Las Obras de Misericordia Espirituales
Las Obras de Misericordia son acciones caritativas mediante las cuales ayudamos a nuestro prójimo en sus necesidades corporales y espirituales (Hechos 10, 38).
¿Cuál es el primero y más importante de los mandamientos? Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo, el mismo amor que profesamos en Dios debemos vivir con el prójimo.
¿En qué parte de la Biblia hay una especie de lista sobre cómo mostrar nuestro amor al prójimo en algunos aspectos materiales? En la descripción del Juicio Final que el mismo Jesucristo nos da en el Evangelio de San Mateo.
“Tuve hambre y me dieron de comer; tuve sed y me dieron de beber; forastero y me recibieron en su casa; sin ropas y me vistieron; enfermo y me visitaron; en la cárcel y fueron a verme”. (Mateo 25, 35-36)
Veamos primero qué significa MISERICORDIA. Miser= miseria. Cordia=corazón. Misericordia significa sentir con el otro sus miserias y necesidades, y –como consecuencia de esa compasión (sentir con) – ayudarlo, auxiliarlo.
¿Cuántas y cuáles son las Obras de Misericordia? En total son 14: 7 Corporales y 7 Espirituales.
Obras Espirituales de Misericordia
- Enseñar al que no sabe: Consiste en enseñar al ignorante sobre temas religiosos o sobre cualquier otra cosa de utilidad. Esta enseñanza puede ser a través de escritos o de palabra, por cualquier medio de comunicación o directamente.
“Quien instruye a muchos para que sean justos, brillarán como estrellas en el firmamento”. (Daniel 12, 3b)
- Dar buen consejo al que lo necesita: Aquí es bueno destacar que el consejo debe ser ofrecido, no forzado. Y, la mayoría de las veces es preferible esperar que el consejo sea requerido.
Asimismo, quien pretenda dar un buen consejo debe, primeramente, estar en sintonía con Dios. Sólo así su consejo podrá ser bueno. No se trata de dar opiniones personales, sino de veras aconsejar bien al necesitado de guía.
“Los guías espirituales brillarán como resplandor del firmamento”. (Daniel 12, 3a).
- Corregir al que está en error: No se trata de estar corrigiendo cualquier tipo de error. Esta obra se refiere sobre todo al pecado. Otra manera de formular esta Obra de Misericordia es así: Corregir al pecador.
Es de suma importancia seguir los pasos de la corrección fraterna que Jesús nos dejó muy bien descritos:
“Si tu hermano ha pecado, vete a hablar con él a solas para reprochárselo. Si te escucha, has ganado a tu hermano. Si no te escucha, toma contigo una o dos personas más, de modo que el caso se decida por la palabra de dos o tres testigos. Si se niega a escucharlos, informa a la asamblea (o a los superiores)”. (Mateo 18, 15-17)
- Perdonar las injurias: “Perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”, es un punto del Padre Nuestro, que el Señor aclara un poco más en San Mateo, al final del Padre Nuestro:
“Queda bien claro que si ustedes perdonan las ofensas de los hombres, también el Padre Celestial los perdonará. En cambio, si no perdonan las ofensas de los hombres, tampoco el Padre los perdonará a ustedes”. (Mateo 6, 14-15).
- Consolar al triste: El consuelo para el triste o deprimido se asemeja al cuidado de un enfermo. Y es muy necesario, pues las palabras de consuelo en la aflicción pueden ser determinantes.
Aquí pueden entrar la atención de conversación con los ancianos, que tanto nos han dado y que en su vejez requieren que alguien les oiga, les converse, los distraiga.
- Sufrir con paciencia los defectos de los demás: La tolerancia y la paciencia ante los defectos ajenos es virtud y es una obra de misericordia.
Sin embargo, hay un consejo muy útil: cuando el soportar esos defectos causa más daño que bien, no se debe ser tolerante. Con mucha caridad y suavidad, debe hacerse la advertencia.
- Rogar a Dios por vivos y difuntos: La oración por los demás, estén vivos y muertos, es una obra buena. San Pablo recomienda orar por todos, sin distinción, también por gobernantes y personas de responsabilidad, pues “El quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad”. (1 Timoteo 2, 2-3).
Los difuntos que están en el Purgatorio dependen de nuestras oraciones. Es una buena obra rezar por éstos para que sean libres de sus pecados. (2 Macabeos 12, 46)
Antes de analizar cada una de las Obras de Misericordia tenemos que tener en cuenta algo muy importante: primero hay que amar a Dios.
El amor al prójimo es el FRUTO de nuestro amor a Dios. No podemos dejar de amar al prójimo, pero no podemos poner lo segundo de primero, ni lo primero de segundo.
El ejemplo más claro de cómo funciona el Amor es la Santísima Virgen María en su visita a su prima Santa Isabel. La Virgen fue portadora de Dios, pues llevaba a Dios recién encarnado en su seno. Y Santa Isabel lo supo de inmediato, pues San Juan Bautista (que estaba en el vientre de Isabel) lo hizo saber con grandes saltos de alegría. (Lucas 1, 39-44)
Así debe ser nuestro amor por los demás: llevándoles a Dios que habita en nosotros. Aunque el auxiliado no lo exprese igual que San Juan Bautista y Santa Isabel, la persona va a recibir muchas gracias del Señor, muchas más que las que cree estar necesitando, muchas más de las que nosotros creamos estar aportando con nuestro auxilio!
El ejercicio de las Obras de Misericordia comunica gracias a quien las ejerce. Veamos cómo nos beneficia a nosotros el hacer Obras de Misericordia…
Quien ejerce el amor al prójimo desde el amor a Dios recibe gracias, pues con las obras de misericordia, está haciendo la Voluntad de Dios. “Den y se les dará” (Lucas 6, 38).
Decíamos que una manera de ir borrando la pena purificante que merecen nuestros pecados ya perdonados (Purgatorio) es mediante obras buenas. Obras buenas son, por supuesto, las Obras de Misericordia. “Bienaventurados los misericordiosos, pues ellos alcanzarán misericordia” (Mateo 5, 7), es una de las Bienaventuranzas.
Además las Obras de Misericordia nos van ayudando a avanzar en el camino al Cielo. Es como si ahorráramos para el Cielo. “No se hagan tesoros en la tierra”, dice el Señor, “Acumulen tesoros en el Cielo” (Mateo 6, 19 y 20).