Medios de salvación en la Iglesia
LA IGLESIA QUE CRISTO FUNDÓ.
La Iglesia Católica ha sido fundada por Jesucristo para la salvación de toda la humanidad. Cristo fundó su Iglesia para que continuara su misión salvadora en la Tierra hasta el fin del mundo (San Mateo, 16:18; 28:20) «La hizo depositaria de toda su doctrina y de los demás medios de salvación que quiso dar a los hombres». La Iglesia Católica es la única fundada por Cristo-Dios. Todas las demás Iglesias y religiones han sido fundadas por hombres.
824 La Iglesia, unida a Cristo, está santificada por Él; por Él y con Él, ella también ha sido hecha santificadora. Todas las obras de la Iglesia se esfuerzan en conseguir «la santificación de los hombres en Cristo y la glorificación de Dios» (SC 10). En la Iglesia es en donde está depositada «la plenitud total de los medios de salvación» (UR 3). Es en ella donde «conseguimos la santidad por la gracia de Dios» (LG 48).
837 «Están plenamente incorporados a la sociedad que es la Iglesia aquellos que, teniendo el Espíritu de Cristo, aceptan íntegramente su constitución y todos los medios de salvación establecidos en ella y están unidos, dentro de su estructura visible, a Cristo, que la rige por medio del Sumo Pontífice y de los obispos, mediante los lazos de la profesión de la fe, de los sacramentos, del gobierno eclesiástico y de la comunión. No se salva, en cambio, el que no permanece en el amor, aunque esté incorporado a la Iglesia, pero está en el seno de la Iglesia con el “cuerpo”, pero no con el “corazón»“ (LG 14).
95 «La Tradición, la Escritura y el Magisterio de la Iglesia, según el plan prudente de Dios, están unidos y ligados, de modo que ninguno puede subsistir sin los otros; los tres, cada uno según su carácter, y bajo la acción del único Espíritu Santo, contribuyen eficazmente a la salvación de las almas» (DV 10,3).
LA SAGRADA ESCRITURA.
107 Los libros inspirados enseñan la verdad. «Como todo lo que afirman los hagiógrafos, o autores inspirados, lo afirma el Espíritu Santo, se sigue que los libros sagrados enseñan sólidamente, fielmente y sin error la verdad que Dios hizo consignar en dichos libros para salvación nuestra» (DV 11).
122 En efecto, «el fin principal de la economía antigua era preparar la venida de Cristo, redentor universal». «Aunque contienen elementos imperfectos y pasajeros», los libros del Antiguo Testamento dan testimonio de toda la divina pedagogía del amor salvífico de Dios: «Contienen enseñanzas sublimes sobre Dios y una sabiduría salvadora acerca del hombre, encierran tesoros de oración y esconden el misterio de nuestra salvación» (DV 15).
124 «La palabra de Dios, que es fuerza de Dios para ala salvación del que cree, se encuentra y despliega su fuerza de modo privilegiado en el Nuevo Testamento» (DV 17). Estos escritos nos ofrecen la verdad definitiva de la Revelación divina. Su objeto central es Jesucristo, el Hijo de Dios encarnado, sus obras, sus enseñanzas, su pasión y su glorificación, así como los comienzos de su Iglesia bajo la acción del Espíritu Santo (Cf. DV 20).
LA NECESIDAD DE LA FE.
161 Creer en Cristo Jesús y en aquél que lo envió para salvarnos es necesario para obtener esa salvación (Cf. Mc 16,16; Jn 3,36; 6,40 e.a.). «Puesto que `sin la fe… es imposible agradar a Dios” (Hb 11,6) y llegar a participar en la condición de sus hijos, nadie es justificado sin ella y nadie, a no ser que `haya perseverado en ella hasta el fin” (Mt 10,22; 24,13), obtendrá la vida eterna» (Cc. Vaticano I: DS 3012; Cf. Cc. de Trento: DS 1532).
