La importancia de María Santísima en el plan de salvación de Dios
Abandonándonos en el misterio de la Santísima Trinidad, solicitemos la inspiración del Espíritu Santo para discernir con sabiduría la importancia de María Santísima en el plan de salvación de Dios.
El lugar de María en la obra de la salvación
Damos a María el lugar que los insondables designios de Dios le han otorgado; ¿osará alguien objetarle que haya elegido a María y le haya dado el lugar que le dio?
Objeciones a la mediación de María
He recibido varias objeciones sobre este tema que apuntan contra esta verdad; por ejemplo:
- Leer el Nuevo Testamento, ¿dónde dice el papel de María?
- ¿Desde cuándo es mediadora?
- En una revista católica leo que “si con razón podemos decir que Jesús es camino que nos lleva al Padre, también es el camino que nos lleva a María”. Confieso que esta afirmación me ha llenado de estupor.
La respuesta a estas objeciones
Junto al de su perpetua virginidad, el más difícil para los protestantes es el “lugar” que ocupa María en la doctrina católica de la salvación, es decir, su función mediadora o intercesora.
El papel mediador de María Santísima está atestiguado por su actitud en el Evangelio, particularmente en las Bodas de Caná, como se puede leer en el evangelio de San Juan (2,1-11).
Allí, y nadie puede negarlo, María intercede, es decir, pide a su Hijo Jesucristo que ayude a los novios que están en una situación muy comprometida en su fiesta de bodas. Y Jesucristo, comenzando con una misteriosa frase que pareciera insinuar una especie de resistencia inicial, hace finalmente su primer milagro a pedido de María.
En pocos otros episodios del Evangelio aparece tan magnífico el papel mediador de la Virgen junto a su relación intrínseca con Jesucristo. Ella misma dice a los sirvientes de la fiesta: haced lo que él [Jesús] os dirá.
La intercesión de María en la Cruz
En la Cruz, Jesús encomendó a María el cuidado de Juan, así como encomendó el cuidado de María a Juan (cf. Jn 19). Nosotros vemos en este pasaje la “proclamación” de la maternidad espiritual de María sobre todos los hombres (no el comienzo de su maternidad espiritual sino su declaración, pues el comienzo coincide con el de su maternidad divina, ya que al comenzar a ser madre de la Cabeza del cuerpo de Cristo, como llama San Pablo a la Iglesia, empezó a ser madre de todo el cuerpo).
La oración y la intercesión de María
El Apóstol Santiago, hablando sobre la intercesión, dice: La oración del justo tiene mucho poder (St 5,16).
¿Por qué se ha de negar este poder a la oración de María? Y si no se niega, entonces ¿por qué se niega su poder intercesor?
Si no es para interceder pidiendo y obteniendo algo para sí mismo o para otros, ¿para qué tiene poder la oración? Y San Pablo, en Ef 6,18 nos manda: Orad unos por otros intercediendo por todos los santos.
Si todos podemos y debemos orar unos por otros, ¿por qué María no puede orar por nosotros?
La mediación de María y la doctrina protestante
El texto más fuerte que aducen los protestantes contra la mediación de María (y de cualquier santo), es el pasaje de 1Tim 2,5: hay un solo Dios, y también un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, hombre también.
Pero el pasaje no está bien interpretado, si se lo entiende como una exclusión de otros intercesores. San Pablo dice allí que la salvación nos viene sólo por medio de Cristo: de Dios a todos los hombres –sin excepción– la salvación viene por Cristo, por su humanidad, es decir, por su encarnación, por ser verdadero hombre y verdadero Dios al mismo tiempo, Pontífice supremo.
El papel de María en la obra de la salvación
La cooperación de María en la obra de la salvación
A lo largo de los siglos la Iglesia ha reflexionado en la cooperación de María en la obra de la salvación, profundizando el análisis de su asociación al sacrificio redentor de Cristo.
La Virgen María, cooperadora en la obra de la salvación
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A lo largo de los siglos la Iglesia ha reflexionado en la cooperación de María en la obra de la salvación, profundizando el análisis de su asociación al sacrificio redentor de Cristo.
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El término “cooperadora” aplicado a María cobra, sin embargo, un significado específico. La cooperación de los cristianos en la salvación se realiza después del acontecimiento del Calvario, cuyos frutos se comprometen a difundir mediante la oración y el sacrificio.
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El particular papel de cooperadora que desempeñó la Virgen tiene como fundamento su maternidad divina. Engendrando a Aquel que estaba destinado a realizar la redención del hombre, alimentándolo, presentándolo en el templo y sufriendo con él, mientras moría en la cruz, “cooperó de manera totalmente singular en la obra del Salvador” (Lumen gentium, 61).
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A pesar de la singularidad de esa condición, María es también destinataria de la salvación. Es la primera redimida, rescatada por Cristo “del modo más sublime” en su concepción inmaculada (cf. bula Ineffabilis Deus, de Pío IX: Acta 1, 605), y llena de la gracia del Espíritu Santo.
La maternidad universal de María
Esta afirmación nos lleva ahora a preguntarnos: ¿cuál es el significado de esa singular cooperación de María en el plan de la salvación? Hay que buscarlo en una intención particular de Dios con respecto a la Madre del Redentor, a quien Jesús llama con el título de “mujer” en dos ocasiones solemnes, a saber, en Caná y al pie de la cruz (cf. Jn 2, 4, 19, 26).
María está asociada a la obra salvífica en cuanto mujer. El Señor, que creó al hombre “varón y mujer” (cf. Gn 1, 27), también en la Redención quiso poner al lado del nuevo Adán a la nueva Eva.
La cooperación de María en la obra de la salvación
El Concilio tiene muy presente esta doctrina y la hace suya, subrayando la contribución de la Virgen santísima no sólo al nacimiento del Redentor, sino también a la vida de su Cuerpo místico a lo largo de los siglos y hasta el evsvcaton: en la Iglesia, María “colaboró” y “colabora” (cf. Lumen gentium, 53 y 63) en la obra de la salvación.
Refiriéndose al misterio de la Anunciación, el Concilio declara que la Virgen de Nazaret, “abrazando la voluntad salvadora de Dios (…), se entregó totalmente a sí misma, como esclava del Señor, a la persona y a la obra de su Hijo. Con él y en dependencia de él, se puso, por la gracia de Dios todopoderoso al servicio del misterio de la Redención” (ib. 56).
Además, el Vaticano II no sólo presenta a María como la “madre del Redentor”, sino también como “compañera singularmente generosa entre todas las demás criaturas”, que colabora “de manera totalmente singular a la obra del Salvador con su obediencia, fe, esperanza y ardiente amor”.