La parábola del rico y Lázaro: un llamado a la misericordia
En aquellos días, Jesús dijo una parábola: «Era un hombre rico que vestía de púrpura y lino, y celebraba todos los días espléndidas fiestas. Y uno pobre, llamado Lázaro, que, echado junto a su portal, cubierto de llagas, deseaba hartarse de lo que caía de la mesa del rico… pero hasta los perros venían y le lamían las llagas. Sucedió, pues, que murió el pobre y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. Murió también el rico y fue sepultado. «Estando en el Hades entre tormentos, levantó los ojos y vio a lo lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. Y, gritando, dijo: “Padre Abraham, ten compasión de mí y envía a Lázaro a que moje en agua la punta de su dedo y refresque mi lengua, porque estoy atormentado en esta llama.” Pero Abraham le dijo: “Hijo, recuerda que recibiste tus bienes durante tu vida y Lázaro, al contrario, sus males; ahora, pues, él es aquí consolado y tú atormentado. Y además, entre nosotros y vosotros se interpone un gran abismo, de modo que los que quieran pasar de aquí a vosotros, no puedan; ni de ahí puedan pasar donde nosotros.” «Replicó: “Con todo, te ruego, padre, que le envíes a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les dé testimonio, y no vengan también ellos a este lugar de tormento.” Díjole Abraham: “Tienen a Moisés y a los profetas; que les oigan.” El dijo: “No, padre Abraham; sino que si alguno de entre los muertos va donde ellos, se convertirán.” Le contestó: “Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se convencerán, aunque un muerto resucite.”»
Reflexión
Esta parábola nos recuerda la bienaventuranza que dice: “Felices los pobres, porque de ellos es el Reino de Dios” (Lc 6.20). La situación económica no determina si hemos de alcanzar el cielo o no. Lázaro fue llevado hasta Abraham sin que nos lo hayan presentado como un hombre de virtud, sino porque era pobre. Jesús no le llama al rico “un rico malvado”, sino simplemente “un rico”, como tantos otros. El rico no es acusado de haberle robado a Lázaro, ni de haberlo maltratado o explotado. Lo que el Evangelio menciona es que, simplemente no lo vio a Lázaro. El pecado del rico es no haber visto al pobre.
La barrera entre el pobre y nosotros
Esa barrera que hemos puesto entre el pobre y nosotros, es la misma que hemos puesto entre Dios y nosotros. El Reino de Dios es para el pobre, y el que se aparta del pobre, se aparta también de Dios. Según el Papa Francisco, “ignorar al pobre es despreciar a Dios”. El rico se condena por su propia culpa, por su pecado de omisión. El mensaje de ésta parábola va dirigido a los ricos, para que ellos se den cuenta del terrible porvenir que se están preparando.
La dureza de corazón de los ricos
Pero, resulta que Jesucristo ha resucitado de entre los muertos y nos ha ofrecido la verdadera vida, la que vence a la muerte y a sus tormentos. Y se abre entonces la pregunta, ¿cuántos ricos se han convertido por ello? Tal vez se han hecho bautizar y confirmar, se confiesan y comulgan, reciben la extrema unción pero se olvidan de lo esencial, de aquella advertencia que el Señor les dirige: “¡En el cielo no hay más que pobres!”
La misericordia de Dios
El Papa Francisco nos ha dicho que “La misericordia de Dios hacia nosotros está vinculada a nuestra misericordia hacia el prójimo; cuando falta esta, también aquella no encuentra espacio en nuestro corazón cerrado, no puede entrar”. Nos invita a abrir el corazón a la Palabra de Dios, que nos llama a amar a Dios y al prójimo. La Palabra de Dios puede hacer revivir un corazón árido y curarlo de su sequedad. El rico conocía la Palabra de Dios, pero no la ha dejado entrar en el corazón, no la ha escuchado, por eso ha sido incapaz de abrir los ojos y de tener compasión del pobre.
Evangelizar a los ricos
Amados hermanos, nos toca entonces evangelizar, desgastar nuestras suelas para anunciar la Buena Nueva también a nuestros hermanos ricos, amarlos porque también son nuestros hermanos, y darles a ellos nuestra piedad, nuestro amor, y sobre todas aquellas palabras terribles de Cristo. Si nosotros callamos y no les evangelizamos, caeremos entonces en el pecado de omisión.
Nota
Para la elaboración de este tema se tomaron elementos de un escrito del Padre Nicolás Schwizer del Instituto de los Padres de Schoenstatt y de una Audiencia General del Papa Francisco.
La cita de la bienaventuranza
“Derribó a los poderosos de su trono, elevó a los humildes; colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías” (Lc 1, 52-53).