La acción civilizadora de la Iglesia en América
La Iglesia y la corona española unieron sus esfuerzos para cumplir su acción civilizadora en América décadas después de su descubrimiento. La fuerza de los soldados no hubiera logrado mucho sin el apoyo de la Iglesia, que conquistó a los naturales en el orden espiritual y en muchos casos logró convertirlos en sumisos vasallos de la corona.
Cuando los Reyes Católicos recibieron las bulas de Alejandro VI, contrajeron el compromiso de convertir a los indígenas al catolicismo. Más tarde, en 1508, el Papa Julio II les otorgó el derecho de Patronato, por el que los reyes decidían todas las cuestiones religiosas relativas a América. De acuerdo con esta prerrogativa, la corona admitía o rechazaba órdenes religiosas, creaba obispados, contribuía económicamente al sostenimiento del culto y de los sacerdotes, concedía a éstos permisos para pasar a América, disponía lo concerniente a las ceremonias, levantaba templos y cobraba los diezmos, que los fieles entregaban a la Iglesia para su sostenimiento.
Se crearon tribunales eclesiásticos, amparados por los tribunales civiles, que entendían en casos de separación, bigamia, etc. En América, desarrollaron una importante acción cultural diversas órdenes religiosas: los dominicos, los franciscanos y los jesuitas.
Una parte de los sacerdotes que llegaron a América se distribuyó por diversas regiones para evangelizar y convertir a los indios, y en muchas ocasiones llevar hasta ellos la civilización. Los demás misioneros se dedicaron a la enseñanza en colegios y universidades, al cuidado de enfermos para lo que fundaron hospitales, a la implantación y desarrollo de la imprenta, etc.
La acción cultural en el Río de la Plata
En el Río de la Plata, se destacaron los jesuitas que gobernaron espiritualmente pueblos de indios conocidos con el nombre de misiones jesuíticas. Las principales fueron las instaladas en el Paraguay. Eran pueblos dirigidos por un cura y un teniente cura, que contaban con regidores y cabildantes indios. En ellos se desarrolló una importante acción cultural. Los misioneros introdujeron la imprenta en el Río de la Plata y dirigieron los principales centros de enseñanza.
La expulsión de los jesuitas
En 1767, Carlos III ordenó la expulsión de los jesuitas, pues se atribuyó a la Compañía una fuerza política y económica muy poderosa dentro del estado. Para administrar los bienes abandonados se crearon Juntas de Temporalidades, con cuyo producto se fomentó la cultura colonial. La Junta Suprema residía en Madrid.
Las reducciones o misiones pasaron a tener gobierno civil, pero decayeron rápidamente porque el indio no se avenía a la nueva situación; muchos prefirieron volver a la antigua vida en las selvas. Quince años después de la expulsión, el Papa disolvió la Orden. En 1814 fue restablecida y en 1836, los jesuitas volvieron a la Argentina.
La enseñanza de la lengua española
Uno de los primeros problemas que surgieron después del descubrimiento fue el modo de entenderse con los indios. Entonces los misioneros, especialmente, tuvieron que aprender las lenguas indígenas que se hablaban en las regiones donde predicaban y después se dedicaron a enseñar la lengua española. Para facilitar la tarea, algunos sacerdotes redactaron gramáticas, compendios y diccionarios. Más tarde se organizó la enseñanza, creándose escuelas para indios. En el Río de la Plata, los que impartieron enseñanza primeramente fueron los jesuitas y los franciscanos.
Las primeras diócesis en el Río de la Plata y el Tucumán
El 11 de febrero de 1555, fue nombrado primer obispo del Río de la Plata, fray Pedro Fernández de la Torre. Su actividad fue muy intensa: creó las primeras escuelas donde se enseñaba a los indígenas agricultura y la lengua española; fundó conventos y organizó su diócesis en forma adecuada al ambiente americano.
El obispado del Tucumán, con sede en Santiago del Estero, se creó en 1570. El cristianismo había llegado a esta región cuando los sacerdotes Francisco Galán y Juan Cedrón la recorrieron con la expedición de Diego de Rojas. La nueva diócesis comprendía a Córdoba, La Rioja, Santiago del Estero, Tucumán, Catamarca, Salta y Jujuy. Su primer obispo efectivo fue fray Francisco de Vitoria.
Le sucedió fray Hernando de Trejo y Sanabria, con una acción descollante en la defensa y evangelización del indígena. Éste nació en Paraguay y era hermano de Hernandarias. Bregaba para que el colono remunerase los servicios del indígena encomendado y le otorgara protección y educación religiosa. "Sois tan libres —les decía a sus indios— como los españoles y los criollos"; pero en realidad no era así. Una de sus grandes obras fue en 1613 y al impulsar la creación de la Universidad de Córdoba, de la que suele considerársele el fundador. Sin embargo, prestigiosos historiadores sostienen que en realidad fue fundada por la Compañía de Jesús.
El obispo Trejo promovió la fundación de la orden de las Monjas Catalinas, que fueron las primeras religiosas de nuestro territorio y las primeras maestras de Córdoba. La diócesis del Tucumán trasladó su sede a la ciudad de Córdoba en el año 1699.
Las diócesis de Buenos Aires y Salta
La diócesis de Buenos Aires fue erigida en 1620 por orden de Paulo V, y se nombró obispo a fray Pedro de Carranza. En 1807 se creó la de Salta.