Jesús se aparece a sus apóstoles
¡Qué bonito es pensar que la primera aparición del Resucitado -según los Evangelios- sucedió de una forma tan personal! Que hay alguien que nos conoce, que ve nuestro sufrimiento y desilusión, que se conmueve por nosotros, y nos llama por nuestro nombre.
(SS Francisco, Audiencia, 17 de Mayo de 2017).
Juan 20.1-29
1 El primer día de la semana, de madrugada, siendo todavía oscuro, María Magdalena llegó al sepulcro; y vio quitada la losa sepulcral.
2 Corrió, entonces, a encontrar a Simón Pedro, y al otro discípulo a quien Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde lo han puesto».
3 Salió, pues, Pedro y también el otro discípulo, y se fueron al sepulcro.
4 Corrían ambos, pero el otro discípulo corrió más a prisa que Pedro y llegó primero al sepulcro.
5 E, inclinándose, vio las fajas puestas allí, pero no entró.
6 Llegó luego Simón Pedro, que le seguía, entró en el sepulcro y vio las fajas puestas allí,
7 y el sudario, que había estado sobre su cabeza, puesto no con las fajas, sino en lugar aparte, enrollado.
8 Entonces, entró también el otro discípulo, que había llegado primero al sepulcro, y vio, y creyó.
9 Porque todavía no habían entendido la Escritura, de cómo Él debía resucitar de entre los muertos.
10 Y los discípulos se volvieron a casa.
11 Pero María se había quedado afuera, junto al sepulcro, y lloraba. Mientras lloraba, se inclinó al sepulcro,
12 y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados el uno a la cabecera, y el otro a los pies, donde había sido puesto el cuerpo de Jesús.
13 Ellos le dijeron: «Mujer, ¿por qué lloras?» Díjoles: «Porque han quitado a mi Señor, y yo no sé dónde lo han puesto».
14 Dicho esto se volvió y vio a Jesús que estaba allí, pero no sabía que era Jesús.
15 Jesús le dijo: «Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quien buscas?» Ella, pensando que era el jardinero, le dijo: «Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo me lo llevaré».
16 Jesús le dijo: «Mariam». Ella, volviéndose, dijo en hebreo: «Rabbuní», es decir: «Maestro».
17 Jesús le dijo: «No me toques más, porque no he subido todavía al Padre; pero ve a encontrar a mis hermanos, y diles: voy a subir a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios».
18 María Magdalena fue, pues, a anunciar a los discípulos: «He visto al Señor», y lo que Él le había dicho.
19 A la tarde de ese mismo día, el primero de la semana, y estando, por miedo a los judíos, cerradas las puertas (de) donde se encontraban los discípulos, vino Jesús y, de pie en medio de ellos, les dijo: «¡Paz a vosotros!»
20 Diciendo esto, les mostró sus manos y su costado; y los discípulos se llenaron de gozo, viendo al Señor.
21 De nuevo les dijo: «¡Paz a vosotros! Como mi Padre me envió, así Yo os envío».
22 Y dicho esto, sopló sobre ellos, y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo:
23 a quienes perdonaréis los pecados, les quedan perdonados; y a quienes se los retuviereis, quedan retenidos».
24 Ahora bien Tomás, llamado Dídimo, uno de los Doce, no estaba con ellos cuando vino Jesús.
25 Por tanto le dijeron los otros: «Hemos visto al Señor». Él les dijo: «Si yo no veo en sus manos las marcas de los clavos, y no meto mi dedo en el lugar de los clavos, y no pongo mi mano en su costado, de ninguna manera creeré».
26 Ocho días después, estaban nuevamente adentro sus discípulos, y Tomás con ellos. Vino Jesús, cerradas las puertas, y, de pie en medio de ellos, dijo: «¡Paz a vosotros!»
27 Luego dijo a Tomás: «Trae acá tu dedo, mira mis manos, alarga tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo, sino creyente».
28 Tomás respondió y le dijo: «¡Señor mío y Dios mío!»
29 Jesús le dijo: «Porque me has visto, has creído; dichosos los que han creído sin haber visto».
Mateo 28:16-20
16 Los once discípulos fueron, pues a Galilea, al monte donde les había ordenado Jesús.
17 Y al verlo lo adoraron; algunos, sin embargo, dudaron.
18 Y llegándose Jesús les habló, diciendo: «Todo poder me ha sido dado en el cielo y sobre la tierra.
19 Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo;
20 enseñándoles a conservar todo cuanto os he mandado. Y mirad que Yo con vosotros estoy todos los días, hasta la consumación del siglo».
D.A n° 144. Al llamar a los suyos para que lo sigan, les da un encargo muy preciso: anunciar el evangelio del Reino a todas las naciones, por esto, todo discípulo es misionero,
pues Jesús lo hace partícipe de su misión al mismo tiempo que lo vincula a Él como amigo y
hermano. De esta manera, como Él es testigo del misterio del Padre, así los discípulos son
testigos de la muerte y resurrección del Señor hasta que Él vuelva. Cumplir este encargo no es
una tarea opcional, sino parte integrante de la identidad cristiana, porque es la extensión
testimonial de la vocación misma.
Juan 21.1, 5-17
1 Después de esto, Jesús se manifestó otra vez a los discípulos a la orilla del mar de Tiberíades. He aquí cómo:
5 Jesús les dijo: «Muchachos, ¿tenéis algo para comer?» Le respondieron: «No».
6 Díjoles entonces: «Echad la red al lado derecho de la barca, y encontraréis». La echaron, y ya no podían arrastrarla por la multitud de peces.
7 Entonces el discípulo, a quien Jesús amaba, dijo a Pedro: «¡Es el Señor!». Oyendo que era el Señor, Simón Pedro se ciñó la túnica —porque estaba desnudo— y se echó al mar.
8 Los otros discípulos vinieron en la barca, tirando de la red (llena) de peces, pues estaban sólo como a unos doscientos codos de la orilla.
9 Al bajar a tierra, vieron brasas puestas, y un pescado encima, y pan.
10 Jesús les dijo: «Traed de los peces que acabáis de pescar».
11 Entonces Simón Pedro subió (a la barca) y sacó a tierra la red, llena de ciento cincuenta y tres grandes peces; y a pesar de ser tantos, la red no se rompió.
12 Díjoles Jesús: «Venid, almorzad». Y ninguno de los discípulos osaba preguntarle: «¿Tú quién eres?» sabiendo que era el Señor.
13 Aproximóse Jesús y tomando el pan les dio, y lo mismo del pescado.
14 Esta fue la tercera vez que Jesús, resucitado de entre los muertos, se manifestó a sus discípulos.
15 Habiendo, pues, almorzado, Jesús dijo a Simón Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas tú más que éstos?» Le respondió: «Sí, Señor, Tú sabes que yo te quiero». Él le dijo: «Apacienta mis corderos».
16 Le volvió a decir por segunda vez: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?». Le respondió: «Sí, Señor, Tú sabes que te quiero». Le dijo: «Pastorea mis ovejas».
17 Por tercera vez le preguntó: «Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?» Se entristeció Pedro de que por tercera vez le preguntase: «¿Me quieres?», y le dijo: «Señor, Tú lo sabes todo. Tú sabes que yo te quiero». Díjole Jesús: «Apacienta mis ovejas». Aqui está la primacía de Pedro.
Después se apareció a más de 500 personas.(cf 1 Cor. 15.5-8)