Parábola del hijo pródigo
Aunque la figura del hijo pródigo es muy atrayente, el protagonista de la parábola es en realidad el Padre. Esta parábola se puede enfocar desde tres perspectivas, según los tres personajes principales: el Padre, el hijo pródigo y el hijo mayor.
a- el hijo pródigo (11-20)- Nos muestra en qué consiste la vida de todo cristiano: un constante volver a la casa del Padre. El hijo pródigo pasa por un proceso de conversión. Sale de la casa de su Padre poniendo su corazón en las riquezas de este mundo, pensado que ellas lo harán feliz. Pide la herencia al Padre como diciéndole: “tu dinero es lo único que me interesa de ti, para mí, estás muerto.” El hijo se va a malgastar toda su fortuna. Después el hijo mayor dirá que su hermano menor gastó toda su herencia en prostitutas. La interpretación del hijo mayor es muy precisa, el hijo menor despilfarra toda la herencia recibida, se queda sin este último vínculo que lo unía con el Padre. Terminado también este último vinculo, el hijo experimenta la muerte. Ha rechazado al Padre como origen de la vida y ahora esto se rebela contra él, ha elegido la muerte. Aquello que podía mantenerlo con vida aparentemente, no lo mantiene con vida porque no lo hace vivir como hijo. Y ahora llega la carencia y el hijo, para sobrevivir, debe ser esclavo de los cerdos. ¡Puercos! Para los judíos los cerdos eran animales impuros. Lo que significa que si el hijo pródigo se dedicó por un tiempo a cuidar cerdos, en realidad estuvo renegando de su fe, se constituyó en apóstata (lo mismo significa el haber gastado su fortuna con prostitutas, símbolo de la infidelidad de los israelitas con los ídolos paganos). Por eso reconoce que “he pecado contra Dios y contra ti”. El mérito del hijo pródigo está en reconocer su necesidad del Padre y ponerse en camino a la casa paterna, aun pensando en el posible rechazo del Padre, por eso planifica muy bien lo que va a decir, como intentando engañar el Padre, convencerlo de que lo acepte de vuelta. ¡Como se nota que no conoce el corazón del Padre! Su arrepentimiento no es perfecto, en el fondo acude a su Padre porque sintió hambre. ¡Qué sorpresa tan grande se llevará al darse cuenta que durante todo este tiempo el Padre esperaba su regreso cada día!
b- el Padre misericordioso (20-24)- “Estando él todavía lejos, lo vio su padre y se conmovió; corrió, se echó a su cuello y lo besó efusivamente.” El hijo pródigo, como que paralizado con la reacción del Padre, sigue con el teatro ensayado, no se da cuenta que ante el amor misericordioso del Padre no hace falta decir nada, sino que basta con reconocer y acoger su amor, que es totalmente gratuito. El Padre estaba esperando su regreso. Cada día salía a su encuentro, miraba a lo lejos a ver si lo veía venir. “Se conmueve en las entrañas”, no lo deja terminar de hablar, no le importa lo que tiene que decir, la alegría de su regreso es tan grande que lo único que piensa es en celebrar: “Daos prisa, traed el mejor traje y revestidlo”. Su hijo menor había perdido la vida. Su vida desenfrenada lo había llevado a la situación más baja que cualquier creyente podría llegar, renegar del amor de Dios. Por eso la fiesta es justa, “porque este hijo mío había muerto y ha vuelto a la vida; se había perdido y ha sido hallado”.
c- el hijo mayor (25-32)- El hijo mayor, al llegar a la casa y enterarse por medio del criado (símbolo de la tentación) que su Padre había hecho una fiesta por el regreso de su hermano, sufre un ataque de celos. Nos recuerda la actitud de los fariseos frente al trato preferencial que Jesús da a los pecadores, como si ellos, los fariseos, fueran los únicos merecedores del amor de Dios. Y es que el hijo mayor, igual que los fariseos, era intachable respecto de las normativas del Padre, respecto de la ley. En realidad el hijo mayor no vivía como hijo, sino como esclavo de la ley; “tanto tiempo sirviéndote y sin dejar de cumplir ni una sola orden tuya, sin embargo nunca me has dado un cabrito para celebrar con mis amigos”. Su relación con el Padre no era filial, sino de mero cumplidor, era esclavo y no hijo. De ahí que se refiera a su hermano como “este hijo tuyo”, refiriéndose a él despectivamente. Sólo piensa en sus intereses, celebrar con sus amigos. Se fija en todo lo que el Padre hace por el regreso de su hijo menor pero se olvida que durante todos esos años “siempre ha estado con el Padre y, todo lo del Padre es suyo”. El Padre lo corrige recordándole que “este hijo suyo” es también “este hermano tuyo”, pues como no vive la filiación respecto del Padre, tampoco puede vivir la fraternidad respecto de su hermano. A diferencia del hermano mayor de la parábola que es indiferente al sufrimiento de su padre y a la partida-regreso de su hermano, en Jesucristo tenemos un hermano mayor bueno que, al contemplar el sufrimiento de su padre por la pérdida de su hijo, se conmueve en las entrañas y sale de la casa en busca de su hermano. Esta es la historia de la salvación, un hermano mayor que sale en búsqueda de su hermano menor perdido y que al encontrarse con él le suplica que vuelva a la casa paterna pero el hermano menor, cegado por el pecado y en un arranque de ira, se niega a volver y asesina a su hermano mayor. Jesucristo es el hermano mayor bueno que prefiere morir antes de ver sufrir a su Padre.
Por último, es curioso notar que, ante la partida del hijo pródigo, el Padre ni se inmuta, simplemente le da la parte de la herencia y lo deja ir. Sin embargo, ante la resistencia del hijo mayor para entrar en la casa, el Padre insiste en que entre, se preocupa por su hijo mayor, pues le sorprende que aun viviendo con él en la misma casa no conoce su amor. Aquí surge la interrogante, ¿quien estaba más perdido? ¿El hijo pródigo? o, ¿el hijo mayor?