Las profecías de la Virgen en el Antiguo Testamento
Paz y bien hermanos en el tema de hoy veremos las profecias sobre nustra Madre la Santisima Virgen Maria.
Comenzamos este hermoso recorrido por el antiguo testamento, con las palabras de San Agustín y la acertada afirmacion del Concilio Vaticano ll.
San Agustín decía que el Nuevo Testamento está latente en el Antiguo, y que el Antiguo se hace patente en el Nuevo. De esta manera, la Iglesia ha sabido leer los libros del Antiguo Testamento en una luz siempre creciente. La Revelación de Dios ha sido progresiva hasta alcanzar su culmen en Cristo. Pero incluso después de Cristo, iluminada por el Espíritu Santo, la Iglesia camina hacia la verdad plena. Así, la Esposa de Cristo va descubriendo todo el contenido de verdades salvadoras que estaban encerradas en la Escritura y la Tradición de la Iglesia.
Afirma el Concilio Vaticano II: “Los libros del Antiguo Testamento describen la historia de la Salvación en la que se va preparando, paso a paso, la venida de Cristo al mundo. Estos primeros documentos, tal como se leen en la Iglesia y se interpretan a la luz de la plena revelación ulterior, iluminan poco a poco con más claridad la figura de la mujer, Madre del Redentor” (LG, 55).
En el Antiguo Testamento es como una gran profecía o anuncio de la venida de Jesucristo Nuestro Señor, Redentor de la humanidad; pero muy poco encontramos en él acerca de la Santísima Virgen María.
Sin embargo ya desde el principio, en el Libro del Génesis aparece la figura de aquella mujer de la que habrá de nacer el Salvador. Cuando Dios maldice a la serpiente o Satanás, le dice: «Enemistad pondré entre ti y la mujer y entre tu linaje y su linaje: él te pisará la cabeza mientras acechas tú su talón». (Gén.3,15)
Con razón la Iglesia llama a este texto el Protoevangelio o sea, el primer anuncio de la buena nueva. Al anunciar a Jesucristo se menciona a la que lo va a dar a luz.
Entre los textos que hacen referencia a María en el Antiguo Testamento, se encuentra también el oráculo del profeta Miqueas en el capítulo 5, versículos 1-2. Éste es el texto: “Pero tú, Belén Efrata, aunque tan pequeña entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que ha de ser dominador en Israel; sus orígenes son muy antiguos, de días remotos. Por eso Él los entregará hasta el tiempo en que dé a luz la que ha de dar a luz. Entonces el resto de sus hermanos volverá junto a los hijos de Israel”.
Uno de los textos más conocidos es el de la profecía del Emmanuel, recogido en Is. 7, 14: He aquí que la virgen (almah) ha concebido y va a dar a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa “Dios con nosotros”. La situación histórica en la que el profeta pronuncia este oráculo es dramática. Los reinos de Israel (Efraim) y de Siria (Aram) han declarado la guerra al reino de Judá regido por Jotam, cuyo sucesor será Ajaz. Judá no ha querido aliarse con estos dos reinos del norte frente al peligro de invasión de Asiria, regida por Teglat-Phalasar III. Ajaz, vencido a campo abierto por Israel y Siria, tuvo que refugiarse en las fortificaciones de la capital. Entonces Ajaz, en vez de acudir al Señor y rectificar su conducta desordenada, pidió socorro a Teglat-Phalasar III. El precio de esta alianza fue un acto impío de Ajaz: la entrega del oro y la plata del templo de Yahvéh, y el vasallaje del reino de Judá al de Asiria. Esta alianza tuvo como consecuencia la separación del culto y de la doctrina del Dios verdadero, a causa del sincretismo religioso que produjo la aceptación de la religión asiria.
También podemos decubrir gran tesoro a cerca de nuestra Madre en uno de los salmos:
Salmo 45
«…a tu diestra una reina,
con el oro de Ofir.» Sal 45, 10b
En este versículo, anuncia el salmista, que a la diestra del Señor, habrá una reina con oro, es decir, enjoyada, honrada, destacada.
«Escucha, hija, mira y pon atento oido,
olvida a tu pueblo y la casa de tu padre,
y el rey se prendará de tu belleza.
