Formación y vivencia Espiritual
“ESTAD SIEMPRE DISPUESTOS A DAR RAZÓN DE VUESTRA ESPERANZA” (1 Pe 3, 15)
Es con la formación y la vivencia espiritual como los católicos debemos dar razón de nuestra fe y defenderla.
Aquí las consideramos algunos punto
Son cinco los principios básicos que todo católico debería cubrir.
El primero es conocer la fe, ya que es la base para poder nacer y crecer
Vivir la fe abarcando todos los aspectos de la vida y sabiendo que no solamente se trata de un conocimiento abstracto doctrinal, sino que ese conocimiento se transforma en vida.
Celebrar la fe. Como católicos no podemos vivirla completamente si no la celebramos, principalmente a través de los sacramentos.
Predicar la fe. Un buen católico como cristiano tiene que estar compartiendo la fe con los demás. Si la Iglesia es misionera por su esencia, todo católico igual: debe de estar compartiendo la fe ya sea en el trabajo, en la escuela, con los vecinos, en todo momento que sea posible.
Defender la fe, que es lo que dice el Catecismo de la Iglesia en el número 1285: estamos confirmados para extender la fe con hechos y con palabras.
La fe y la inteligencia
156 El motivo de creer no radica en el hecho de que las verdades reveladas aparezcan como verdaderas e inteligibles a la luz de nuestra razón natural. Creemos «a causa de la autoridad de Dios mismo que revela y que no puede engañarse ni engañarnos». «Sin embargo, para que el homenaje de nuestra fe fuese conforme a la razón, Dios ha querido que los auxilios interiores del Espíritu Santo vayan acompañados de las pruebas exteriores de su revelación» (ibíd., DS 3009). Los milagros de Cristo y de los santos (cf. Mc 16,20; Hch 2,4), las profecías, la propagación y la santidad de la Iglesia, su fecundidad y su estabilidad «son signos certísimos de la Revelación divina, adaptados a la inteligencia de todos», motivos de credibilidad que muestran que «el asentimiento de la fe no es en modo alguno un movimiento ciego del espíritu» (Concilio Vaticano I: DS 3008-3010).
157 La fe es cierta, más cierta que todo conocimiento humano, porque se funda en la Palabra misma de Dios, que no puede mentir. Ciertamente las verdades reveladas pueden parecer oscuras a la razón y a la experiencia humanas, pero «la certeza que da la luz divina es mayor que la que da la luz de la razón natural (Santo Tomás de Aquino, S.Th., 2-2, q.171, a. 5, 3). «Diez mil dificultades no hacen una sola duda» (J. H. Newman, Apologia pro vita sua, c. 5).
158 La fe trata de comprender (San Anselmo de Canterbury, Proslogion, proemium: PL 153, 225A) es inherente a la fe que el creyente desee conocer mejor a aquel en quien ha puesto su fe, y comprender mejor lo que le ha sido revelado; un conocimiento más penetrante suscitará a su vez una fe mayor, cada vez más encendida de amor. La gracia de la fe abre «los ojos del corazón» (Ef 1,18) para una inteligencia viva de los contenidos de la Revelación, es decir, del conjunto del designio de Dios y de los misterios de la fe, de su conexión entre sí y con Cristo, centro del Misterio revelado. Ahora bien, «para que la inteligencia de la Revelación sea más profunda, el mismo Espíritu Santo perfecciona constantemente la fe por medio de sus dones» (DV 5). Así, según el adagio de san Agustín (Sermo 43,7,9: PL 38, 258), «creo para comprender y comprendo para creer mejor».
159 Fe y ciencia. «A pesar de que la fe esté por encima de la razón, jamás puede haber contradicción entre ellas. Puesto que el mismo Dios que revela los misterios e infunde la fe otorga al espíritu humano la luz de la razón, Dios no puede negarse a sí mismo ni lo verdadero contradecir jamás a lo verdadero» (Concilio Vaticano I: DS 3017). «Por eso, la investigación metódica en todas las disciplinas, si se procede de un modo realmente científico y según las normas morales, nunca estará realmente en oposición con la fe, porque las realidades profanas y las realidades de fe tienen su origen en el mismo Dios. Más aún, quien con espíritu humilde y ánimo constante se esfuerza por escrutar lo escondido de las cosas, aun sin saberlo, está como guiado por la mano de Dios, que, sosteniendo todas las cosas, hace que sean lo que son» (GS 36,2).
Debe de estar preparado contra 4 aspectos.
Ateísmo.
El ateísmo como modelo de vida como justificación de la no restricción de moral y límites del actuar, buscando así una negación bajos fundamentos inconclusos e inexactos. Es decir querer argumentar la no existencia de Dios con razones que van mas a sentido de opinión o puntos de vistas, ese alejar y rechazar a Dios con el propósito de ser el mismo su propio dios y dueño de toda su existencia. Vemos así que busca pretextos para refutar argumentos de la existencia de Dios pero no posee los argumentos de la no existencia.
Grupos anti católicos.
encontramos en este punto una cantidad enorme entre los cuales vemos LGTB, sectarios, satánicos, comunistas, movimientos políticos, pro aborto, masón e incluso en muchos casos malos católicos o falsos ecumenismo.
Nueva era.
este punto encontramos el más discreto el que sostiene de puntos claros sobre un dios no religioso si no espiritual, de una energía que fluye naturalmente, chakra, ki o energía vital, encontramos así objetos como talismanes, atrapa sueños o símbolos mágicos de algún tipo de poder.
Tibieza de fe.
Lastimosamente en este punto muchos católicos en una tibieza de formación, disciplina y norma de moral.
la formación bíblica casi carente, una catequesis de cumplimiento, poca atención a las homilías o lecturas diarias, falta de interés de encontrar razones de su fe, una fe superficial que no concilia a la luz de la Iglesia.
Disciplina, la participación permanente en gracia o búsqueda constante de ella, la confesión y Eucaristía regular como también servicios a Dios por medio del prójimo como caridad, ayuno, oración diaria, buen trato y respeto.
En la Norma moral no encontramos
el poco interés de defender la vida, al necesitado e incluso su fe, apoyar matrimonio homosexual o abortos, vive su sexualidad como manera de auto satisfacción y no con un propósito dentro del matrimonio, falta de transmisión de la fe y valores católicos.