La verdadera humildad en la oración
Cuando oramos, es fundamental que nuestra actitud sea de humildad y sencillez de corazón. Jesús nos enseña en la parábola del fariseo y el publicano que la verdadera oración no es una autoexaltación, sino una actitud humilde y contrita.
El fariseo y su orgullo
El fariseo subió al templo a orar, pero su oración era una autojustificación y una exhibición de sus "méritos". Se alababa a sí mismo y se comparaba con los demás, considerándose superior. Era un hombre orgulloso y egoísta, que se sentía santo y "perfecto" porque observaba escrupulosamente las prescripciones externas de la Ley.
El publicano y su humildad
Por el contrario, el publicano se quedó atrás en la última banca del templo y se golpeaba el pecho, diciendo: "¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador". Era un hombre que reconocía sus limitaciones personales y experimentaba un religioso y santo temor de presentarse ante Dios. Se humillaba y pidiendo perdón por sus maldades.
El mensaje de Jesús
Jesús nos enseña que la verdadera oración debe estar permeada de humildad y sencillez de corazón. No podemos presentarnos ante Dios con orgullo y egoísmo, sino que debemos reconocer nuestras limitaciones y pedir perdón por nuestros pecados. La humildad conquista el corazón de Dios y nos permite acercarnos a Él con confianza y fe.
La importancia de la humildad en la oración
La humildad es esencial en la oración porque nos permite reconocer nuestras limitaciones y pedir perdón por nuestros pecados. Sin humildad, nuestra oración se convierte en una autojustificación y una exhibición de nuestros "méritos". La Santísima Virgen María nos enseña que la humildad es la clave para acercarnos a Dios y obtener su misericordia.
Conclusión
Cuando oramos, debemos hacerlo con humildad y sencillez de corazón. No podemos presentarnos ante Dios con orgullo y egoísmo, sino que debemos reconocer nuestras limitaciones y pedir perdón por nuestros pecados. La humildad conquista el corazón de Dios y nos permite acercarnos a Él con confianza y fe.
Oración
Querido Señor, enseñanos a orar con humildad y sencillez de corazón. Ayúdanos a reconocer nuestras limitaciones y a pedir perdón por nuestros pecados. Que la humildad sea la característica de nuestra oración y que podamos acercarnos a Ti con confianza y fe. Amén.