El Espíritu Santo
¿POR QUÉ DESCONOCEMOS TANTO EL ESPÍRITU SANTO?*
En nuestra fe, al proclamar el CREDO decimos: “Creo en el Espíritu Santo”. El motivo de la ignorancia de la tercera persona de la Santísima Trinidad es quizás por las pocas manifestaciones sensibles y poco perceptibles para la mayoría de personas. Conocemos y adoramos a Dios Padre por sus obras presentes a nuestros ojos: El cielo y la tierra (Salmo 18). Conocemos y adoramos a Dios Hijo por su pasión, muerte y resurrección (Triduo Pascual). Pero con el Espíritu Santo ocurre que solo tres veces se ha manifestado visiblemente: Como paloma en el bautismo de Jesús (Mt. 3,16), como una nube en la Transfiguración de Jesús (Mt. 17,5) y como lenguas de fuego en el día de Pentecostés (Hch. 2,4).
*¿QUIÉN ES EL ESPÍRITU SANTO?*
Según el Catecismo de la Iglesia Católica, el Espíritu Santo es la «Tercera Persona de la Santísima Trinidad». Es decir, habiendo un sólo Dios, existen en Él tres personas distintas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Esta verdad ha sido revelada por Jesús en su Evangelio. «Dios es Amor» (Jn 4,8-16) y el Amor que es el primer don, contiene todos los demás. Este amor «Dios lo ha derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado». (Rom 5,5).
Es el Paráclito palabra del griego «parakletos», que literalmente significa «aquel que es invocado», es por tanto el abogado, el mediador, el defensor, el consolador. Jesús nos presenta al Espíritu Santo diciendo: «El Padre os dará otro Paráclito» (Jn 14,16). El abogado defensor es aquel que, poniéndose de parte de los que son culpables debido a sus pecados, los defiende del castigo merecido, los salva del peligro de perder la vida y la salvación eterna. Esto es lo que ha realizado Cristo, y el Espíritu Santo es llamado «otro paráclito» porque continúa haciendo operante la redención con la que Cristo nos ha librado del pecado y de la muerte eterna.
Es el Espíritu de la Verdad: Jesús afirma de sí mismo: «Yo soy el camino, la verdad y la vida» (Jn 14,6). Y al prometer al Espíritu Santo en aquel «discurso de despedida» con sus apóstoles en la Última Cena, dice que será quien después de su partida, mantendrá entre los discípulos la misma verdad que Él ha anunciado y revelado.
El término «Espíritu» traduce el término hebreo «Ruah», que en su primera acepción significa soplo, aire, viento. Jesús utiliza precisamente la imagen sensible del viento para sugerir a Nicodemo la novedad transcendente del que es personalmente el Soplo de Dios, el Espíritu divino (Jn 3, 5-8). Por otra parte, Espíritu y Santo son atributos divinos comunes a las Tres Personas divinas. Pero, uniendo ambos términos, la Escritura, la Liturgia y el lenguaje teológico designan la persona inefable del Espíritu Santo, sin equívoco posible con los demás empleos de los términos «espíritu» y «santo».
*ES UNA PERSONA EL ESPÍRITU SANTO.*
Después de su resurrección, Jesús se apareció a los once Apóstoles y les dijo: «Id, pues; enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» (Mt 28, 19). El Apóstol y evangelista Mateo es quien, al final de su evangelio, refiere esta orden con que Jesucristo envía a los Apóstoles por todo el mundo para que sean sus testigos y continúen su obra de salvación. A esas palabras corresponde nuestra antiquísima tradición cristiana, según la cual el bautismo se suele administrar en el nombre de la Santísima Trinidad. Pero en el texto de Mateo se halla contenido también el que podemos considerar como último testimonio de la revelación de la verdad trinitaria, que comprende la manifestación del Espíritu Santo como Persona igual al Padre y al Hijo, consustancial a ellos en la unidad de la divinidad.