El es tu Señor, ¡Postrate ante Él!» Sal 45, 11-12
Los padres enseñan a una doncella a amar al Señor, olvidando sus ataduras mundanas, manteniéndose pura para Él. Así, le dicen, el Rey, es decir, el Señor, se prendará de su belleza. Esto se cumple en María, según relata San Lucas, como el ángel se dirigió a ella:
«No temas María, porque has hallado gracia delante de Dios.» (Lc 1, 30)
Y aún más, le anuncia que quedará encinta y dará a luz un hijo, que será el Mesías, esperado durante siglos por los judíos:
«El será grande y será llamado Hijo del altísimo y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; Reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin.» (Lc 1,31-33)
«La hija de Tiro con presentes,
y los más ricos pueblos recrearán tu semblante» Sal 45-13
Los pueblos gentiles Ie ofrecerán regalos y ofrendas. Recrearán, es decir, reproducirán su semblante, su rostro, su imagen. Tal como sucede desde el inicio del cristianismo, hasta hoy en día, en que los pueblos continúan venerando a la Madre del Señor y recordándola con cariño, por medio de las múltiples imágenes que de ella se han elaborado a través de los veinte siglos de cristianismo.
«Toda espléndida, la hija del Rey,
va adentro, con vestidos en oro recamados.
Con sus brocados es llevada ante el Rey.» Sal 45, 14
Solo existe una mujer en la humanidad que puede cumplir con esto:
¿Cuál otra mujer, podría ser hija de Dios y a la vez, ser llevada a Él como esposa? Está así unida maravillosamente al misterio de la Santísima Trinidad, pues es hija amada y predilecta de Dios Padre, esposa de Dios Espíritu Santo y madre de Dios Hijo. Ello a pesar de su frágil condición humana. Ninguna otra criatura, ni antes ni después, ha podido gozar de una unión más íntima y perfecta con el Señor.
«Vírgenes tras ella, compañeras suyas,
donde Él son introducidas;
entre alborozo y regocijo avanzan,
al entrar en el palacio del Rey.» Sal 45, 15-16
En su esplendor y acompañada por un séquito de vírgenes, sus damas de honor, las almas que en la tierra consagraron su virginidad a Dios, es María llevada a la Gloria de Dios. El séquito no ha terminado aún de entrar al palacio del Rey, pues sigue fluyendo el cortejo de todas las almas que ofrecieron su virginidad a Dios, acompañando a la Reina en su entrada al palacio del Señor, en la Jerusalén celestial.
«En lugar de padres, tendrás hijos;
príncipes los harás por toda la tierra.» Sal 45, 17
Jesús, en la Cmz, nos entregó a María como Madre, haciéndola así Madre de innumerables hijos, repartidos por toda la tierra, que por la unción del Espíritu Santo, han sido consagrados como reyes, sacerdotes y profetas. Esto lo podemos ver en las escrituras de San Juan:
«Jesús, viendo a su Madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su Madre: Mujer, ahí tienes a tu hijo. Luego al discípulo: Ahí tienes a tu Madre. Y desde aquella hora el discipulo la acogió en su casa.» (Jn 19, 26-27).
Por ultimo veremos lo que es la profecia de Jeremias y la tipología de Maria en el antiguo testamento:
Jeremías 31:22
Una cuarta profecía referente a María se encuentra en Jeremías 31:22: «El Señor ha creado algo nuevo sobre la tierra: una mujer conseguirá un hombre». El texto del profeta Jeremías ofrece no pocas dificultades para el intérprete científico; nosotros seguiremos la versión de la Vulgata latina del original hebreo. Pero incluso esta traducción ha sido explicada de muchas formas diferentes: Rosenmuller y muchos intérpretes protestantes conservadores defienden la versión «una mujer protegerá a un hombre», mas tal argumento difícilmente podría inducir a los hombres de Israel a retornar a Dios. La explicación «una mujer buscará a un hombre» apenas está de acuerdo con el texto; además, tal inversión del orden natural es presentada en Isaías 4:1 como una señal de la más absoluta catástrofe. La versión de Ewald «una mujer se convertirá en un hombre» es muy poco fiel al texto original. Otros comentaristas ven en la mujer un símil de la Sinagoga o de la Iglesia, en el hombre un símil de Dios, de modo que pueden explicar la profecía «Dios morará de nuevo en medio de la Sinagoga (o del pueblo de Israel)» o «la Iglesia protegerá la tierra con sus valientes hombres». Pero el texto hebreo difícilmente evoca ese significado; además, esa explicación convertiría ese pasaje en una tautología: «Israel retornará a su Dios, ya que Israel amará a su Dios».
Algunos autores recientes traducen el original hebreo por: «Dios crea algo nuevo sobre la tierra: la mujer (esposa) retorna al hombre (su marido)». Según la ley antigua (Deuteronomio 24:1-4; Jeremías 3:1), el marido no podía volver a aceptar a su mujer una vez que la había repudiado; pero el Señor introducirá una novedad al permitir a la mujer infiel, o lo que es lo mismo, la nación culpable, volver a la amistad con Dios. Esta explicación se basa en una corrección aventurada del texto; además, no implica necesariamente el significado mesiánico que se espera del pasaje.
