Ecumenismo sin apologetica no es ecumenismo
Apologética y ecumenismo en el contexto actual.
Una de las causa principales del crecimiento explosivo de las sectas es un mal entendido ecumenismo. Se comprueba cada vez más, que una de las causas principales del crecimiento explosivo de las sectas es un mal entendido ecumenismo, que ha provocado en muchos líderes un desconocimiento y rechazo hacia una Nueva Apologética. Todavía hay laicos, religiosas, sacerdotes e incluso teólogos que piensan que la Iglesia no habla de la apologética sino solamente de ecumenismo.
Para muchos la única opción pastoral en relación con el crecimiento de las sectas es el ecumenismo, lo cual en vez de ayudar a frenarlo lo ha acelerado. La razón es que mientras el ecumenismo está a favor del diálogo y de la unidad, las sectas están a favor del proselitismo y de la división como el status normal dentro del cristianismo. Es por eso que en este tiempo si queremos ser líderes capacitados para nuestro tiempo es necesario comprender que entre la apologética (Defensa de la fe) y el ecumenismo no hay oposición sino complementariedad.
El Ecumenismo busca restablecer la unidad, de allí que el nombre del documento del Vaticano II que habla sobre esto sea «Unitatis Redintegratio». Al mismo tiempo, la Apologética busca preservar o cuidar la unidad ya existente «Unitatis preservatio».
Por un eufórico ecumenismo en lugares donde las sectas están avanzando y el protestantismo histórico se ha estancado, podríamos estar presenciando de una manera pasiva, y de la cual la historia nos pedirá cuentas, la perdida de millones de católicos a otros grupos religiosos. Tan solo en América Latina ya son cerca de 50 millones de protestantes, a principios de siglo solamente eran 150,000.
Apologética y Ecumenismo
No todos los que no comparten nuestra fe, tienen la misma actitud hacia nosotros. Algunos están abiertos al diálogo y a la comprensión y otros no. Entre estos últimos no faltan quienes tienen una actitud abiertamente agresiva y proselitista. Pues bien, ¿cómo tenemos que reaccionar frente a situaciones tan diferentes? ¿Basta la receta del diálogo, la tolerancia y la buena fe? ¿No es esto pecar de ingenuidad, pereza mental y falta de responsabilidad para con los “débiles en la fe”, que fácilmente son arrastrados por los “lobos rapaces”?
Ecumenismo
Ya desde fines del siglo XIX, la experiencia misionera en África y en Asia puso de relieve los efectos negativos del “escándalo de la división”: todos hablando del mismo Dios y usando la misma Biblia, pero divididos entre sí, en una actitud de franca oposición un grupo contra otro.
Para superar esta situación de escándalo y presentar un frente común delante del mundo no cristiano, a principios del siglo XX se empezó a hablar de “Ecumenismo”, hasta constituirse en 1948 el Consejo Ecuménico de las Iglesias. Pues bien, con el Concilio Ecuménico Vaticano II (1962-1965) la Iglesia católica entró en este nuevo orden de ideas, haciéndose poco a poco abanderada de este gran ideal de Cristo: “Que todos sean uno” (Jn 17, 21).
Diálogo interreligioso
Pronto el diálogo con los “hermanos separados” rebasó las fronteras del mundo cristiano alcanzando a los hebreos, “nuestros hermanos mayores”, y a todos los hombres de buena voluntad, pertenecientes a las más variadas expresiones religiosas: islamismo, budismo, hinduismo, taoísmo, confucionismo, etc.
Fundamento: la unidad del género humano y del plan de salvación, que abarca a todos los hombres (1 Tim 2, 3); por lo tanto, en todos los hombres y en todas las culturas ya está presente la acción salvadora de Dios, que hay que saber descubrir, apreciar y respetar.
Dos caras de la misma moneda
En el fondo, se trata del problema de la unidad: una unidad que hay que preservar (apologética) y una unidad que hay que restablecer (ecumenismo). La apologética se dirige esencialmente hacia los que están dentro de la Iglesia, para que se sientan seguros de lo que profesan y no se salgan; mientras el ecumenismo se dirige esencialmente hacia los que están fuera, para que entren en un proceso de búsqueda de la unidad (Jn 17, 21).
Sin embargo, en la práctica muchos vieron en la apologética una “guerra santa”, y por eso la desecharon; y en el ecumenismo la única manera de enfrentar el problema de la división religiosa. Al no poder dialogar con los grupos proselitistas, se quedaron con los brazos cruzados, dejando a los “débiles de la fe” sin ningún tipo de protección frente a la agresión de los grupos proselitistas, al antojo de los lobos rapaces”.
Prioridades
Es un hecho que el mundo católico está siendo profundamente perturbado por el fenómeno sectario. Por lo tanto, es urgente una acción encaminada a fortalecer la fe de sus miembros, subrayando la propia identidad y haciendo hincapié en los grandes valores de la unidad, la verdad y la fidelidad: elementos que solamente una sana apologética puede ofrecer.
Donde es determinante la presencia de iglesias separadas pero al mismo tiempo abiertas al diálogo, allá será necesario insistir en el diálogo ecuménico, como medio para favorecer la comprensión mutua y dar pasos concretos en el camino de la plena unidad.
En otros lugares prevalece la presencia de las grandes religiones no cristianas: judaísmo, islamismo, budismo, taoísmo, confucianismo, hinduismo, etc. Allá será necesario intentar el diálogo interreligioso, en la búsqueda de los valores presentes en cada cultura y expresión religiosa, capaces de fermentar la sociedad y encaminarla hacia la realización del Reino.
¿Ecumenismo sin apologética?
La apologética: aunque no sea del gusto de todos, hay que saberla manejar, si se quiere enfrentar con seriedad el problema de los grupos proselitistas. Hay que ser realistas y creativos. Donde hay proselitismo, apologética; donde se acepta el diálogo, ecumenismo.
Por todo esto, digamos en conclusión, que el querer enfocar todas las baterías hacía el ecumenismo en donde el proselitismo sectario es un hecho y dejar fuera la apologética es tener fuera de enfoque el lente pastoral. Ecumenismo sin Apologética, en la sociedad actual, es realizar una pastoral descontextualizada. Si queremos ser líderes cristianos de excelencia pastoral, no podemos cerrar los ojos al mundo de hoy pues sería desencarnar el Evangelio. De nosotros depende un cambio urgente de actitud para saber implementar ambas líneas de pastoral en su justa dimensión. Unido al ecumenismo, renovemos una Sana Apologética siguiendo las directrices del Magisterio de la Iglesia. Paz y Bien.