En efecto, la expresión evangélica de Mateo (28, 19) revela claramente al Espíritu Santo como Persona, porque lo nombra junto a las otras dos Personas de modo idéntico, sin sugerir ninguna diferencia al respecto: «el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo». Del evangelio de Mateo resulta evidente que el Padre y el Hijo son dos Personas distintas: «el Padre» es aquel a quien Jesús llama «mi Padre celestial» (Mt 15, 13; 16, 17; 18, 35); «el Hijo» es Jesús mismo, designado así por una voz venida del cielo en el momento de su bautismo (Mt 3, 17) y de su transfiguración (Mt 17, 5), y reconocido por Simón Pedro como «el Cristo, el Hijo de Dios vivo» (Mt 16, 16). A estas dos Personas divinas es ahora asociado, de modo idéntico, «el Espíritu Santo». Esta asociación se hace aún más estrecha por el hecho de que la frase habla del nombre de los Tres, ordenando bautizar a todas las gentes «en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo». En la Biblia la expresión «en el nombre de» normalmente sólo se usa para referirse a personas. Además, es notable el hecho de que la frase evangélica use el término «nombre» en singular, a pesar de mencionar a varias personas. De todo ello se deduce, de modo inequívoco, que el Espíritu Santo es una tercera Persona divina, estrechamente asociada al Padre y al Hijo, en la unidad de un solo «nombre» divino.
*FORMAS DE REPRESENTAR AL ESPÍRITU SANTO:*
Al Espíritu Santo se le representa de diferentes formas:
*Agua:* El simbolismo del agua es significativo de la acción del Espíritu Santo en el Bautismo, ya que el agua se convierte en el signo sacramental del nuevo nacimiento. (Is. 44,3; Jn. 4,10-14)
*Fuego:* Simboliza la energía transformadora de los actos del Espíritu. (Gen. 15,17; Ex. 3,1-7; Hch. 2,3-4)
*Nube y luz:* Símbolos inseparables en las manifestaciones del Espíritu Santo. Así desciende sobre la Virgen María para «cubrirla con su sombra». En el Monte Tabor, en la Transfiguración, el día de la Ascensión; aparece una sombra y una nube. (Mt. 17,5).
*Es como el viento:* El soplo del viento que se manifiesta violento y otras como una suave brisa (1 Re. 19,12; Ex. 14,21)
*Sello:* Es un símbolo cercano al de la unción. Indica el carácter indeleble de la unción del Espíritu en los sacramentos y hablan de la consagración del cristiano. (Jn. 6,27; 2 Co. 1,22; Ef. 4,30)
*La Mano:* Mediante la imposición de manos los Apóstoles y ahora los Obispos, trasmiten el «don del Espíritu»; es usada para bendecir, liberar y curar. (Lc. 9,22; Lc. 24,50; Lc. 4,40; Mc. 16,18)
*La Paloma:* En el Bautismo de Jesús, el Espíritu Santo aparece en forma de paloma y se posa sobre Él. (Mt. 3,16-17)
*DONES DEL ESPÍRITU SANTO.*
Para que el cristiano pueda luchar, el Espíritu Santo le regala sus siete dones, que son disposiciones permanentes que hacen al hombre dócil para seguir los impulsos del Espíritu. Estos dones son:
*Don de Ciencia:* es el don del Espíritu Santo que nos permite acceder al conocimiento. Es la luz invocada por el cristiano para sostener la fe del bautismo. (1 Co. 1,26-2,5)
*Don de consejo:* saber decidir con acierto, aconsejar a los otros fácilmente y en el momento necesario conforme a la voluntad de Dios. (Rom. 8,14-27)
*Don de Fortaleza:* es el don que el Espíritu Santo concede al fiel, ayuda en la perseverancia, es una fuerza sobrenatural. (2 Co. 12,8-11; Hch. 1,7-8)
*Don de Entendimiento:* Me ayuda a entender y amar el plan de Dios para mi salvación. Me comunica el conocimiento profundo de las verdades de la fe. (1 Co. 2,6-16)
*Don de Piedad:* el corazón del cristiano no debe ser ni frío ni indiferente. El calor en la fe y el cumplimiento del bien es el don de la piedad, que el Espíritu Santo derrama en las almas. (Rom. 8,15-26)
*Don de Sabiduría:* es concedido por el Espíritu Santo que nos permite apreciar lo que vemos, lo que presentimos de la obra divina. (Sab. 7,15-23)
*Don de Temor:* es el don que nos salva del orgullo, sabiendo que lo debemos todo a la misericordia divina. (Salmo 112)
*El Espíritu Santo siempre ha estado presente a lo largo de la historia de revelación y manifestación de Dios.