Advocaciones Marianas
Advocaciones Marianas:
Así como el apóstol San Juan por encargo de Jesucristo, al pie de la cruz, se llevó a la Virgen María a su casa, de la misma manera no existe un hogar católico donde sus moradores no hospeden en el a la Madre de Dios: La Virgen María, simbolizando esta acción al tener en su casa la hermosa imagen de ella en alguna de las muchas advocaciones con que se le aclama y recurre a su valiosa intercesión con infinidad de títulos.
Ante el fervor mariano de la fe católica, se presenta por otra parte, el afán de infinidad de sectas para acabar con él. Todos los sectarios conocen que la devoción de nuestro pueblo a la Virgen María es una de las barreras más difíciles de derribar. Ellos conocen que todo aquel católico que abandona su veneración a nuestra Madre del Cielo, ya fácilmente se incorporará a esos grupos destructivos. He aquí la razón por la cual, los sectarios no descansan en tratar de destruir toda devoción a la Virgen María entre los católicos.
Las Advocaciones de la Virgen María.
Se conoce como advocaciones , a las distintas formas de nombrar o referirnos a la Santísima Virgen. Es común que muchos cristianos, por falta de información o mejor dicho «formación», confundan esos distintos nombres con distintas santas o «virgencitas», como suelen llamarle. La Madre de Jesús es la Virgen María. Y los católicos solemos «apodarla» de distintas maneras, según el lugar dónde se halla instalada la devoción, o según la circunstancia, si es una aparición o se la nombra Patrona, etc.
De esta manera, encontraremos que llamamos a María como «Nuestra Señora del Rosario», Reina de los Ángeles, Virgen de Lourdes, Virgen de Fátima, Nuestra Señora de la Paz, Madre de la Eucaristía, La Virgen del Carmen, La Virgen de la Medalla Milagrosa, y cientos de formas más. Pero siempre nos referimos a nuestra Santa Mamá del Cielo. ¿Que niño no ha llamado a su madre de cientos de maneras cariñosas? Es por eso que no debemos confundirla, como si se tratara de distintas personas o distintas santas.
La palabra “advocación” provine del latín advocare, y hace referencia a la invocación y al mismo tiempo al hecho de dirigirse hacia un objeto específico que en la práctica histórica, varía de forma pero en el fondo es la misma esencia. Esto ocurre con la imagen de la Virgen María, quien es diferente en cada región pero que es la misma Virgen María, la Madre de Jesucristo y de la Iglesia, y cuando el fiel se dirige con amor a esa imagen específica, se está dirigiendo en realidad a la Virgen María que vive en el reino de Dios. El amor que experimenta es el mismo amor a María y todos los creyentes, aunque amen a diversas advocaciones viven un único amor a Dios y a María, y están unidos en ese amor.
La devoción popular o religiosidad popular está presente en el culto litúrgico y en los sacramentales de la Iglesia donde se fusionan fe cristiana, valores humanos, cultura antropología e historia de los pueblos, además del sentido espiritual personal de cada creyente. Es bueno recordar brevemente que a Dios se le rende culto de latría o adoración, a la Virgen se le rinde culto de hiperdulía o veneración, a San José de protodulía y a los santos de dulía. Esquemáticamente los elementos del culto a María se pueden definir de: Veneración porque se reconoce la excelencia de la madre de Dios, amor amar a Cristo es amar a María y amar a María es amar la Iglesia de Cristo, invocación se invoca como intercesora, imitación de las virtudes.
San Epifanio aclaraba la diferencia entre el verdadero culto a Dios y la verdadera devoción a la Virgen María: “Sea María honrada. Sean Padre, Hijo, y Espíritu Santo adorados, pero que ninguno adore a María”.
Esta misma enseñanza es la que actualmente recoge el Catecismo de la Iglesia Católica.:
“Todas las generaciones me llamarán bienaventurada” (Lc 1, 48): “La piedad de la Iglesia hacia la Santísima Virgen es un elemento intrínseco del culto cristiano” (MC 56). La Santísima Virgen “es honrada con razón por la Iglesia con un culto especial. Y, en efecto, desde los tiempos más antiguos, se venera a la Santísima Virgen con el título de `Madre de Dios’, bajo cuya protección se acogen los fieles suplicantes en todos sus peligros y necesidades… Este culto… aunque del todo singular, es esencialmente diferente del culto de adoración que se da al Verbo encarnado, lo mismo que al Padre y al Espíritu Santo, pero lo favorece muy poderosamente” (LG 66); encuentra su expresión en las fiestas litúrgicas dedicadas a la Madre de Dios (cf. SC 103) y en la oración mariana, como el Santo Rosario, “síntesis de todo el Evangelio”. (Catecismo de la Iglesia Católica 971).
Toda cultura, todo pueblo según las formas congéniales a su realidad propia elabora una piedad popular ligada a las manifestaciones cultuales: “La religiosidad popular es una experiencia universal: en el corazón de toda persona, como en la cultura de todo pueblo y en sus manifestaciones colectivas, está siempre presente una dimensión religiosa.”
Pero estas expresiones no siempre mantiene una cierta relación con la revelación cristiana; por esto es necesario también reconocer los límites que puede tener como por ejemplo: la falta de algunos elementos esenciales de la misma fe cristiana, la desproporción entre el culto a los santos frente a la centralidad del culto a Cristo, el escaso conocimiento de la Sagrada Escritura, el distanciamiento de la práctica sacramental y del compromiso cristiano entre otros por lo cual es necesaria su evangelización y su purificación.
