La verdadera adoración
¿Por qué algunos creen que la adoración es algo más que rezar, prender velas o pedir cosas? La adoración es un acto de espíritu y verdad, como demuestra la Escritura en Juan 4,23-24:
Pero llega la hora (ya estamos en ella) en que los adoradores verdaderos adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque así quiere el Padre que sean los que le adoren.
Dios es espíritu, y los que adoran, deben adorar en espíritu y verdad.
La Escritura claramente establece que la adoración se hace en espíritu, no solo con gestos físicos. Esta verdad refuta las calumnias contra los cristianos católicos que son tildados de «adoradores de imágenes» por tocar, besar o cargar una imagen de María o algún santo.
¿Si la adoración es solo tocar, besar o cargar, entonces los que calumnian a los cristianos católicos también adoran a Dios? ¿Los tocan, besan o cargan a Dios? La lógica demuestra que no, ya que la adoración se hace con el alma, la mente y el espíritu, como se establece en Deuteronomio 6,4-5:
Escucha, Israel: Yahveh nuestro Dios es el único Yahveh.
Amarás a Yahveh tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza.
En el cristianismo católico, María, madre de Jesús, recibe un culto especial conocido como hiperdulía, que significa «más que de simple dulía», debido a su excelencia sobre los demás santos. La Escritura misma insta a la veneración de María, como se ve en Lucas 1,42:
y exclamando con gran voz, dijo: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno.
Por ser la más bendita entre la criatura de Dios, María es digna de la veneración y la Escritura la presenta como la bienaventurada desde el momento de la Concepción, como se establece en Lucas 1,48:
Porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada.
La veneración de María es un recordatorio de reconocer su excelencia y dignidad como madre del Señor, y de la importancia de la oración y la devoción en nuestra vida de fe.