La unidad en la Iglesia
La unidad es un mandato fundamental en la vida cristiana. Como Jesús nos enseña en Juan 15,12-14:
Este es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado.
Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos.
Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando.
El amor de Dios hacia nosotros es un amor familiar, unido bajo la misma casa, la misma gracia y fe. En Juan 17,21, Jesús pide que todos seamos uno, como el Padre y él están uno, para que el mundo crea que él nos ha enviado.
La característica de la vida cristiana es mantener y buscar la unidad. En Hechos 2,44, los creyentes viven unidos y comparten todo en común. Sin embargo, en la historia de la Iglesia, hemos visto muchas ocasiones en las que la división se ha apoderado de nosotros.
En I Corintios 1,12-17, Pablo nos recuerda que cada uno de nosotros dice "Yo soy de Pablo", "Yo soy de Apolo", "Yo soy de Cefas", "Yo soy de Cristo". ¿Esto es lo que Jesús quería? ¿Acaso fue Pablo crucificado por nosotros? ¿O habéis sido bautizados en el nombre de Pablo?
La realidad es que no nos envió Jesús con nombres de grupos o movimientos, sino con el Evangelio de la cruz de Cristo. En I Corintios 1,17, Pablo nos dice que no se envió a predicar con palabras sabias, para no desvirtuar la cruz de Cristo.
La autoridad de la Iglesia se basa en la autoridad de Jesús, que le dio a Pedro y a los apóstoles. Cuando nos dividimos, nos separamos del plan de Dios establecido sobre Pedro y sus apóstoles. ¿Lo hacemos con sinceridad? ¿Por interés? ¿Por orgullo? ¿O por otros motivos?
En Juan 17,17-22, Jesús pide que seamos santificados en la verdad, y que el mundo crea que él nos ha enviado. La unidad, la comunión y la profesión de fe son fundamentales para lograr este objetivo.
Cuando en la misma comunidad un grupo o sector no trabaja con otros, cuando un movimiento o fraternidad se cree superior o que muestra más atributos exaltando sobre otros, el Espíritu Santo no se hace presente. A pesar de todo, la virtud de la Iglesia como Santa no deja de ser santa por nuestros pecados.
En Mateo 16,18, Jesús establece la base de la Iglesia en Pedro, y en Mateo 28,20, nos promete que él estará con nosotros todos los días hasta el fin del mundo. En Mateo 18,18-20, Jesús nos asegura que todo lo que atemos en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatemos en la tierra quedará desatado en el cielo.
La unidad es fundamental en la vida cristiana, y debemos buscarla a todos los costados. Cuando estamos unidos, podemos lograr grandes cosas en la Iglesia de Cristo.