169 La salvación viene solo de Dios; pero puesto que recibimos la vida de la fe a través de la Iglesia, ésta es nuestra madre: «Creemos en la Iglesia como la madre de nuestro nuevo nacimiento, y no en la Iglesia como si ella fuese el autor de nuestra salvación» (Fausto de Riez, Spir. 1,2). Porque es nuestra madre, es también la educadora de nuestra fe.
LA TRADICIÓN DE LA IGLESIA.
173 «La Iglesia, en efecto, aunque dispersada por el mundo entero hasta los confines de la tierra, habiendo recibido de los apóstoles y de sus discípulos la fe… guarda (esta predicación y esta fe) con cuidado, como no habitando más que una sola casa, cree en ella de una manera idéntica, como no teniendo más que una sola alma y un solo corazón, las predica, las enseña y las transmite con una voz unánime, como no poseyendo más que una sola boca» (haer. 1, 10,1-2).
174 «Porque, si las lenguas difieren a través del mundo, el contenido de la Tradición es uno e idéntico. Y ni las Iglesias establecidas en Germania tienen otro fe u otra Tradición, ni las que están entre los Iberos, ni las que están entre los Celtas, ni las de Oriente, de Egipto, de Libia, ni las que están establecidas en el centro el mundo…» (Ibíd.). «El mensaje de la Iglesia es, pues, verídico y sólido, ya que en ella aparece un solo camino de salvación a través del mundo entero» (Ibíd. 5,20,1).
949 En la comunidad primitiva de Jerusalén, los discípulos «acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones» (Hch 2,42). La comunión en la fe. La fe de los fieles es la fe de la Iglesia recibida de los Apóstoles, tesoro de vida que se enriquece cuando se comparte.
LOS SACRAMENTOS COMO MEDIO DE SALVACIÓN.
1117 Por el Espíritu que la conduce «a la verdad completa» (Jn 16,13), la Iglesia reconoció poco a poco este tesoro recibido de Cristo y precisó su «dispensación», tal como lo hizo con el canon de las Sagradas Escrituras y con la doctrina de la fe, como fiel dispensadora de los misterios de Dios (Cf. Mt 13,52; 1 Co 4,1). Así, la Iglesia ha precisado a lo largo de los siglos, que, entre sus celebraciones litúrgicas, hay siete que son, en el sentido propio del término, sacramentos instituidos por el Señor.
1118 Los sacramentos son «de la Iglesia» en el doble sentido de que existen «por ella» y «para ella». Existen «por la Iglesia» porque ella es el sacramento de la acción de Cristo que actúa en ella gracias a la misión del Espíritu Santo. Y existen «para la Iglesia», porque ellos son «sacramentos que constituyen la Iglesia» (S. Agustín, civ. 22,17; S. Tomás de Aquino, s. th. 3, 64, 2 ad 3), manifiestan y comunican a los hombres, sobre todo en la Eucaristía, el misterio de la Comunión del Dios Amor, uno en tres Personas.
Los sacramentos son los medios de salvación que Jesucristo dejó en su Iglesia para los hombres. Son siete: bautismo, confirmación, penitencia (confesión), eucaristía, unción de los enfermos, orden sacerdotal y matrimonio. El Concilio de Trento definió que los siete sacramentos fueron instituidos por Jesucristo.
Para que haya sacramento se requiere:
a) Un signo sensible.
b) Instituido por Cristo.
c) Que tenga la virtud de producir la gracia.
Todo sacramento consta de cuatro elementos:
a) Materia o cosa sensible: son los elementos materiales que se utilizan, agua, óleo…
b) Forma o palabras que utiliza el ministro con la intención de hacer lo que hace la Iglesia, es decir, administrar el sacramento de acuerdo con la voluntad de Cristo.
c) Ministro o persona que lo ejecuta.
d) Sujeto o persona que lo recibe.
Hay tres sacramentos que imprimen carácter. Estos sacramentos imprimen un sello indeleble. Es decir, ponen un sello espiritual en el alma que no se borra jamás. Por eso sólo se pueden recibir una vez. No se pueden repetir. Son: bautismo, confirmación y orden sacerdotal. «Carácter» significa en griego «sello imborrable».
