La herejía del Irenismo: una amenaza para la Iglesia
La herejía del Irenismo es una de las tendencias modernistas más dañinas para la Iglesia. Este movimiento busca conciliar y encontrar paz mediante la razón, lo que puede parecer bien, especialmente cuando hay odio y violencia. Sin embargo, el Papa Pío XII advertía en la Encíclica "Humani Generis" sobre el peligro del Irenismo en la polémica sobre el Modernismo.
El Irenismo tiene sus raíces en la propuesta de Erasmo de Roterdan de conciliar el catolicismo y el protestantismo. El término "Irenismo" proviene del griego "Irene", que significa paz. Sin embargo, con su mano tendida y apertura a posiciones progresistas, el Irenismo no es amigo de refutar falsedades ni de afirmar la verdad de la realidad.
El Concilio Vaticano II condenó el Irenismo en el número 11 del Decreto Unitatis Redintegratio, diciendo que "no hay nada tan ajeno al ecumenismo como ese falso Irenismo que daña la pureza de la doctrina católica y oscurece su sentido genuino y cierto". El Papa Pío XI definió como "ignominiosa" la colocación de la religión verdadera de Jesucristo en el mismo nivel de las falsas religiones.
La Iglesia siempre ha considerado que la integridad en la exposición de la doctrina católica es una condición para el diálogo respetuoso y sincero. Según la Constitución sobre la Iglesia en el Mundo Moderno, "es punto necesario que se exponga claramente la doctrina. Pero, a la vez, el modo de exponer la doctrina no debe provocar dificultades innecesarias: la fe católica hay que exponerla con mayor profundidad y con mayor exactitud, con una forma y un lenguaje que la haga realmente comprensible a los hermanos separados".
En un momento en que el ecumenismo se ve como una reunión de creyentes para establecer un código mínimo de verdades, el Irenismo busca un consenso de diálogo en perspectiva relativista, dejando las convicciones y creencias personales en un tercer plano. Esto es la incubadora del sincretismo religioso, que ha llevado a la presencia del supermercado de religiones y creencias con el New Age.
Sin embargo, hay que distinguir lo esencial. Si todo diera lo mismo, no tendría sentido que Dios se haya hecho Hombre, que nos haya revelado una doctrina de salvación, ni habría instituido los Sacramentos, ni la Iglesia. Como dice Jesucristo, "el que creyere y fuere bautizado, se salvará, mas el que no creyere se condenará" (Mc 16,16).
La idea de aliviar de contenido las convicciones y claudicar de las propias posiciones religiosas o ideológicas para superar conflictos es la que realmente subyace en la mentalidad irenista. Quien profesa esta actitud no tiene empacho en aplicar el mínimo común denominador a los idearios o a las religiones para uniformar todo anulando las diferencias, lo original, la esencia de la identidad.
En este sentido, el Irenismo estaría íntimamente relacionado con la falsa idea de tolerancia que circula por nuestra sociedad, que postula el respeto a todo en la medida en que ese todo es relativo o fungible, nunca cuando se aferra a dogmas o creencias irrenunciables.
Así se llega a una cosa que se le llama "irenismo", que se define como "actitud pacificadora adoptada entre los cristianos de confesiones diferentes para estudiar los problemas que los separan". Aparentemente algo fantástico e idílico. Sin embargo, el relativismo es la filosofía que reina hoy en la Posmodernidad, que niega la existencia de verdades objetivas, o de verdades trascendentes, absolutas e incondicionales, universalmente válidas.
El relativismo se liga al Irenismo: en nombre de la paz y la armonía se suprime la discusión y se acalla la verdad. Eso nos angosta la perspectiva, nos quita los principios, nos destruye los valores, y nos condena al conformismo y a la pasividad. Ante la herejía y el error hay que salir a la lucha, sobre todo intelectual y espiritual, por respeto a Dios, por amor al prójimo y por responsabilidad ante la propia conciencia.