La muerte de María: ¿necesidad o no?
La pregunta sobre si María murió o no es una de las más frecuentes en la discusión sobre su dormición. Algunos se preguntan si era necesario que muriera para resucitar, ya que la paga del pecado es la muerte. Sin embargo, si María no tuvo pecado, ¿entonces murió?
Para entender mejor esta cuestión, debemos revisar el dogma de la asunción de nuestra Madre María. El dogma se estableció en 1950 por el Papa Pío XII en la constitución apostólica Munificentissimus Deus. En ella, el Papa aseguró que "la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celeste".
Es interesante notar que el Papa Pío XII no dice que María murió, ni tampoco dice que no murió. De hecho, la Constitución apostólica no define si María murió o no, pero más bien utiliza el término "dormición" para describir su tránsito de la vida terrena a la vida eterna.
El Catecismo de la Iglesia nos ayuda a comprender mejor esta cuestión. En el numeral 966, se dice que "la Virgen Inmaculada, preservada inmune de toda mancha de pecado original, terminado el curso de su vida en la tierra, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria del cielo y enaltecida por Dios como Reina del universo, para ser conformada más plenamente a su Hijo, Señor de los señores y vencedor del pecado y de la muerte".
La Asunción de la Santísima Virgen constituye una participación singular en la Resurrección de su Hijo y una anticipación de la resurrección de los demás cristianos. Según el Tropario en el día de la Dormición de la Bienaventurada Virgen María, "en el parto te conservaste Virgen, en tu tránsito no desamparaste al mundo, oh Madre de Dios. Alcanzaste la fuente de la Vida porque concebiste al Dios viviente, y con tu intercesión salvas de la muerte nuestras almas".
La pregunta sobre si María murió o no es una cuestión que ha sido discutida por muchos teólogos a lo largo de la historia. Algunos, como San Juan Damasceno, creen que María conservó su cuerpo sin corrupción después de la muerte, ya que había sido concebida sin pecado.
Otros, como San Germán de Costantinopla, creen que María fue asunta al cielo sin separarse de la compañía de Dios, ya que había sido concebida sin pecado y había sido la Madre del Hijo de Dios.
En resumen, la cuestión sobre si María murió o no es una cuestión que no está definida en la Constitución apostólica Munificentissimus Deus. Sin embargo, se puede concluir que, para los católicos, la muerte es solo el paso de esta vida temporal a la continuación en la vida eterna. Y, como dice el prefacio I para los difuntos del Misal Romano, "para los que creen en ti Señor la vida solo se transforma, no se acaba y disuelta nuestra morada terrenal se nos prepara una mansión eterna en el cielo".
La resurrección de los justos
La resurrección de los justos es un tema que ha sido discutido por muchos teólogos a lo largo de la historia. Según el Evangelio de Juan, "no se admiren de esto, porque va a llegar la hora en que todos los muertos oirán su voz y saldrán de las tumbas. Los que hicieron el bien, resucitarán para tener vida; pero los que hicieron el mal, resucitarán para ser condenados" (Jn 5, 28-29).
Cristo resucitó con su propio cuerpo, como se puede ver en el Evangelio de Lucas, "vean mis manos y mis pies: ¡soy yo mismo! Tóquenme y miren: un espíritu no tiene carne ni huesos, como ven que yo tengo" (Lc 24,39).
María, por privilegio especial como favor de Dios, en virtud de ser la Madre del Hijo de Dios y haber sido concebida sin pecado, al ser asunta al cielo goza de los beneficios de la resurrección y entra en el cielo ya con su cuerpo glorioso. Lo que obtenemos nosotros si algún día nosotros también alcanzamos la salvación.
Conclusión
En conclusión, la cuestión sobre si María murió o no es una cuestión que no está definida en la Constitución apostólica Munificentissimus Deus. Sin embargo, se puede concluir que, para los católicos, la muerte es solo el paso de esta vida temporal a la continuación en la vida eterna. Y, como dice el prefacio I para los difuntos del Misal Romano, "para los que creen en ti Señor la vida solo se transforma, no se acaba y disuelta nuestra morada terrenal se nos prepara una mansión eterna en el cielo".
Referencias
- Constitución apostólica Munificentissimus Deus, del Papa Pío XII (1950)
- Catecismo de la Iglesia (numer 966)
- Tropario en el día de la Dormición de la Bienaventurada Virgen María
- San Juan Damasceno, Homilía en la dormición de la Virgen (PG 96,742)
- San Germán de Costantinopla, Homilia in Dormitionem B.V. Mariae
- Juan Duns Scoto, In III sententiarum, dist. III, q.1 (cfr. DZ. 2331)