Los Padres griegos siguen generalmente la versión de la Septuaginta, «El Señor ha creado salvación en una nueva plantación, los hombres caminarán seguros»; mas S. Atanasio combina la versión de Aquila dos veces «Dios ha creado algo nuevo en la mujer» con la de la Septuaginta, diciendo que la nueva plantación es Jesucristo, y que lo nuevo creado en la mujer es el cuerpo del Señor, concebido en la mujer virgen sin la participación del hombre. También S. Jerónimo entiende el texto profético de la virgen que concibe al Mesías. Esta explicación del pasaje concuerda con el texto y con el contexto. Como la Palabra Encarnada poseyó desde el primer instante de su concepción todas sus perfecciones, exceptuando aquellas relacionadas con su desarrollo corporal, es correcto afirmar que su madre «conseguirá un hombre». No es necesario señalar que tal condición en una criatura recién concebida es denominada, con razón, «algo nuevo sobre la tierra». El contexto de la profecía describe, después de una breve introducción general (30:1-3), la futura libertad de Israel y la restauración en cuatro estancias: 30:4-11, 12-22; 30:23; 31:14, 15-26; las tres primeras estancias terminan con la esperanza del tiempo mesiánico. La cuarta debería esperarse también que tuviera un final similar. Además, la profecía de Jeremías, pronunciada alrededor del 589 a. de C. y entendida en el sentido que se acaba de referir, concuerda con las expectativas mesiánicas contemporáneas basadas en Isaías 7:14; 9:6; Miqueas 5:3. Según Jeremías, la madre de Cristo se diferencia de las otras madres en que su Hijo, incluso cuando aún está en su vientre, tiene todas las propiedades que constituyen la verdadera naturaleza humana. El Antiguo Tetamento se refiere indirectamente a María en aquellas profecías que predicen la encarnación del Verbo de Dios.
Tipos y figuras de María en el Antiguo Testamento.
Para estar seguros del significado de un tipo, este significado debe ser revelado, es decir, debe habernos sido transmitido a través de la Sagrada Escritura o de la tradición. Algunos escritores piadosos han desarrollado por su cuenta numerosas analogías entre ciertos datos del Antiguo Testamento y los datos correspondientes del Nuevo Testamento; sin embargo, por muy ingeniosas que estas correlaciones puedan ser, no demuestran que Dios tuviera de hecho la intención de transmitir en los textos inspirados del Antiguo Testamento las verdades de la correspondencia establecida.
Por otra parte, debe tenerse presente que no todas las verdades contenidas ya sea en las Escrituras o en la tradición han sido explícitamente propuestas a los creyentes como verdades de fe por definición expresa de la Iglesia. De acuerdo con el principio «Lex orandi est lex credenti» debemos tratar al menos con reverencia las innumerables sugerencias contenidas en la liturgia y oraciones oficiales de la Iglesia. De esta forma es como debemos considerar muchos de los tratamientos otorgados a Nuestra Señora en la letanía y en el «Ave maris stella». Las Antífonas y Responsos que se encuentran en los Oficios recitados en las varias festividades de Nuestra Señora sugieren un número de tipos referentes a Nuestra Señora que difícilmente hubieran sido mostrados con tanta viveza de otra manera a los ministros de la Iglesia. La tercera antífona de Laudes de la Festividad de la Circuncisión contempla en «el arbusto que arde sin consumirse» (Exodo 3:2) la figura de María en la concepción de su Hijo sin perder su virginidad. La segunda antífona de Laudes del mismo Oficio contempla en el vellón de lana de Gedeón, húmedo por el rocío mientras que la tierra a su alrededor había permanecido seca (Jueces 6:37-38), un tipo de María recibiendo en su vientre al Verbo Encarnado .
El Oficio de la Bienaventurada Virgen aplica a María muchos de los pasajes referentes a la esposa del Cantar de los Cantares y también los referentes a la sabiduría del Libro de los Proverbios 8:22-31. Un «jardín cerrado, una fuente sellada» mencionado en Cantares 4:12 aplicado a María es sólo un ejemplo concreto de todo lo referido anteriormente. Además, Sara, Débora, Judit y Ester son utilizadas como tipos de María; el arca de la Alianza, sobre la que se manifiesta la misma presencia de Dios, es utilizada como la figura de María llevando al Verbo Encarnado en su vientre. Pero es especialmente Eva, la madre de todos los vivientes (Génesis 3:20), la que es considerada como un tipo de María, que es la madre de todos los vivientes en el orden de la gracia.