Esta manifestación común de la fe devocional se puede encontrar en todos los estratos del pueblo de Dios, y en la medida que se vive, logra preservar la fe de manera sencilla, ligada a la vida simple, cotidiana y elemental de la vida familiar y social. Se habla de un catolicismo popular sobre todo presente en los ámbitos rurales, sub-urbanos y periféricos, pero sin exclusión de otros sectores sociales. Esta realidad de la religiosidad popular, por sus actos privados y públicos que la caracterizan: signos, palabras, cantos y danzas, actos, celebraciones, ropaje, colores, costumbres y tradiciones, promueve no solo lo individual, sino la conciencia comunitaria de la fe cristiana y su compromiso, y se relaciona profundamente con la vitalidad de su historia, de su cultura, de sus raíces religiosas.
Por eso es posible desarrollar la fe en una advocación mariana específica, que representa un valor común para todo un pueblo, por estar inscrita dentro de su historia precisa, dentro de acontecimientos en lugares con fechas que ocurrieron y tienen que ver con la búsqueda de la salvación espiritual y general como pueblo.: “La devoción siempre responde a una actitud interior de fe que se manifiesta en la relación del fiel con las Divinas Personas o con la Virgen María”.
LAS DIVERSAS ADVOCACIONES EN EL MUNDO Y EN LATINO AMÉRICA
Durante la historia de la Iglesia se han ido acumulando una cantidad enorme de diversas advocaciones marianas, el ejemplo de la Virgen del Pilar, aparición que ocurrió en España en el tiempo de los apóstoles, cuando María posiblemente estaba viva todavía, hasta las manifestaciones y apariciones actuales, pasando por la Guadalupe, Coromoto, Lourdes, Fátima, Aparecida, Luján, entre miles de otras advocaciones.
El motivo o el origen de cada advocación varía en cada una de ellas; siempre se trata de hechos extraordinarios, milagrosos, donde el pueblo de Dios, la Iglesia en su conjunto, reconoce la intervención de la Madre de Jesús en su favor. Después el pueblo se encarga de “encarnar”, hacer suya, esta realidad, esta intervención especial de la Virgen y se va creando la advocación correspondiente hasta consolidarse definitivamente en un título, en una forma específica; como por ejemplo “la Virgen del Pilar” en Zaragoza, España; “Nuestra Señora de Aparecida” en Brasil, porque una estatua se apareció en el río, primero el cuerpo y luego la cabeza; después de esto pudieron pescar peces abundantes y solventar un grave problema; la Virgen de Guadalupe, quien era nombrada de una manera parecida a ese título y en español quedó como Guadalupe, una aparición extraordinaria que dejó el más extraordinario de los cuadros sobre María, no pintado por manos humanas. La Coromoto, cuyo nombre adoptó por el nombre del cacique Coromoto, un nombre que no se va a hallar en ninguna otra parte del mundo y define esta advocación de María. La Virgen de Fátima, por el lugar en Portugal donde se apareció a los pastorcitos, y que luego fue definida como imagen de bulto con sus características propias, así como la de Lourdes, con las manos juntas en señal de oración.
En general cada intervención de María tiene que ver con una realidad histórica precisa, con una necesidad particular del pueblo de Dios, lo cual una vez más demuestra la labor maternal de María, que se tomó muy en serio el mandato de su Hijo en la cruz. Por ejemplo para el pueblo mexicano del comienzo del mestizaje, entre españoles y aztecas, además de otras etnias menores, había una situación muy complicada; tanto así que el obispo Zumáraga escribió una carta al Papa donde le expresaba su imposibilidad de evangelizar, y que sin una intervención especial de Dios las cosas iban a ser un desastre. Esto sucede al comienzo del siglo XVI, realmente temprano en el proceso que ocurre en América con la llegada de los europeos. Al poco tiempo sucede lo de la Guadalupe, los indios adoptan a la Madre de Cristo como su propia madre; ellos tenían la Tonantzin, que era como una diosa femenina y asimilan María a esta presencia femenina de su cultura religiosa, pero María es la madre de Jesús, y no es una diosa, sin embargo participa del misterio de Dios y de la acción de Dios en la humanidad. Ella les hace sentir que ya no es necesario sacrificios humanos y se da un proceso de evangelización profundo, donde incluso la Iglesia mexicana tiene mártires canonizados desde los primeros siglos, donde han surgido tantas congregaciones autóctonas de mujeres y también de varones; donde todavía hoy en día hay una gran cantidad de vocaciones al sacerdocio.
La advocación guadalupana ha sido adoptada profundamente por los mexicanos; ella sigue trascendiendo fronteras, además de patrona de México ha sido nombrada emperatriz de América y de las Filipinas. El cuadro de la Virgen es tan extraordinario que incluso los estudios de científicos de la Nasa han descubierto cosas en él que asombran cada vez más a la humanidad.
Y bueno, es la esperanza de que al profundizar en el conocimiento de María, Madre de Dios y Madre nuestra aprendamos a amarla y respetarla, dándole su lugar junto a su Hijo Jesucristo y nunca sobre él y seguirla llamando NUESTRA MADRE en la advocación que cada uno en su corazón desee manifestarle.