BAUTISMO.
1694 Incorporados a Cristo por el bautismo (Cf. Rm 6,5), los cristianos están “muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús” (Rm 6,11), participando así en la vida del Resucitado (Cf. Col 2,12). Siguiendo a Cristo y en unión con él (Cf. Jn 15,5), los cristianos pueden ser “imitadores de Dios, como hijos queridos y vivir en el amor” (Ef 5,1.), conformando sus pensamientos, sus palabras y sus acciones con “los sentimientos que tuvo Cristo” (Flp 2,5.) y siguiendo sus ejemplos (Cf. Jn 13,12-16).
PENITENCIA
1423 Se le denomina sacramento de conversión porque realiza sacramentalmente la llamada de Jesús a la conversión (Cf. Mc 1,15), la vuelta al Padre (Cf. Lc 15,18) del que el hombre se había alejado por el pecado. Se denomina sacramento de la Penitencia porque consagra un proceso personal y eclesial de conversión, de arrepentimiento y de reparación por parte del cristiano pecador. Se le denomina sacramento de reconciliación porque otorga al pecador el amor de Dios que reconcilia: «Dejaos reconciliar con Dios» (2 Co 5,20). El que vive del amor misericordioso de Dios está pronto a responder a la llamada del Señor: «Ve primero a reconciliarte con tu hermano» (Mt 5,24).
1444 Al hacer partícipes a los apóstoles de su propio poder de perdonar los pecados, el Señor les da también la autoridad de reconciliar a los pecadores con la Iglesia. Esta dimensión eclesial de su tarea se expresa particularmente en las palabras solemnes de Cristo a Simón Pedro: «A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos» (Mt 16,19). «Está claro que también el Colegio de los Apóstoles, unido a su Cabeza (Cf. Mt 18,18; 28,16-20), recibió la función de atar y desatar dada a Pedro (Cf. Mt 16,19)»
LG 22).
CONFIRMACIÓN.
1304 La Confirmación, como el Bautismo del que es la plenitud, sólo se da una vez. La Confirmación, en efecto, imprime en el alma una marca espiritual indeleble, el «carácter» (Cf. DS 1609), que es el signo de que Jesucristo ha marcado al cristiano con el sello de su Espíritu revistiéndolo de la fuerza de lo alto para que sea su testigo (Cf. Lc 24,48-49).
EUCARISTÍA.
1403 En la última cena, el Señor mismo atrajo la atención de sus discípulos hacia el cumplimiento de la Pascua en el reino de Dios: «Y os digo que desde ahora no beberé de este fruto de la vid hasta el día en que lo beba con vosotros, de nuevo, en el Reino de mi Padre» (Mt 26,29; Cf. Lc 22,18; Mc 14,25). Cada vez que la Iglesia celebra la Eucaristía recuerda esta promesa y su mirada se dirige hacia «el que viene» (Ap 1,4). En su oración, implora su venida: «Maranatha» (1 Co 16,22), «Ven, Señor Jesús» (Ap 22,20), «que tu gracia venga y que este mundo pase» (Didaché 10,6).
MATRIMONIO.
1602 La Sagrada Escritura se abre con el relato de la creación del hombre y de la mujer a imagen y semejanza de Dios (Gn 1,26- 27) y se cierra con la visión de las «bodas del Cordero» (Ap 19,7.9). De un extremo a otro la Escritura habla del matrimonio y de su «misterio», de su institución y del sentido que Dios le dio, de su origen y de su fin, de sus realizaciones diversas a lo largo de la historia de la salvación, de sus dificultades nacidas del pecado y de su renovación «en el Señor» (1 Co 7,39) todo ello en la perspectiva de la Nueva Alianza de Cristo y de la Iglesia (Cf. Ef 5,31-32).
ORDEN SACERDOTAL.
