criatura humana. Esta dualidad es esencial para el ser humano, tal como Dios la ha dado. Precisamente esta dualidad como dato originario es lo que se impugna. Ya no es válido lo que leemos en el relato de la creación: ‘Hombre y mujer los creó’ (Gn 1,27). No, lo que vale ahora es que no ha sido Él quien los creó varón o mujer, sino que hasta ahora ha sido la sociedad la que lo ha determinado, y ahora somos nosotros mismos quienes hemos de decidir sobre esto. Hombre y mujer como realidad de la creación, como naturaleza de la persona humana, ya no existen. El hombre niega su propia naturaleza. Ahora él es sólo espíritu y voluntad."