1577 «Sólo el varón (“vir”) bautizado recibe válidamente la sagrada ordenación» (? CIC,can 1024). El Señor Jesús eligió a hombres (“viri”) para formar el colegio de los doce apóstoles (Cf. Mc 3,14-19; Lc 6,12-16), y los apóstoles hicieron lo mismo cuando eligieron a sus colaboradores (1 Tm 3,1-13; 2 Tm 1,6; Tt 1,5-9) que les sucederían en su tarea (S.Clemente Romano Cor, 42,4; 44,3). El colegio de los obispos, con quienes los presbíteros están unidos en el sacerdocio, hace presente y actualiza hasta el retorno de Cristo el colegio de los Doce. La Iglesia se reconoce vinculada por esta decisión del Señor. Esta es la razón por la que las mujeres no reciben la ordenación (Cf. Juan Pablo II, MD 26-27; CDF decl. «Inter insigniores»: AAs 69 [1977] 98-116).
UNCIÓN DE LOS ENFERMOS.
1499 «Con la sagrada unción de los enfermos y con la oración de los presbíteros, toda la Iglesia entera encomienda a os enfermos al Señor sufriente y glorificado para que los alivie y los salve. Incluso los anima a unirse libremente a la pasión y muerte de Cristo; y contribuir, así, al bien del Pueblo de Dios» (LG 11).
¿Esta alguno enfermo entre vosotros? Haga venir a los presbíteros de la iglesia y oren sobre él ungiéndole con oleo en nombre del Señor. (Santiago 5,14).
Algunas personas comprometen a su familia para que les avisen con tiempo cuando llegue el momento de recibir los Últimos Sacramentos. En cambio, ¡qué tremendo remordimiento deben tener los que se sientan culpables de haber dejado morir a un enfermo sin los auxilios espirituales!
Por el contrario, ¡qué consuelo tan grande deben sentir aquellos a quienes se deba que el enfermo hiciera una buena confesión antes de morir! Y, ¡qué agradecimiento tan grande les guardará esa alma por toda la eternidad!
Pero el que se haya condenado porque las personas que le rodeaban no quisieron llamar a tiempo al sacerdote, ¿qué sentimiento guardará para con ellos?
ECUMENISMO.
Hoy vivimos tiempos de ecumenismo en los que todos ansiamos la unión de todos los cristianos en una sola Iglesia. Pero la unión con los protestantes, decía Juan XXIII, no puede venir del sacrificio de parte de la verdad, sino de un profundizar más en el conocimiento de la verdad. No podemos sacrificar un dogma de nuestro patrimonio doctrinal para buscar una unión engañosa4.
«En el Concilio Vaticano II, el Romano Pontífice junto con los Padres Conciliares tomaron viva conciencia de la necesidad de empeñar todo tipo de esfuerzos para que los hermanos separados se pudieran reintegrar en la unidad. Esta preocupación ecuménica quedó reflejada en diferentes documentos conciliares: en la Constitución Dogmática sobre la
Iglesia, en el Decreto sobre las Iglesias orientales católicas y en el
Decreto sobre ecumenismo. En estos documentos se proclamaron los siguientes principios sobre ecumenismo:
– Alguno de los bienes que constituyen la Iglesia pueden hallarse también fuera de la Iglesia Católica, pero la plenitud de los medios de salvación sólo se pueden encontrar en la Iglesia Católica.
– Los católicos deben manifestar comprensión hacia aquellos que no participan de la plena unidad, teniendo en cuenta que no pocos se encuentran en esa situación sin culpa por su parte.
– Los medios fundamentales para recuperar la unidad son la caridad y la oración.
1401 Si, a juicio del ordinario, se presenta una necesidad grave, los ministros católicos pueden administrar los sacramentos (eucaristía, penitencia, unción de los enfermos) a cristianos que no están en plena comunión con la Iglesia católica, pero que piden estos sacramentos con deseo y rectitud: en tal caso se precisa que profesen la fe católica respecto a estos sacramentos y estén bien dispuestos (Cf. ? CIC, can. 844,4).
Paz y Bien hermanos.